Osmar Gonzales Alvarado
Las palabras esclavizantes Las palabras esclavizantes

Por Osmar Gonzales Alvarado
Fuente: Lima, Febrero 2006

Mientras José Ramón Jouvet explica cómo utilizaron los esclavos negros la palabra escrita para liberarse de su condición, Marcel Velásquez(1) revela cómo la escritura fue utilizada para encerrar a los afrodescendientes en estereotipos y representaciones racistas. Dicho de otra forma, el uso de la palabra escrita no es objetivo ni inocente; por el contrario, la escritura está cargada de sentidos otorgados por el que enuncia.

 
La imposibilidad de imaginar una comunidad nacional
 
Desde los años previos a la instauración de la República, el principal tema de debate fue cómo conformar la nación peruana, nuestra propia comunidad imaginada, según el término de Benedict Anderson. Varios eran los obstáculos que impedían este ideal: desarticulación del territorio, ausencia de una lengua común, fragilidad institucional y, por supuesto, la diversidad étnica, que cuestionaba el proyecto homogeneizador ilustrado.
 
La mayoritaria población indígena en la composición demográfica nacional y la predominante presencia afroperuana en la ciudad, especialmente en Lima, colocaban a las élites ilustradas ante una contradicción incómoda: cómo construir un discurso integrador (nacional) que al mismo tiempo mantuviera en condición de marginalidad a los grupos étnicos subalternos; en otras palabras, casi burdas, la construcción de la nacionalidad no debía significar perder su fuerza de trabajo. Se despreciaba, en los hechos, a indios y negros, pero al mismo tiempo se les necesitaba.
 
En esta disyuntiva sin solución el discurso racista se apodera de los pensadores, quienes tratan de establecer un momento fundacional pero que son incapaces de abandonar viejos estereotipos sobre los contingentes étnicos subordinados. Esta aporía es la que estudia Velásquez con respecto a las visiones que los ilustrados y racionalistas de los siglos XVIII-XIX tenían sobre la comunidad negra en particular. La hipótesis que sostiene es que las visiones heredadas desde la Colonia persisten, ahora arropadas de una gramática social distinta, que las encubre pero no aniquila.
 
 
El discurso racista
 
Por medio de las imágenes que se reproducen tanto en los textos literarios como en las narrativas políticas, Velásquez devela el racismo que trata de ser ocultado, aunque en muchos casos se presenta sin mayor pudor. Lo que sostiene el autor es que quien delimita el discurso, el que enuncia y provee significados a la supuestamente natural inferioridad de los afrodescendientes es el "sujeto esclavista". Este es quien prefigura las características de la comunidad negra presentándola dentro de estereotipos denigrantes. En este sentido, el sujeto esclavista, dueño del lenguaje, esclaviza al sujeto afroperuano por medio de las palabras y las representaciones textuales.
 
En efecto, sea desde la literatura, la política o la crítica social, los miembros de la comunidad negra son descritos de manera prejuiciosa, temerosa o llena de odio. Así, los negros son presentados como niños que necesitan protección de los que sí saben, pero también como traicioneros, violentos, rebeldes, alejados per se de la cultura y la civilización. Y esto sin importar la posición ideológica del que enuncia: Ricardo Palma o Manuel González Prada, Flora Tristán o Pardo y Aliaga, Manuela Gorriti o Mercedes Cabello de Carbonera, Fernando Casós o Concolocorvo, Vidaurre o Pando, entre otros, que analiza Velásquez.
 
 
Negro feo, negra rica
 
Un elemento que actúa persistentemente en los discursos es el aspecto sexual: mientras al hombre afrodescendiente se le teme por su supuesta potencia sexual que puede violar y ensuciar la casta virtud de las hijas de los blancos (y de su cultura), a las mujeres negras se les desea, aunque su sensualidad puede causar transtornos, sus movimientos y erotismo atraen y pueden llevar a la perdición. Por eso, a aquél es mejor eliminarlo, y a ella es más apetecible poseerla. Pero en ambos casos, hombre y mujer negros son considerados cuerpos sin mente, sin subjetividad ni identidad; y sus costumbres son ubicadas en los límites de la humanidad, más cercanas a la naturaleza y lo animal, aunque en algunos casos es peor: los afroperuanos son vistos y tratados como objetos insensibles.
 
La utopía republicana no fue capaz de integrar y de fundar un discurso de integración, y esta incapacidad ha permitido la permanencia en nuestras mentalidades de un racismo encubierto y de franca denigración cultural de los otros diferentes. Esto es muy significativo en el caso de los negros, pues la cultura criolla le debe muchos de sus aspectos que la identifican.
 
La conclusión de Velásquez es inquietante porque nos llama la atención acerca de lo que todavía alimentamos los peruanos en nuestras percepciones y sentimientos, aun cuando revistamos nuestras opiniones de razón y de ciencia. Los límites de la humanidad a veces parecen estar por nuestros linderos.
 
 
(1) Marcel Velásquez Castro, Las máscaras de la representación. El sujeto esclavista y las rutas del racismo en el Perú (1775-1895), Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Banco Central de Reserva del Perú, Lima, 2005
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