José María Arguedas
Nuevas lecturas de una obra excepcional <br> Un escritor moderno Nuevas lecturas de una obra excepcional
Un escritor moderno


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Fuente: El Comercio, Lima 29/05/2007 http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2007-05-29/ImEcDominical0729900.html

A pesar de los aportes de Angel Rama y Martín Lienhard, hasta ahora no se reconoce suficientemente la modernidad literaria de José María Arguedas, sobre todo a partir de su maduración artística en Los ríos profundos (1958), obra que inauguró el período más fecundo y admirable de su producción literaria: las novelas Todas las sangres (1964) y El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo (publicación póstuma: 1971); los cuentos La agonía de Rasu-Ñiti (1962), El sueño del pongo (1965) y Amor mundo y todos los cuentos (1967); y los poemas en quechua, que lo erigen como el más grande poeta quechua del siglo XX, Túpac Amaru Kamaq taytanchisman / A nuestro padre creador Túpac Amaru (1962), Oda al Jet (1966) y Katatay y otros poemas (reunidos póstumamente: 1972). Un conjunto en el que abundan las obras maestras y que le otorga un lugar relevante en la "nueva narrativa", aunque no se lo suela considerar en los panoramas de la "nueva narrativa hispanoamericana" (bajo el prejuicio de que sus recursos serían "tradicionales" o "decimonónicos"); y, a la vez, una personalidad única, sin parangón, dentro de la renovación del lenguaje poético que venía experimentándose en otros países hispanoamericanos (en particular, Nicaragua) desde los años 40 y 50, y que en el Perú cuajó en los años 60.

LA LECTURA DE FAULKNER
En diversas ocasiones García Márquez ha declarado que lo que diferencia a los narradores regionalistas (en esa vertiente se coloca a los indigenistas, exponentes del regionalismo en los países andinos) de los "nuevos narradores", es que aquellos no habían leído a Faulkner, uno de los maestros fundamentales (en muchos casos, el principal, piénsese en Rulfo, Onetti, Vargas Llosa y el propio García Márquez) en la asimilación de los nuevos recursos narrativos: varios puntos de vista, flujo de conciencia, montaje temporal, etc. Precisamente, en nuestra edición de Los ríos profundos (Madrid, Cátedra, 1995) hemos probado que Arguedas leyó en 1941 (ya había terminado de escribir Yawar Fiesta, editada ese año) Las Palmeras salvajes de Faulkner. La repercusión de esa novela en Los ríos profundos resulta patente: su primer capítulo se llama "El Viejo", al igual que una de las historias entrelazadas en Las palmeras salvajes; Arguedas comienza a manejar con flexibilidad la organización temporal y el montaje entre las escenas en que está Ernesto y las que no está, exploración moderada que será radicalizada en la estructuración moderna de Todas las sangres y modernísima de El Zorro de Arriba.

Esta última novela ha sido analizada agudamente en su factura vanguardista: Lienhard la juzga la experimentación más radical y atrevida de la narrativa hispanoamericana, conectando hervores de historias a novelar, diarios del autor, etc., rompiendo las fronteras entre la realidad y la ficción. Lienhard nota huellas de Dos Passos (Manhattan Transfer) y Joyce (Ulises) en las técnicas de El Zorro de Arriba.; a nuestro juicio, Arguedas tuvo más presente a dos escritores del boom a quienes lanza atingencias en sus diarios: Fuentes (La región más transparente de nombre mítico, como los zorros arguedianos, ahí Fuentes se inspiró en Manhattan Transfer) y Cortázar (Rayuela, de clara estirpe joyceana). Limitémonos a subrayar la "resonancia" de la segunda: El Zorro de Arriba  y Rayuela tienden puentes entre dos realidades socio-culturales (Arriba/Abajo, Allá/Acá); los capítulos "prescindibles" (metaliterarios, porque Morelli reflexiona en ellos sobre el lenguaje novelístico) de Rayuela encuentran su equivalente en los Diarios (la lucha que supone escribir el libro que estamos leyendo) de Arguedas; y, estremecedoramente, el suicidio deseado y quizás realizado por Oliveira (hay dos capítulos: en uno se suicida y en otro no consigue hacerlo) conecta con el suicidio real del personaje-autor Arguedas.

EL LENGUAJE POÉTICO
En lo tocante a la renovación del lenguaje poético en el Perú de los años 60, se han resaltado los logros de Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza y Luis Hernández en textos lírico-narrativo-dramático-reflexivos según la escritura poética totalizante (una vuelta a la poesía total de los poemas homéricos y Dante) de Pound, Eliot y la poesía contemporánea en inglés. Quizás por emplear el quechua (aunque brinda traducciones al español compuestas por él mismo) y porque se suele pensar en Arguedas como narrador y no como poeta, hasta ahora no se ha reparado en que el citado himno a Túpac Amaru (de 1962, anterior a los poemarios pertinentes de Cisneros, Hinostroza y Hernández), acompañado -aunque su textura sea menos compleja- por la "Oda al Jet" y "Llamado a algunos doctores" encarnan una totalización lírico-narrativo-dramático-reflexiva que se nutre de los haylles quechuas antiguos (más un eco de la prosa de Guamán Poma, a quien Arguedas tradujo) y contemporáneos (Andrés Alencastre: Kilku Waraka; César Guardia Mayorga: Kusi Paukar), pero también de la "modernidad" de Una temporada en el infierno (consta de prosa y verso, como el himno a Túpac Amaru) de Rimbaud y el dramatismo lírico-épico de "España, aparta de mí este cáliz" (con su angustia y esperanza solidaria) de Vallejo.

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