Carlos Oquendo de Amat
Versos de 80 años en 5 metros de poemas Versos de 80 años en 5 metros de poemas

Por Carlos Meneses
Fuente: Identidades Nº 93, Lima 19/09/05

La poesía de Carlos Oquendo de Amat se mantiene incólume por razones afectivas. Provista con gran sentido del humor, calidez y eminentemente visual, la obra de Oquendo de Amat es uno de los pilares sobre los que se funda la poesía peruana contemporánea.

Vencer al tiempo es una de las demostraciones de mayor validez de una obra literaria. Conseguir que fragmentos de una novela o cuento o versos de un poema se recuerden tras el paso de los años es una verdadera hazaña que muy pocos logran. Escasos y famosos poetas en lengua castellana han trascendido los siglos: Manrique, Quevedo y posteriormente Darío, Vallejo y Neruda, entre otros. Carlos Oquendo de Amat (Puno, 1905-Navacerrada, España, 1936) es autor de un sólo libro, 5 metros de poemas (1927) que contenía solamente 18 poemas, y escasamente siete u ocho más publicó en vida fuera del libro mencionado. Una clara demostración de que la cantidad es elemento insignificante en estos casos. Se sigue recordando esa publicación, se han hecho reediciones en el Perú, México, Argentina, España, Estados Unidos y fue traducido parcialmente a varias lenguas. La poesía de Oquendo ha superado las barreras del tiempo y todo parece indicar que seguirá por ese camino.

Desde que Oquendo escribiera su primer verso hasta la actualidad han corrido más de ochenta años. Su primer poema conocido es “Aldeanita”, que data de 1923. La mayoría de los otros poemas del libro pertenecen a 1925. En todo ese tiempo transcurrido, muchos versos no se han desvanecido y no sólo eso: siguen en la memoria colectiva de quienes leen y gustan de la poesía. Difícilmente se dan varios casos similares entre los poetas peruanos ya desaparecidos. Vallejo, Eguren, Moro y algunos más han alcanzado ese privilegio que Oquendo empieza a lucir tras cumplirse el primer centenario de su nacimiento.

En una revista estadounidense de Kentucky, se publicó hace cuatro lustros un trabajo coral sobre el poema “Lluvia”, que no pertenece a 5 metros de poemas. Media docena de profesores habían traducido este poema y se publicaban las seis traducciones, así como explicaciones sobre la traducción de cada uno de los profesores y el motivo que los había inducido a este trabajo. Esto ya es razón suficiente para pensar en la importancia de la producción del poeta que durante muchos años pasó desapercibido, no sólo en el extranjero, lo grave es que no se hablara de él en su propio país y que solamente se le tuviera en cuenta en antologías donde resaltaba el poema “Madre” y se daba casi siempre equivocados datos biográficos.
 

Los versos de Oquendo

Aunque la poesía vanguardista de Oquendo, para unos de raíces creacionistas, para otros críticos ultraístas o surrealistas, es la más llamativa por su variedad visual, por sus contenidos de veloz lectura, por la originalidad –para aquellos tiempos– de utilizar formas, nombres y agilidad cinematográficos, son otros los poemas que han merecido mayor atención por parte de la crítica. “Madre”, del que se menciona casi siempre el verso: “Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura”. El llamado simplemente “Poema”, del que se citan los emocionados versos de amor: “Para ti / tengo impresa una sonrisa en papel japón”.
La posesión de ambos versos es diametralmente opuesta. Uno está dirigido a la madre del poeta, el otro evidentemente a una mujer que le ha causado gran impresión. No obstante las sustanciales diferencias, son dos de los versos que la memoria de los lectores de Oquendo sabe guardar.

Hay versos que trasmiten o una actitud irreverente por parte del autor o un mandato que puede sonar a ley. En el caso de Oquendo, hay varios de este estilo en observación. Por ejemplo: “Se prohíbe estar triste”, del poema “Mar”, no es una orden tajante; es un consejo o más bien el deseo de Oquendo de que nadie sufra. A pesar de la fuerza con que establece la prohibición, se siente la bondad del poeta y, por qué no, el buen humor que casi siempre lucía.

En cuanto a la ternura, hay un evidente parentesco entre Oquendo y Vallejo. En el poeta de Santiago de Chuco, el aspecto tierno aparece continuamente y se nota más, puesto que la obra de Vallejo es bastante más extensa que la del vate puneño. En los dieciocho poemas que Oquendo reunió en su único libro, la ternura se concentra en el tantas veces mencionado “Madre”, que es prácticamente una loa, un agradecimiento a esa mujer que en el estado de inferioridad física y económica en que se hallaba supo ayudar a su hijo.
 

Buen ánimo

A nadie escapa que detrás de toda la parafernalia cinematográfica que Oquendo utiliza hay una alta dosis de buen humor. No se llega a establecer si es el humor el que mueve la maquinaria del cine o es ésta la que determina el buen humor. En poemas como “Reclame” (1923) “Film de los paisajes”, “Nueva York” y “Puerto” (todos de 1925), se puede apreciar con gran claridad que hay risas y sonrisas detrás de cada verso, hasta detrás de cada palabra. El poeta se divierte en el cine y parece que aun más escribiendo como si él estuviera dirigiendo una película. Autoerigido en director, bromea, organiza la desorganizada ciudad de Nueva York, la retrata con ojos de hombre de cine, manteniendo la velocidad, las aglomeraciones y la vida agitada.

En medio de todo eso van surgiendo nombres de actrices y actores de Hollywood, movimientos que sólo se pueden lograr en la cinematografía: “Mary Pickford sube por la mirada del administrador” o “Rodolfo Valentino hace crecer el cabello”. Y no olvida dar otra orden: “Nadie podrá tener más de 30 años”. Quien cumplió a rajatabla con esta disposición fue él mismo: Oquendo murió cuando le faltaba un mes para llegar a los 31.
Y no contento con todo lo expuesto en ese poema determina un final apropiado. Que en la mañana en que está ocurriendo todo lo que cuenta de Nueva York, una muchacha se lleve prendido en las trenzas un cartel en el que se lea: “SE ALQUILA / ESTA MAÑANA”. Un final que conduzca a la risa, sino al buen ánimo del espectador-lector.

En todos los poemas de Oquendo hay coherencia, como se puede observar en “New York” donde hasta el final que parece muy espontáneo ha sido muy bien pensado.
 

Poesía del tiempo

Hay otros versos que se pueden tomar como frases sueltas, frases de un lirismo impresionante. “La luna crecerá como una planta”. “Mírame / que haces crecer la yerba de los prados”. “Jardinera de mi beso”. “moú Abel tel ven Abel en el té”. O “los cinco pétalos de una canción”. Emoción, humor, ternura, reflexión, un conjunto de características imponente.
Difícilmente en tan poco se puede escribir tanto. Los poemas de Oquendo no han quedado prisioneros de su época, no son sólo poemas vanguardistas que extraídos de esa etapa pierden fuerza como las flores sin agua. Es poesía capaz de transcurrir en el tiempo, de emocionar a lectores de varias generaciones, como ya lo ha hecho. Este año celebramos los cien años del poeta y los 80 de muchos de sus versos. Posiblemente, los homenajes a la obra y al autor prosigan durante muchas décadas en adelante.
 

La soledad crítica

Durante muchos años, Carlos Oquendo de Amat permaneció en el olvido. Tal vez el haber muerto lejos del Perú o el hecho de haber dejado el país porque la Policía le hacía la vida imposible debido a su militancia comunista, fueron los motivos. Mario Vargas Llosa se encargó de recordar al poeta de la camisa colorada en 1967, y a partir de entonces se sucedieron artículos y libros sobre la vida y la muerte de Oquendo.

La crítica seria a su obra no ha sido abundante. Es el aspecto que aún falta. Un libro que trabaje en el análisis de sus escasos poemas. Que conecte los hechos descritos en las biografías (incluida la mía) con el trabajo literario y que determine las influencias recibidas por el poeta tanto de orden nacional como internacional. Oquendo ha quedado como un ave con encanto a la que todos ven a la distancia y nadie se preocupa por los registros de su voz.
 

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