Todavía hay quienes extrañan la aparición de un nuevo 'Vargas Llosa' o un 'Ribeyro, por citar algunos ejemplos de lo más apreciado de nuestra literatura. Sin embargo, una nueva generación de escritores peruanos ya está aquí, con buenas perspectivas para tomar la posta. Uno de ellos se llama Alexis Iparraguirre, ganador del Premio Nacional PUCP 2004 de Narrativa con su libro de cuentos El inventario de las naves.

 

Se dice que sale mucha narrativa aburrida, pero tu obra escapa a eso.

Hay un grupo de autores que pertenecen al 'establishment' y, por eso, ya no se sienten motivados a competir. Algunos escribieron muy buenos libros en sus inicios, pero después cayeron en el aburrimiento. El crítico literario Harold Bloom decía que no solo se debe escribir para expresar todo lo que hay que decir, sino para competir contra aquel que anteriormente dijo lo mismo, pero mejor. 

 

¿Y contra quiénes eres parricida?

Hay una sombra para el peruano y latinoamericano en general: el 'boom' de los años 60 y 70. Supuestamente ha muerto, pero para nosotros es como el fantasma del papá de Hamlet. Desde mi chiquititud, mi pelea es contra esa generación que ya ha dicho lo fundamental.

 

¿Crees que tu novela puede alcanzar la masividad de un libro de Bayly?

No hay forma. Sus libros están dirigidos a un tipo de lector muy definido, el mismo que en la época virreinal se quedaba leyendo los textos satíricos que se colgaban en las plazas. Con eso la gente se reía y se enteraba de los chismes de la Lima antigua. Sin embargo, eso no se confundía con la gran literatura de autores como Torcuato Tasso ni con textos académicos. Cada público respondía a un género.

 

¿Cómo se origina tu libro?

Este libro se escribe por una motivación muy simple. En 1994 fui a una fiesta donde estaba una chica de Los Reyes Rojos que me gustaba mucho. Ahí me enteré de que, como regalo, le había mostrado sus senos al cumpleañero. Yo me indigné tanto que me dieron ganas de matar a todos en la fiesta.

 

¿El incidente de la chica está en tu cuento 'Sábado'? 

(Risas). Puede ser. 'Sábado' tiene como 10 versiones, cada una relacionada con el libro en el que le tocaba estar. Esta idea la hemos tomado un grupo de escritores jóvenes de Italo Calvino, quien relacionaba orgánicamente sus cuentos. Estas múltiples historias, con tonos distintos, van configurando un panorama de fondo diferente, una historia nueva que redondea a todas. 

 

¿Qué historia redondea tu libro?

Mi unidad es el Apocalipsis, con el que me relaciono a partir de una abuela muy católica que me hacía leer siempre la Biblia, pero prohibiéndome esa parte. Cuando lo leí, me traumaticé: la escena del dragón que asedia a 'la mujer con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas sobre su cabeza' fue muy fuerte. En mis cuentos, este fin de los tiempos yo lo llevo al nivel de un barrio.

 

Un barrio que por momentos parece y no parece Lima.

Esto es una influencia muy fuerte de 'La muerte y la brújula', de Borges, donde Buenos Aires se vuelve una ciudad borrosa, los apellidos son raros... Seguí su receta de 'desrealización'. 

 

¿Cómo ves el futuro de nuestra literatura?

Muy bien en términos de posibilidades: Carlos Gallardo, Marco García, Luis Hernán Castañeda. lo que me molestaría es que, en un futuro cercano, nuestras cotas artísticas dejaran de ser altas: el mayor enemigo de un escritor es la comodidad.