Juan Gargurevich Regal
Última Hora: un diario popular<br>De la replana al lumpen lenguaje chicha Última Hora: un diario popular
De la replana al lumpen lenguaje chicha


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Fuente: Expreso, Lima 23/05/05

La reciente aparición del nuevo libro de Juan Gargurevich R., Última Hora. La fundación de un diario popular (La Voz Ediciones, Lima, 2005) es una interesante reconstrucción tanto del contexto nacional como de las características mismas de un diario que revolucionó el periodismo en el Perú, especialmente en el lenguaje y sus modos de comunicarse, desde su fundación, ocurrida en 1950.

Sin perder de vista los antecedentes históricos del periodismo en nuestro país y enlazando la "aventura periodística" a los intereses económicos que la hacen posible, Gargurevich nos recuerda que Última Hora fue parte del proyecto de Pedro Beltrán, representante de la fracción de la burguesía agraria que aspiraba a llegar a la presidencia de la República. Beltrán fue director del diario La Prensa y comandó un proceso de modernización que dejó escuela en el periodismo nacional y que forjó brillantes profesionales.

Si bien Gargurevich abarca todo el recorrido de Última Hora, es decir, desde 1950 hasta 1991, año de su desaparición de los quioscos, lo central de su análisis se encuentra en el momento fundador: 1950-1953 que es el que definió la personalidad del mencionado vespertino. Así, el autor nos recuerda el reinado del mambo, los personajes de la época, los periodistas del momento, los sucesos mundiales más trascendentales (son los años posteriores de la entonces reciente Segunda Guerra Mundial y el estallido de la Guerra de Corea), la influencia de la radio (aún no se había inventado la televisión), la coyuntura política (estaba en la cúspide del poder el general Manuel A. Odría, la clandestinidad del APRA, el asilo en la Embajada de Colombia de Haya de la Torre, la persecución de la oposición), entre otros aspectos que nos dan una cabal idea del momento en que surgió el diario más popular (en su doble acepción: más identificado con el pueblo y el más exitoso) en su momento.
¡Quién que bordee los cuarenta años no ha reído y disfrutado con alguno de los ingeniosos titulares de Última Hora! La replana al servicio del periodismo y de una comunicación intensa y profunda con los lectores, especialmente de los sectores populares. Lamentablemente, se trata de un sentido de comunicación que ahora se ha pervertido y que tiene su expresión más sucia en los llamados "periódicos chicha".

En Última Hora el titular era el gancho para la venta, pero en los interiores había un periodismo de verdad, hasta la página de espectáculos -de Guido Monteverde- estaba bien escrita y fundó cánones. Ahora, los sucesores chicha (en otras palabras, mercenarios que usufructúan el periodismo) han trastocado todo: la forma por el fondo, el chisme por la noticia, la insinuación por la investigación, las ventas por los valores. Última Hora alcanzó records de ventas al mismo tiempo que creó una manera de hacer periodismo.

Este diario no se inmiscuyó en la disputa política por mandato expreso de los dueños (Beltrán y su grupo), en todo caso, para eso estaba La Prensa. Es sintomático lo dicho, pues luego de unos años de tanta densidad ideológica (piénsese en los primeros 30 años del siglo XX, es decir, los de Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero, Haya, Mariátegui, etc.) y de formación de agrupaciones políticas trascendentales (el Partido Aprista, el Partido Comunista que dirigió Eudocio Ravines, que luego renegó del marxismo para plegarse a la oligarquía y que fue, cosas de la vida, el primer director de Última Hora) el enfrentamiento político pasó fundamentalmente por el periodismo y los grupos de presión.

En efecto, recordemos que la vida política sufría de otra etapa de oscurantismo, como es costumbre en la vida peruana. Los partidos radicales y populares (aprismo, comunismo) fueron confinados a la ilegalidad. Incluso, ciertos sectores de los grupos privilegiados también fueron hostilizados por no corresponder a los planes del dictador, Odría, quien en elecciones amañadas se mantuvo en el poder, eliminando de la competencia a sus adversarios. En otras palabras, los partidos políticos, base de la competencia política, prácticamente desaparecieron de la escena oficial.

Por otro lado, la disputa de ideas ya no se vio reflejada en los programas partidarios ni mucho menos en obras de largo aliento (como sucedía en la etapa anterior, previa a 1930). Las ideas y las propuestas político-ideológicas se canalizaban por los años cincuenta del siglo XX vía los medios de comunicación, especialmente los diarios. La opinión pública encontraba en ellos la base de su conformación. Más aún, recordémoslo, en un país que comenzaba a despoblarse en las provincias para súper poblar la capital por la vía de las migraciones masivas del campo a la ciudad. Se forjaba un nuevo público, una nueva audiencia, con su propio lenguaje y circunstancias. Y fue justamente ahí adonde apuntaron, con éxito indiscutible, los nuevos periodistas del periodismo nacional, representados por Última Hora: nuevo lenguaje escrito -como si fuera hablado, alejado del acartonamiento e, incluso, de la pulcritud lingüística-, alejado de la política y, al mismo tiempo, con mucho profesionalismo.
¿Qué pasó desde entonces hasta el día de hoy? Simplemente la decadencia. No sólo periodística, claro está, sino también social, política, cultural. Nuestro periodismo, o una parte de él (grande o pequeña, que lo defina cada quien), es expresión de ese proceso de involución de la vida nacional. En todo caso, el estudio del periodismo, de su historia, de sus personajes, de sus formas, son una vía para reconocernos como colectividad (virtuosa o degradada, no sé), como partes de una difícil trayectoria como sociedad.

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