Osmar Gonzales Alvarado
La escritura de los esclavos en la colonia<br>La letra con sangre entra La escritura de los esclavos en la colonia
La letra con sangre entra


Por Osmar Gonzales Alvarado
Fuente: Expreso, Lima 15/01/06

Nuevo libro de José Ramón Jouve Martín ofrece un importante aporte para conocer cómo los esclavos negros aprendieron a instruirse respecto a sus derechos civiles.
 
Carlos Aguirre señala las estrategias que utilizaban los esclavos negros de la sociedad colonial peruana para mitigar o erradicar su situación: una era la rebeldía, el enfrentamiento, el cimarronaje; la otra era la apelación legal, que implicaba necesariamente el uso de la escritura. Sobre este aspecto José Ramón Jouve Martín ha realizado un aporte sustantivo en su más reciente libro*. Los afrodescendientes, a pesar de ocupar los últimos escalones de la sociedad colonial, utilizaron en su provecho este bien cultural.
 
El espacio geográfico y social más propicio para el uso de la escritura fue la ciudad, centro de la dominación política colonial. Diferente era la situación en las haciendas y en el mundo rural. Esto se debía a dos cosas. 
 
Primero, a que en la ciudad, al ser el centro del poder, se utilizaba la escritura como un instrumento de dominación con mucha más intensidad que en el campo; segundo, a que en el espacio urbano, los negros estaban más integrados a la cultura letrada, especialmente las mujeres, gracias a sus labores domésticas, más cercanas a la vida cotidiana de los hogares coloniales.
 
La relación con lo escrito por parte de los esclavos negros se inicia desde el primer momento que marca su destino, es decir, desde su captura y venta. 
 
Para cumplir con los requisitos del intercambio comercial se debía emitir una serie de documentos, como licencias de embarque, contratos de compra, declaraciones aduaneras y otros. Aquí es muy clara la identificación entre escritura y dominación. En nuestras tierras, la utilización del texto escrito simbolizaba la organización vertical colonial, pues era privilegio de las élites, que controlaban la administración de justicia, los tribunales y el poder eclesiástico.
 
Justamente, a partir de las palabras de la fe -de la evangelización-, es que los esclavos negros tienen su primer contacto con la escritura. El autor describe muy bien el papel de la palabra hablada como puente entre la cultura letrada y la población analfabeta, en este caso, entre la Biblia y los afrodescendientes. La ecuación era sencilla: a menos letrados más esclavitud, y viceversa. Con ello se aseguraba la reproducción del orden social. Pero, como siempre en la historia, se encuentran excepciones: la que representan los negros sacerdotes que, para ordenarse, debían demostrar conocimiento del latín, lo que implicaba su inserción en el sistema educativo formal. (San Martín de Porres, por el contrario, era analfabeto).
 
Hubo otras formas en las que los negros se relacionaron con la escritura: mediante la lectura de bandos, o de documentos en ceremonias civiles y religiosas. Otros usos fueron para impedir, en el terreno legal por parte de las mujeres negras, la separación de sus cónyuges, para ser admitidas en los conventos, para regular las relaciones de pareja y familiares y para redactar testamentos; por medio de estos adquirían estatus, prestigio y diferenciación. Los gremios fueron un importante espacio social de acercamiento de documentos escritos (recibos, facturas, contratos) con la población afrodescendiente.
 
También existieron los mediadores que permitían que los afrodescendientes tuvieran contacto con la cultura escrita: los escribanos y los escribas. Por medio de los escribanos los negros podían obtener sus cartas de libertad, fundamental para intentar su integración en la sociedad colonial. El escriba (cualquiera que supiera leer y escribir) carecía del sostén legal de los escribanos, y se dedicaba a la redacción de textos al margen de la "escribanía colonial". Los negros que tenían un conocimiento -aunque sea mínimo- de la lectura y la escritura podían firmar sus documentos.
 
En tanto bien cultural, la escritura tuvo un uso diferenciado, según el grupo social que lo poseyera: funcional para el poder, en manos de los negros servía para socavarlo. Pero, como afirma Jouve, la comunidad de afrodescendientes no alcanzó una "unidad política centralizada", por ello, la escritura no pudo ser un vehículo de articulación de narrativas histórico-legales de esta comunidad, aunque sí permitió introducir-subrepticiamente- sus formas de sentir y de pensar en el discurso oficial. Ya en el siglo XIX, los negros -especialmente los libertos, los palanganas- mostraban un mejor manejo de la escritura y podían componer décimas y las letras de sus canciones. No olvidemos que la polémica segunda estrofa del himno nacional fue escrita por negros precisamente. Más adentro 
de la cultura oficial no pueden estar... qué bien.
 
 
* Jouve Martín, José Ramón: "Esclavos de la ciudad letrada. Esclavitud, escritura y colonialismo en Lima (1650-1700)". Instituto de Estudios Peruanos, Lima 2005.
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