Víctor Andrés Ponce
“He conseguido una expresión artística” “He conseguido una expresión artística”

Por Gonzalo Pajares Cruzado
Fuente: Peru21, Lima 13/01/09
http://peru21.pe/impresa/noticia/he-conseguido-expresion-artistica/2009-01-13/235602

Víctor Andrés Ponce está satisfecho con los logros literarios de Las muertes de Emilio (Norma), donde narra la historia –autobiográfica– de la amistad de tres adolescentes que, al crecer, toman rumbos contrapuestos. De paso, repasa la historia reciente del Perú, donde la violencia política se impone, y muestra cómo el corrupto poder fujimontesinista se apodera del diario El Excélsior con la venia de sus propietarios y de sus periodistas.

¿Siente que hay rezagos periodísticos en el estilo de su novela?
No creo. Yo he buscado un lenguaje directo, con pocas metáforas, pero una expresión verbal lo suficientemente trabajada y musculosa, que me permita narrar una historia y convertirla en una forma artística.

Una de las obsesiones del protagonista de la novela, que es un periodista, es la “belleza de la expresión”. ¿Usted la ha logrado?
Un buen texto periodístico, aunque reclamado por la urgencia del tiempo, siempre es logrado. Azorín y Kapuscinski son ejemplos de grandes escritores que fueron periodistas. Sin embargo, los textos literarios tienen otro tiempo. Deben madurar, macerar y corregirse hasta que uno sienta que ha logrado una expresión verbal adecuada. En efecto, Emilio Peralta, el protagonista, es un periodista que quiere hacer literatura. Su lucha y su agonía es cómo consigue una expresión literaria.

Usted se sintió insatisfecho con su primera novela. En Las muertes de Emilio vuelve a contar la historia de su primer libro. ¿Por qué su necesidad de 'mejorar’ lo ya contado?
Cuando publiqué Los sueños quebrados tenía una historia que me venía de adentro. Yo sentí que los logros artísticos de aquella novela no eran los suficientes para contar una historia tan potente como la amistad que se establece entre tres adolescentes que se conocen en el colegio, se hacen marxistas y, luego, sus vidas se bifurcan: uno se hace periodista; otro, guerrillero, y el tercero, militar. Y sí, tenía una deuda literaria y emocional con este episodio de mi vida, y creo que con Las muertes de Emilio he conseguido una expresión formal lograda y artística. Recordemos que la adolescencia literaria no es biológica. Tiene que ver con el tiempo que uno se ha dedicado a escribir.

Entonces, ¿es su mejor novela?
Yo la llamaría diferente. Me gusta porque aborda la agonía de escribir, tema muy común en la gente que ama la literatura, el arte. Además, habla de la agonía del periodismo. No es solo la novela del periodista que lucha por convertirse en escritor –y enfrenta todo tipo de tormentas y huracanes–, sino la del periodista que enfrenta todas las borrascas, todos los temporales, para cumplir con su deber. Por ello, es una novela para periodistas porque aquí se comprueba, como dice Manuel Dargento, director de El Excélsior, que uno puede llegar a lo más alto y, desde allí, solo nos queda caer. La gloria del periodista es efímera, transitoria... Esto contrasta con lo permanente de la gloria literaria.

Precisamente, la novela cuenta cómo la mafia fujimontesinista se apodera del diario El Excélsior y compra la conciencia de algunos de sus periodistas, directores y propietarios.
Sí. El Excélsior era un diario de suma importancia política. Allí trabaja Emilio, un ex marxista desencantado, quien desarrolla un periodismo político muy agresivo y que, en el ejercicio de su trabajo, se reencuentra con su amigo adolescente, hoy convertido en militar. Este se ha convertido en un violador de derechos humanos.

Siento que algunos personajes del libro son un tanto esquemáticos: hay algunos malos, malísimos, caricaturescos, como Eduardo Fernández, el nuevo director del diario.
No lo creo. Todos tienen sus luces y sus sombras. Esto es muy importante en la novela que toca temas sociales, como esta. El militar es un violador de derechos humanos, pero tiene un lado noble. Manuel Dargento es un hombre de principios, pero está lleno de soberbia. Emilio Peralta es un periodista de principios pero, al final, renuncia a la denuncia. El guerrillero es implacable, pero lo enternece su madre.

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