Fernando Iwasaki
"La historia del Perú es muy literaria... termina mal"

Por José Gabriel Chueca
Fuente: Perú21. 27/07/05

 

Entré a la Universidad Católica a los 16 años. Siempre pensé estudiar Historia. Definitivamente, en casa no era la idea más celebrada, pero quería hacerlo. La historia peruana, entonces, me parecía como incompleta, con una mirada tradicional un poco engañosa. Ahora que me dedico a la literatura, sigo pensando que es muy interesante, porque es una historia que termina mal, y eso es muy literario", cuenta Fernando Iwasaki.
 
¿Desde cuándo tiene esta inclinación literaria? 
Siempre la tuve, pero por cobardía quizá y por falta de información no fue mi primera opción. En realidad, tenía pánico de no ser un creador; entonces, la Historia me pareció una buena alternativa. 
 
¿Ahora de qué vive? 
No de la literatura. Ya me gustaría. Pero no pierdo la esperanza de vivir, por lo menos, de sus alrededores: conferencias, cursos, encargos de prólogos, colaboraciones para prensa. Y, si da el tiempo, de escribir libros que sirvan para obtener adelantos, que son la gran entrada de un escritor. Porque los escritores que viven de las ventas de sus libros -sean españoles o latinoamericanos- son pocos. 
 
Hace muchos años, se denunció un plagio en un artículo periodístico suyo. 
A la distancia, lo veo como algo que tiene que ver, por supuesto, con la inconsciencia. Siendo muy joven, no era consciente de la necesidad de hacer referencias, aunque no fuera una publicación académica. Luego, el tiempo pasa y lo que lo respalda a uno es su trabajo. En su momento -eso fue hace 20 años- me preocupé, me sentí realmente solo. Pero uno madura a base de errores. 
 
Usted se fue del Perú en los 80, años muy difíciles. 
Yo me había ido a España en el 85. Regresé en el 86, ya con mi esposa, que es de Sevilla. Y acá vivimos los años de Alan García, durante los cuales el sueldo no alcanzaba para nada. Lo que vino luego fue la campaña electoral de Mario Vargas Llosa, con quien colaboré mucho. 
 
¿En el movimiento Libertad?
Sí. Pero en marzo del 89 renuncié, porque, además de haber obtenido una beca para ir a España, no estaba de acuerdo con la alianza que se firmó con AP y PPC. Aunque Vargas Llosa estaba primero en las encuestas, para mí era claro que se había desnaturalizado el mensaje.
 
¿Sigue el Perú desde Sevilla?
No. Hasta el 93, yo escribía artículos de opinión sobre el Perú. Eran los años del autogolpe de Fujimori, y me di cuenta de que había mucha gente contenta. Y mi opinión era absolutamente censurada aquí. Entonces, tiré la esponja. Dije, 'no estoy en el Perú, para mí es muy fácil opinar desde España y no sé cual es la realidad cotidiana' y, casi desde el 94, no escribo ni opino a la distancia. 
 
¿Y sobre producción literaria? 
De escritores sí sé más. En España, aparte de Vargas Llosa y Alfredo Bryce, a quienes aprecio y que sé que están ahí para cualquier cosa que pueda necesitar, conocí a Jorge Eduardo Benavides y a Santiago Roncagliolo. Y estoy en contacto con Carlos Herrera, con Grecia Cáceres, e intento que me cuenten qué cosa interesante se publica acá. Me han hablado de José Piérola, y estoy llevándome sus libros, igual que los de Prochazka o Planas. 
 
En El derby de los penúltimos -cuento ganador del Copé- y en Neguijón, usted maneja el lenguaje de época como herramienta literaria. 
Ese cuento y esta novela tienen una relación grande. El primero persuade al lector de que el hecho narrado inspira a Borges a escribir el cuento El sur. En Neguijón también intento persuadir al lector de que algunas cosas relatadas influyen en un personaje, el Muñones, para que escriba, luego, una novela llamada El Quijote. A mí me gusta ese juego metaliterario. 
 
El dolor es constante en esta novela. 
El dolor, el gusano y el sacamuelas aparecen de modo muy pronunciado, pero superado ese primer nivel, se pasa a otro, que es la literatura del Siglo de Oro, del cual, usualmente, recordamos a Cervantes, Lope de Vega, Góngora o Quevedo. Pero, a lo mejor, no pensamos en Fray Jerónimo de Farfán y su Tratado sobre la fornicación simple... terrible, para empezar, porque supone que existe una fornicación compleja. En el barroco español nos encontramos con una cultura absolutamente delirante, donde la religión, la magia y la ciencia están mezcladas, y yo deseaba que esa cultura barroca adobada de literatura estuviera en la novela. 
 
Parte del juego es que el relato sea verosímil. 
Lo que le da verosimilitud a la trama es que hay muchos personajes históricos reales. Sobre la beata Luisa Melgarejo, yo mismo hice un estudio. En el último capítulo de la novela, esta beata se somete a la extracción de todas sus muelas, y con ello se plantea el tercer nivel de la novela: el fundamentalismo religioso barroco llevado a una expresión máxima y que, incluso hoy, en el siglo XXI, existe, y no solo en lugares musulmanes, sino también en el propio Occidente.

 

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