Víctor Andrés Ponce
"Los evangélicos vieron en Sendero al anticristo"

Por José Gabriel Chueca
Fuente: Peru21, Lima 10/03/05

En Rinconada, un pueblo imaginario del valle del Apurímac -zona bajo el férreo control de Sendero Luminoso (SL) en los 80 y 90-, un profesor de colegio llamado Nicomedes Sierra inicia su venganza por la muerte de su mujer, provocada por el senderista Porfirio Meléndez. ¿El resultado? La contrarrevolución que, a la postre, acabaría con el movimiento terrorista más cruel de América: las rondas campesinas, que actuaron junto con un invaluable aliado -según sostiene el autor de la novela De amor y de guerra-, el credo evangélico. El drama de un hombre ilustra, en esta tercera novela del periodista Víctor Andrés Ponce, detalles de la complicada guerra entre peruanos que, durante dos décadas, angustió a todo el país.
 

¿Qué investigaciones ha realizado para escribir esta novela?
He tenido interminables conversaciones con Pompeyo Rivera, el 'comandante Huayhuaco' -el 'comandante Ardilla', en quechua-. He conversado con militares, senderistas, pastores evangélicos, con todos los actores. Y logré armar una historia en las alturas del valle del río Apurímac.

¿Por qué eligió ese escenario?
Ese valle está en ceja de selva. Ahí están Huanta y La Mar, la zona conocida como Sello de Oro, lugar que, después del primer congreso de SL, fue mencionado como el remate del gran salto. Aunque nunca lo dijeron explícitamente, era obvio que era un punto estratégico, por lo cual los campesinos creyeron que esa sería la nueva capital del Estado senderista.

¿Por qué se interesó usted en esa zona en particular?
Sucede que los testimonios que recogí eran tan cruentos, la realidad era tan dura, que la ficción no lo soportaba. Recogiéndolos, además, comprendí que la guerra es la negación de cualquier tipo de humanismo. Por ello, el principal deber de un humanista, de un demócrata, no es juzgar la guerra sino evitarla.

¿Qué sentido encuentra en escribir sobre la guerra?
La guerra contra SL ha sido la más nacional que ganó el Perú. La guerra de Independencia fue de criollos contra realistas; la guerra con Chile fue del Ejército, de parte de Lima y las montoneras. La guerra con Ecuador fue entre ejércitos, pero la guerra contra SL fue nacional. Afectó desde los barrios más alejados y pobres hasta los más ricos, pero no tenemos un solo héroe.

Fujimori intervino en eso.
El fujimorato quiso apoderarse de la victoria y, por otro lado, las ONG solo mostraron a los campesinos como víctimas, pero se olvidaron de que ellos han sido dueños de su historia. Lo que hubo contra SL fue una de las movilizaciones campesinas más impresionantes de Latinoamérica del siglo XX, y eso nadie lo dice. El problema es que, cuando vencen, se ven obligados a relacionarse con el narcotráfico, que era lo que sostenía a SL. Y eso termina por carcomer a los ronderos.

Usted otorga un protagonismo fundamental a los evangélicos. ¿Por qué?
En el valle del Apurímac, el 70% era evangélico, principalmente presbiteriano y pentecostal. Al comienzo, ellos predicaban poner la otra mejilla. No estar con ningún bando. En la novela, yo planteo un debate entre los evangélicos, en el cual se impone la visión pentecostal, porque el otro pastor es asesinado. Entonces, si bien los profesores empiezan la guerra contra SL mediante las rondas, sabían que el triunfo era imposible sin convocar a los evangelistas.

Es curioso, pues eran profesores también los que trabajaron con SL.
En los pueblos del Perú profundo, por lo general, los profesores de las escuelas primarias son los líderes naturales que devienen en alcaldes, gobernadores, etc. Eso demuestra que el fracaso del proyecto educativo es, también, un componente del origen de la subversión.

Usted plantea en su novela un enfrentamiento entre dos fundamentalismos: el senderista y el evangélico.
Los hermanos se dan cuenta de que lo único que les queda es irse, pero los campesinos no pueden vivir sin su tierra. Y, por otro lado, tenían fe en su Dios. Entonces, recurren a una interpretación extrema de la Biblia y, basándose en el Apocalipsis, califican a SL como los soldados del anticristo, y a Abimael, como su representación. En mi investigación, concluí que los guerreros más feroces de nuestra historia han sido los hermanos evangélicos.

Usted ha hecho un trabajo de investigación. ¿Por qué eligió escribir una novela en lugar de hacer un ensayo o un libro de análisis?
Cada uno tiene su opción. Yo creo que la literatura es el mejor instrumento para conmover a los hombres. Yo he dejado el periodismo porque creo que es demasiado frágil, que muere con el tiempo. La literatura apunta más allá de eso. Quise construir un universo -al modo de Comala o Macondo- que condensara todo esto. Yo creo que la literatura tiene la capacidad de remover las verdades. ¿Por qué somos un país jodido, partido en pedazos? Porque no nos damos cuenta de que está paz que vivimos aquí, mientras tomamos un café, la lograron ciudadanos de 'segunda clase', que viven allá y que, ahora, están enfrentando otra vez los mismos problemas.
 

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