Alfredo Bryce Echenique
Confieso que he sentido Bryce Confieso que he sentido Bryce

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 01/06/05

Una vez más se zambulló en su memoria. Ha hurgado con cariño, con ternura, y a veces con indignación, personajes, situaciones, vividos en el Perú y en su largo tránsito por Europa. Alfredo Bryce desanda ameno, nostálgico, pero también como jinete del Apocalipsis, toda su vida en el segundo volumen de sus antimemorias que acaba de publicar con la editorial Peisa.

En su casa de Miraflores, con una paciencia de quien hace un alto en su largo trajín, a propósito de nuestro diálogo, el escritor reinicia un largo viaje para encontrarse con los recuerdos de escritores amigos, mujeres amadas, ires y venires al Perú. Nítida queda la imagen de mayo 68 en París, imborrables la figura y las querencias a Julio Ramón Ribeyro, a Cortázar, a García Márquez, entre otros amigos de la misma ruta.

Pero las antimemorias de Bryce no solo miran el pasado, también salta como agua en sartén caliente hechos, personajes del Perú presente, del Perú fujimorizado, alanizado y atoledado. Si la primera parte de Permiso para sentir, "Por orden del azar", es un paseo por la nostalgia, la segunda, "Che te dice la patria", como él ha dicho, "sacará roncha".
 

-La vida es perversa, sin solución. Lo único que vale la pena es estar a gusto con los amigos, dice un epígrafe de tu antimemorias. ¿La amistad para ti es una suerte de religión?
-Yo he vivido y vivo la amistad como un culto. Viajo solamente a países donde tengo amigos, no me interesa un lugar por su geografía, por su belleza o monumentos históricos. Ya me saturé de eso. Ahora, cuando me desplazo es en función de ver a amigos, y si no hay amigos, la ciudad no tiene interés. Las ciudades son mis amigos. Hay una hermosa frase de Vargas Llosa, quien dice que con el paso de los años, el país de uno se convierte finalmente en unos cuantos paisajes y en unos cuantos amigos. Ya lo dice Manongo Sterne en mi novela No me esperen en abril, a los amigos hay que perdonarles todo aunque jodan.

-¿Qué hace que Alfredo Bryce, a pesar de los años, siempre parezca un muchacho?
-Yo creo y a veces me hago la ilusión de que todavía es posible aplicar la máxima que se aplicó a sí mismo mi personaje Martín Romaña, prolongar la adolescencia hasta que te sorprenda la muerte. Yo creo que sí, el hecho de viajar, de vivir tanto, con tal pasión, mi relación tanto con los amigos como con las mujeres que he amado, con quienes he mantenido la amistad, con todas ellas, y a veces ellas se han hecho amigas entre ellas…

-Eso es casi milagroso…
-Sí, es milagroso y tengo la suerte de estar profundamente enamorado y ahora casado con una mujer que realmente me ama como soy, con todo mi pasado y con todas las personas que yo he amado.

Nostalgia a la peruana

-Has estado años fuera del país, años. ¿Te desarraigaste o has tenido como una suerte de latido la vida peruana?

-Para empezar, tuve la correspondencia inmensa, que duró hasta los años 80, con mi madre. Durante veinte años, semanal, puntual, larguísimas cartas -diez, doce páginas- con ella, que matuvieron a mi familia intacta. Yo nunca me alejé de ese consejo de Apollinaire que dice "viajar muy lejos, pero amando siempre su casa". Eso lo pude practicar gracias a mi madre, hasta que falleció. Después conté con la correspondencia de Francisco Mujica, gran amigo y gran abogado de la Backus Johnston. También la correspondencia de Federico Camino, un genio del género epistolar como no hay en el Perú.

-¿Viajar con rumbo de aventura a Europa, "a ser bohemio", como decían tus amigos, no te dio miedo?
-Eso de bohemio eran los amigos que no tomaban en serio a los escritores y se reían, esa es la actitud de la burguesía peruana que no lee. Así, de ese modo, no ha podido ser una clase dirigente siquiera, sino simplemente dominante, así está nuestro país de mal, porque no ha tenido gente que piense el Perú. En realidad, no hay un pensamiento político peruano, no hay pensamiento filosófico peruano, el único discurso maduro que ha creado el Perú, en general en América Latina toda, es el literario. Somos los escritores los que hemos hablado por primera vez como peruanos ante el mundo y no como copiones de programas políticos o programas filosóficos de otras sociedades nada que ver con la realidad peruana. Hay un artículo en la Constitución que dice que la enseñanza es gratuita y obligatoria para todos los peruanos, pero no hay un colegio ni profesores gratis, eso es surrealismo puro…

-Y legalizado.
-Legalizado y consagrado por la Carta Magna. Dios mío, esa carta de magna no tiene nada. Eso es André Bretón, surrealismo francés.

Amigos poetas

-Cuando llegaste a San Marcos y te sentías como un extraño, el primero en saludarte fue el poeta César Calvo.

-Yo tuve una amistad muy linda con César Calvo, conmigo siempre fue muy amigo, lo que pasa con él es que era un hombre que no parecía que amaba a las mujeres sino que las odiaba. Luego fue un hombre que se fue corrompiendo mucho, fue un aventurero como Santos Chocano, que no tenía moral. No son inmorales, son amorales, porque César podía ser inmensamente generoso. Hubo momentos en que yo estuve muy enfermo en París y César estuvo siempre allí, al pie del cañón, acompañándome con una fidelidad y un cariño impresionantes.

-¿Fue generoso saludarte en San Marcos?
-Sí, pero eso tenía dos caras, una, ésa, que le hice gracia verme despistado, intimidado, pues yo era un niño bien, y había gente que me miraba con malos ojos, o yo me sentía mirado con malos ojos, pues resultaron ser mis íntimos amigos y buenas gentes. Es decir, el doble filo de César estaba en la generosidad con que se acerca a mí, afectuosa, pero también había un poco el arribismo social, que yo le iba a llevar a sitios a los que por momentos no tenía acceso. O sea, dos lados, pues nuestra sociedad es así y eso está en las novelas inmortales como Rojo y negro de Stendhal, el hombre tiene que buscar una salida a su miseria.

-Hiciste tu tesis sobre Henry de Montherlant. ¿Has dicho que fue una tesis por equivocación?
-Sí, fue por error, porque yo quería hacer mi tesis sobre un libro que tenía mi abuelo, en realidad debí hacer sobre Maeterlinck.

-¿No te pareció gracioso dedicarle toda una tesis?
-Sí, justamente recordaba hace tres meses con Vargas Llosa que él me había dicho cómo puedes hacer una tesis de ese autor que es un canalla, un misógino. Entonces yo le decía no, no, pero es un gran novelista, y como novelista es bueno. Es un novelista que le gustaba a mi abuelo. Porque yo amaba a mi abuelo que había fallecido, y leer los libros que él leía es una forma de revivirlo, de conocerlo post mortem.

-Montherlant te ha dado un epígrafe muy simpático, "Hay que escribir como si uno estuviera muerto".
-Bueno, ese epígrafe yo creo que es un modelo, un código moral para un escritor. No solamente para sus memorias, sino para todo lo que uno hace como escritor. Es decir, escribir sin concesiones.

-Los autores del "boom" eran disciplinados. ¿Cortázar te liberó de esos rigores?
-No para la disciplina, porque Cortázar también era un hombre que se encerraba a escribir y era muy disciplinado. No, yo me refiero a la influencia liberadora que él tiene en mí porque yo escribía de una forma muy académica. Muy respetuosa de las reglas, de la gramática, de la sintaxis, etc. Y él pues me enseña que con una frase se puede deshilachar, se puede hacer digresiones, trabajar el lenguaje oral…

-O sea te desanudó.
-Esa es una excelente manera de decirlo: Me desabrochó el estilo. Estaba muy atado, muy ajustado y nació ese relato con Jimmy en Paracas. Cortázar sacó el escritor que había dentro de mí.

El Perú de Fujimori

-La segunda parte es una suerte de pieza nostálgica, de siempre regresar al Perú. ¿Nunca te fuiste?

-Nunca me pude ir. Nadie se va…, no, es una tontería, una vez me invitaron a Bilbao y me reunieron en una cena con peruanos que no tenían una referencia peruana. Esa noche me pareció que había comido con extraterrestres.

-En tu caso, el Perú te persigue.
-Yo no he parado de pensar, de leer, de vivir el Perú. He dado clases en la universidad de cosas relacionadas con el Perú: movimientos campesinos en el Perú, las migraciones, el paso de indio a plebe, el crecimiento de las zonas periféricas, la tugurización del centro de Lima, qué te puedo decir, el militarismo y la dictadura en el Perú, la historia del ejército peruano. Bueno, mil lecturas de libros de historia, de sociología, antropología, economía, incluso con dificultad, sobre el Perú.

-Y has padecido el Perú: una vez te secuestraron. ¿Cómo ocurrió?
-Yo salía todas las mañanas a caminar, a hacer ejercicios. Y mientras caminaba cerca de mi casa donde vivía antes, por Monterrico, me metieron a la fuerza cuatro gorilas en un automóvil. Y había uno que decía, no sé si para asustarme más todavía: "Cuidado, no se les vaya a ir la mano, muchachos". Como diciendo no lo vayan a matar. Sobre todo me convirtieron en un pelele de circo, me doblaron, me tiraron, como un bulto. Como media hora duró ese paseo. Me dejaron cerca de mi casa.

-¿Ese era un mensaje de Fujimori?
-Era un mensaje y me lo dijeron. Pórtate bien, cállate, como había fregado bastante cuando me negué a la Orden del Sol.

-¿Pensaste que el gobierno de Fujimori duraría?
-Los peruanos que vivimos fuera pero pendientes del Perú, así como no tenemos reflejos para reaccionar ante la pendejada criolla, a la agresividad, sí tenemos un reflejo que nos permite ver que este no duraría un día más. Así pensaba yo de Fujimori. La gente me decía tú estás loco, este tiene para veinte años más. No, no, por la soberbia, él se confundía con el acontecer nacional, él se creía la historia del Perú, él se creía el Perú. Su soberbia, su vanidad era tal, que ya pues debía estar podrido.

-La vanidad.
-Y la cantidad de ayayeros. Ya no veía ni que la cosa se le estaba descomponiendo por todos lados.

-¿Y por qué crees que en nuestro país ocurren esas cosas?
-Por falta de una clase dirigente, fundamentalmente. Ahora, estamos en busca del líder perdido. Somos un país en busca de un líder honrado e inocente, pero allí están todos los viejos políticos, todos jodiendo de nuevo, todos quieren ser candidatos, todos quieren ser diputados, todos quieren ser presidentes. Y el pueblo a ninguno le da ni el veinte por ciento de los votos.

-¿La vieja clase política no quiere ceder el paso a los dirigentes jóvenes?
-Tampoco surgen jóvenes. Y esos políticos narcisistas que se ven a sí mismos y nada más y acusan a cualquiera con tal de mancharle y al final no es verdad. Luego, no importa, pero ya lo dijo.

-Y ya jodieron.
-Ya jodieron. Y la verdad es que el pueblo se ha divorciado por completo de ellos. Nunca ha habido un parlamento. Martha Hildebrandt se levantó en una sesión y dijo: "Este es el parlamento más mediocre que he visto en el Perú". Y hasta los tránsfugas otra vez transfugando.

-¿Increíble, no?
-Sí, allí está (Anel) Townsend. Esa señorita que todo el mundo dice que vale mucho, pero yo lo único que veo es cambiarse de color todo el día. Que sea una mujer honesta. Es pura ambición, no me digan lo contrario.

Amores por San Marcos

-Has dicho que te gustaría enseñar en San Marcos.

-Sí, pero no dar clases semestrales, sino conferencias. Quiero dedicarme a escribir (risas). Quiero mi tiempo egoístamente para escribir. Pero sí me gusta mucho ir a San Marcos. Es la única Universidad que yo considero que amo realmente.

-¿Ya no te gustaría enseñar en la UPC?
-No, jamás, jamás, ni por todo el oro del mundo.

-Te fue frustrante.
-Sí, fue una experiencia, fue la pérdida de tiempo más grande que haya tenido. Fue un error muy grave. Fue una de las cosas más aburridas, y yo detesto aburrirme. En el libro lo digo todo.

-Hoy te escuché el título del tercer volumen de tus antimemorias. ¿Arrabal de senectud?
-Bueno, algún día, tal vez.

-¿Y qué será más, ¿arrabal o senectud?
-Seguro arrabal (risas).

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