Alonso Cueto
El cuerpo produce historias El cuerpo produce historias

Por Enrique Planas
Fuente: El Comercio, Lima 19/11/08 http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-11-19/el-cuerpo-produce-historias.html

Juan Ramón Jiménez y su arrebatador enamoramiento por una peruana inexistente; Gerard Nerval sacando a pasear una langosta atada con una cinta azul por los jardines del Palais Royal; Lewis Carroll y su fascinación por la infantil belleza de Alice Liddell; la identidad mixta de George Sand; la huella trágica en la relación de James Joyce y su hija Lucía; la cultivada soledad de Joseph Conrad; la envidia de Gustave Flaubert por Madame Bovary... Todos estos autores no solo tienen en común ser parte de la lista canónica de genios literarios del siglo XX: si uno investiga en sus obras y sus peripecias personales, podrá descubrir coincidencias más profundas y, en especial, cómo fueron víctimas de sus propias obsesiones.

Dejémoslo claro: no hay escritor genial que no muestre comportamientos profundamente obsesivos, muchas veces imprescindibles para construir ficciones tan poderosas que son capaces de hechizar a millones de lectores.

Quizás Alonso Cueto (Lima, 1954) es un confeso venerador de estos maestros porque comparte con ellos la condición del obseso. "Yo pertenezco a una familia de obsesivos --confiesa--. De alguna manera, las vidas de mis padres y de mis hermanos estuvieron marcadas por las obsesiones, que no son otra cosa que maneras de abrazar la vida".

En "Sueños reales" (Seix Barral), brillante reunión de ensayos literarios, lecturas, testimonios y retratos de sus escritores venerados, el autor limeño comparte justamente aquellas obsesiones de lector, pues reflexiona sobre la vida y milagros de maestros también obsesivos, solitarios maniáticos e insistentes en el oficio. Cueto se define a sí mismo como un lector obsesivo. En su infancia, feliz aunque enfermiza, confinada por largos períodos a su cama, la lectura se le presentó como el espacio para sobrellevar las etapas de convalecencia. "Entonces podía leer una novela en tres horas --confiesa--. Recuerdo, una noche, haber terminado 'Miguel Strogoff' a las 5 de la mañana, y me quedé tan entusiasmado que la leí otra vez. ¡Dos veces en la misma noche! El milagro de la literatura está en que uno puede leer un libro escrito mucho tiempo antes, bajo otros contextos históricos y culturales y, sin embargo, este logra una comunicación profunda contigo ", señala.

"La obsesión es un don que tiene su lado bueno y su lado malo. Su principal característica es que no tiene utilidad práctica. Incluso puede llegar a ser peligrosa, pues te aísla de la gente. Sin embargo --aclara--, el instinto de contar historias es algo natural. Nuestro cuerpo produce historias. Nuestros sueños son en realidad historias que nos contamos nosotros mismos. Así como los sueños están alimentados de los residuos de la realidad, ese material de desecho produce el mundo interior de la historia, ese residuo inconsciente constituye el cuerpo de las novelas", reflexiona Cueto.

"Creo que todo escritor capaz de crear un mundo es un solitario, un obsesivo y un maniático. Lo que sucede es que uno tiende a esconder sus manías del público", dice el autor de "Deseo de noche", quien agrega: "Esa identificación hace que defiendas con intensidad a un autor, la verdad, la complejidad de su obra".

El ensayo como género

Además de voraz lector de novelas, Alonso Cueto siempre ha sido un atento lector de ensayos, género profundamente subjetivo en el que una idea y un estilo literario confluyen en el objetivo de entender lo que el autor llama "el secreto de la belleza". "Escribir ensayos es un esfuerzo de un lector por tratar de entrar en un universo tan complejo y hermoso como el de una novela, un mundo que respira por sí mismo. Para mí es un tributo y un agradecimiento a los escritores que amamos", explica.

"La novela es la mejor ocasión para conversar con nosotros mismos", decía el crítico estadounidense Harold Bloom. Quien goce de la lectura de "Sueños reales" encontrará, además de esta íntima conversación, la certeza de que los límites entre la literatura y la experiencia cotidiana son imposibles de fijar y que --como señala Cueto-- "las obras literarias tienen muchísimo que ver con nuestras vidas, con nuestras ilusiones y nuestros remordimientos. Y especialmente con la forma en que nos relacionamos con los demás".

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