Peter Elmore
En mis textos lucho contra el lugar común En mis textos lucho contra el lugar común

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Fuente: Peru21, Lima 23/08/06

Peter Elmore es uno de nuestros críticos literarios más destacados. Sin embargo, es también un creador. Acaba de publicar El fondo de las aguas (Peisa), su tercera novela, en donde habla de una ciudad siniestra y violenta (¿Lima?) que es redimida por el amor.
 

¿Sus novelas nacen de una idea?
En su génesis, las tres novelas que he escrito han tenido: un personaje, una situación y una frase. En la novela hay ideas, pero su función no es ilustrarlas. En el ensayo, uno discute ideas que se transforman en forma. En el caso de las novelas, las ideas se desprenden de la experiencia de los personajes y del trabajo con el lenguaje.

¿Usted separa claramente sus territorios académicos y literarios?
La diferencia está en que mi imaginación y mi inteligencia involucradas en una novela no son las que participan en la construcción de ensayos. Lo que une ambos territorios es la preocupación por la exploración del lenguaje: lucho contra el lugar común. En el ensayo, sé de antemano hacia dónde voy; en la ficción, no.

¿Por qué?
En todas mis novelas (Enigma de los cuerpos, Las pruebas del fuego y El fondo de las aguas) hay un personaje enfrentado a un enigma, que yo, como escritor, no lo tengo resuelto de antemano. En el proceso de escritura voy descubriendo las soluciones, no solo en la trama sino en la consistencia de los personajes, a quienes voy conociendo en la redacción del texto novelesco.

¿Su novela es una metáfora de Lima, de su grisura y de su violencia?
Es más una representación de una ciudad siniestra, en el sentido freudiano del término: algo que es familiar y extraño al mismo tiempo. La precariedad, lo apocalíptico, la cercanía y la amenaza de la violencia están integrados en mi 'representación' de Lima. Para ello, tuve que desplazarla y no nombrarla.

¿También quiso universalizarla?
En parte es eso. También hay un desafío. Quise explorar una nueva dimensión. Para este fin, tuve que enrarecer Lima, al punto que no estuviese nombrada, pero sin hacerla abstracta.

¿Lima se presta para lo siniestro y, por eso, la trama y el título de su libro?
Es una lectura válida, pero Lima ofrece otras cosas. Aunque es innegable que hay una Lima gótica. En nuestro imaginario, Lima no es una ciudad festiva.

Creo que su estilo tiene una gran influencia de la literatura anglosajona.
Es difícil decirlo. Leo mucha poesía, pero no creo que se note en mi prosa. Me parece horrible la prosa que pretende ser o sonar poética. La idea de que el lenguaje tiene que ser compacto, de que las palabras tengan su propio peso y su propia presencia, me viene de la lectura de poesía.

¿Cómo ve nuestra narrativa actual?
Es difícil decirlo porque me siento parte de ella. Sin embargo, creo que las viejas disyuntivas entre escribir narrativa urbana o indigenista no existen más. La gran novedad en nuestra narrativa es que ahora, por fin, tenemos una 'clase media' de escritores con oficio, que encarnan distintas tendencias, con una amplia gama de poéticas, de registros estilísticos, que pueden sostener la expectativa del lector, no como creadores de grandes obras, sino como forjadores de una 'literatura'. Para tener una literatura nacional, no bastan tres o cuatro grandes autores.

¿Y cómo ve nuestra poesía?
Un país que produce, en un año, tres poemarios de la calidad de Un crucero a las Islas Galápagos (de Antonio Cisneros), Eucaristía (de Róger Santiváñez) y Cinco segundos de horizonte (de Mario Montalbetti), no tiene -de ninguna manera- a su poesía en crisis.
 

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