Alonso Cueto
Alonso Cueto: Mi naturaleza es ser un hombre solitario Alonso Cueto: Mi naturaleza es ser un hombre solitario

Por Susana Mendoza
Fuente: Andina, Lima 07/02/11 http://www.andina.com.pe/Espanol/Noticia.aspx?id=uGJ9g/2+3j0=

Alonso Cueto Caballero, escritor y ganador del premio Herralde por La hora azul es escritor invitado en La hora del recreo un libro que aborda el trabajo infantil en América Latina. En esta entrevista, habla del oficio de escritor, de la soledad y de su padre, con amor.

      ¿Tiene alma de niño?
      En un discurso que escribí cuando ingresé a la Academia de la Lengua, afirmé que una de las características del escritor es el asombro, y que uno no puede perderlo. El niño descubriendo el mundo, es el requisito para cualquier artista. Pero el adulto es el que construye y planifica una novela.

      ¿Y además de la escritura, se manifiesta en otro momento?
      Bueno, cuando voy al cine a veces puedo llorar; y eso no es infrecuente. Por ejemplo, la muerte de Luis Jaime Cisneros ha sido una ocasión… (Silencio)… Siempre me emociono y me impresiono de ver las cosas.

      ¿Cuándo un niño o una niña trabajan, siente tristeza o rabia?
      Cuando un niño trabaja se toma muy en serio lo que hace. Si juega, también lo hace. Jugar no es algo imaginario, es muy real. Es algo parecido a lo que es un escritor.

      No siente tristeza…
      No, siento admiración y simpatía por ellos.

      Cuando usted conoció a José María Arguedas era un niño…
      Fue alguien muy cercano a nuestra familia. Cuando mi padre salía de viaje, llegaba a la casa y nos llevaba al Estadio. El también tenía esa hipersensibilidad. Recuerdo cómo saltó de felicidad cuando Alianza Lima le ganó a Universitario de Deportes. Todo le emocionaba. También nos contaba chistes. Recuerdo que nos regaló un libro de Mafalda y nos comentó que su autor, Quino, era muy inteligente.

      ¿Le habló en quechua?
      No. El hablaba castellano, esa era su lengua. El escribió en castellano. Claro que sabía quechua. Lo que nos impresionaba era que lo hablaba con la empleada de la casa.

      ¿Lo admiraba?
      Lo admiraba como se admira a un tío, pero especialmente por la capacidad de comunicación que tenía con mi hermano Marcos y conmigo. Siempre estuvo cerca. Se hacía querer, nos hablaba con naturalidad y mucho humor. Era una persona muy alegre. Le gustaba cambiar el sentido de las frases, por ejemplo, o se inventaba palabras.

      ¿Cómo cual?
      Cuando estaba deprimido o triste decía que estaba “Frecotonizado”

      De niño conoció a personas importantes ¿Fue conciente de eso?
      No, con el tiempo si fue conciente. Eran amigos de mis padres, Luis Jaime Cisneros, Augusto y Sebastian Salazar Bondy y Fernando De Szyszlo. Una de las experiencias que más recuerdo de él es haberlo visto pintar el retrato de mi padre. Es algo que no puedo olvidar.

      Fueron como unos padres para usted…
      A ellos les enseñé muchos de mis primeros cuentos; y agradezco haber podido estar tan cerca de personas como ellos.

      Usted tenía 14 años cuando murió su papá…
      Es una pérdida que me ha marcado, creo que nunca me he recuperado del todo. Mi madre es una persona con enorme coraje, y sacó adelante a la familia. Mi padre, lo abarcaba todo. Su presencia era de una inteligencia, sensibilidad y calidad humana, increíbles. Era referencia en la armazón de la familia. Era el núcleo. A los 14 años, tu padre es un nexo entre tú y el mundo.

      ¿Y cuando ese nexo se rompe?
      El mundo aparece de una manera incomprensible y violenta. Eso me marcó para toda la vida. A veces pienso que lo he superado porque han pasado tantos años, pero cuando leo lo que escribo, y me lo dicen también, me doy cuenta que la ausencia de mi padre todavía está presente.

      ¿Se siente desprotegido?
      No, pero mi percepción del mundo revela la huella de una pérdida. Mi vida se divide en dos partes, pero siempre sostenida por mi madre que es una persona importante para mí. Cuando una persona muere, no termina, continúa porque los recuerdos empiezan a tener una serie de dimensiones, son más nítidos, van recreándose…

      ¿Qué recuerdos gratos tiene de él?
      Las conversaciones. Recuerdo un día cuando hablábamos de diferentes países y sociedades y le pregunté cuál era el mejor lugar para vivir, y me dijo el Perú. Es algo que no puedo olvidar.

      ¿Siente que hace algo que le gustaba hacer a él?
      Yo tuve un trabajo que era bueno, pero no me llenaba porque yo quería escribir, dedicarme todo el día a hacerlo. Entonces pensé mucho en él, en ser fiel a una vocación e interés, a dar lo mejor de mí, y renuncié a ese trabajo. Escribí “La hora azul”. Pasé años difíciles económicamente.

      ¿Usted le dedicó su oficio o escribe por él?
      Mi papá fue un modelo, y recuerdo que una vez, conversando sobre las carreras profesionales, me dijo que no le importaba la que eligiera con tal que diera todo de mí, que me entregara con compromiso y pasión.

      ¿Tenía idea que sería un escritor importante en nuestro país?
      Bueno, no se si sea buen escritor, pero cuando yo decidí serlo tenía 16 o 17 años. Pero no lo hice por un sentido del deber, sino porque era lo que yo quería hacer, me nacía, me interesaba.

      Es una maravilla tener esa certeza…
      Si, a veces no se tiene tan temprano. Pero creo que en eso también influyó la muerte de mi padre. Cuando muere en noviembre, todo ese verano de 1969, me la pasé leyendo a César Vallejo. Recuerdo que me sentí identificado con él porque expresaba un mundo que había perdido su centro, su raíz; comunicaba la experiencia de orfandad, soledad, de estar un poco a la deriva, como lo explica en el poema “Los dados eternos”…

      ¿Qué descubrió?
      Que el lenguaje literario era capaz de expresar algo que yo sentía, que si César Vallejo lo había escrito en un país tan distante, había muerto en 1938 y me acompañaba en lo que yo sentía, el poder del lenguaje literario era muy grande. Fue una impresión enorme descubrir el poder de la palabra; que a pesar de la contingencia de lo efímero, los seres humanos habíamos sido capaces de inventar el lenguaje del arte, nuestra protección contra el tiempo y la muerte. Eso contribuyó a mi vocación.

      ¿Existe escritor que no ame la música?
      Todos los escritores que he conocido son amantes de la música. Se parecen mucho. Comparten frases: ritmo, cadencia, sonoridad.

      Desarrolla talleres para quienes quieren ser escritores ¿es docente como su padre?
      El mundo de la escritura es solitario, y la docencia ayuda a salir de la soledad y aislamiento. Además el tema de cualquier escritor es la gente, la realidad de los seres humanos.

      ¿Es solitario porque es escritor o su naturaleza es de hombre solitario?
      Mi naturaleza es de hombre solitario, pero un escritor tiene que conocer gente y tiene que entender la soledad para poder escribir.

      Pero hay gente que no vale la pena conocer…
      Los antipáticos, pesados, vulgares, tontos y crueles, también tienen un lugar en las novelas, no solo la gente inteligente y generosa.

      ¿Le interesa la política?
      Creo que todos debemos interesarnos de lo que pasa en nuestro país. La sigo, nunca he entrado en política.

      ¿No le gustaría?
      Allí también tengo un problema, porque mi padre si ingresó a la política, y sufrió muchísimo. Lo atacaron, lo censuraron. El mundo de la política es muy bajo y violento, pero hay que mejorarlo.

      ¿El arte le ha dado un tipo de poder?
      No lo siento. Lo que da la literatura, es una comunicación más profunda no coyuntural.

      ¿Cuándo escribió sobre Noemí, le dio ganas de conocerla?
      Si. Es la experiencia de una persona muy inocente. Lo más interesante del libro “La hora del recreo” son los héroes anónimos. En nuestro país hay mucha gente que sale adelante en las peores condiciones. Eso es muy estimulante.

      ¿Hay algún lugar del Perú que le guste especialmente?
      Ayacucho. Es uno de los departamentos que más he visitado porque me encanta su tradición artística, es una tierra linda y trágica.

      ¿Ser papá para usted ha sido difícil?
      No supe que tenía instinto paterno hasta que los tuve. Uno va dejando de ser guía y modelo, para convertirse en compañero, y terminar ser guiado por tus hijos, que es la situación en la que me encuentro ahorita (risas) Mi hijo mayor tiene 24 años y el segundo 20.

      ¿Cómo es el instinto paternal?
      Que tu vida se organice en función de ellos, que tus alegrías dependen de ellos, y si ellos están bien, tú estás bien, o si están mal, también. La paternidad me ha enseñado tener conciencia del “otro” y a adaptarme a los cambios.

      ¿Le ha causado problemas ser un hombre alto?
      Sólo en la escuela. Mido 1.95 m. y soy deportista. Ahora juego tenis, ese deporte ha cambiado mucho mi vida: escribo más, me siento mucho mejor. Sigo el tenis y el futbol. Soy hincha del Alianza Lima.

      ¿Es optimista?
      Lo soy, y además me siento lleno de energía.

      ¿Qué más le gusta?
      Viajar. Creo que es otra característica de los escritores. Escribir es como viajar. Es un viaje interior que parece exterior.

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