Martín Adán
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La escritura de la revelación


Por Moisés Sánchez Franco
Fuente: Dominical. El Comercio, Lima 18/05/09 http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-05-11/la-escritura-revelacion.html

En la década del sesenta la investigadora argentina Celia Paschero le pide a Martín Adán un artículo donde escribiese datos puntuales sobre su vida. La respuesta de Adán fue una epístola conmovedora y contundente: Escrito a ciegas.

En 1961 la investigadora argentina Celia Paschero, amiga de Jorge Luis Borges, llegó al Perú para realizar su tesis doctoral La poesía peruana contemporánea. De inmediato entró en contacto con las grandes figuras de nuestra lírica, entre ellos, Martín Adán. Como era de esperarse, Paschero tuvo la mejor impresión del autor de La casa de cartón, aunque, claro está, le incomodaba esa vida desordenada, sumida en la bohemia más desconcertante que nuestro poeta llevaba a cabo de manera cotidiana y hasta ritual en los sombríos bares limeños. Posiblemente Paschero observó en Adán a un genio desconocido por el mundo, a un hombre insigne de fama local, cuyo vicio por el alcohol le había convertido en un escritor ignorado por el concierto mundial de las letras. Acaso por esa razón cuando Paschero recibió la invitación para colaborar con un artículo en el prestigioso diario La Nación de Argentina creyó conveniente escribir un texto sobre Martín Adán, a modo de reivindicación o de presentación internacional. Con afecto, admiración e ingenuidad, Paschero escribió una breve misiva al autor de Travesía de extramares, donde le pedía que dejase de lado su vida bohemia y escribiese datos puntuales sobre su vida y sobre su poesía en un artículo humano donde "se sienta su sangre y su piel".

La respuesta de Martín Adán fue críptica, conmovedora y, a la vez, contundente. Escrito a ciegas es una epístola singular, donde el autor contesta a través de preguntas y se revela mediante versos herméticos de una densidad filosófica. La eterna inquietud "¿quiénes somos en realidad?" es enfrentada por un contradictorio y melancólico Adán. En ese esfuerzo, el autor define a la poesía como una amiga connatural, incorregible, inagotable, un violento río infinito, hecho de sangre y de la ruina de todo lo vivido.

EL DESESTABILIZADOR DE GÉNEROS
Un primer asunto llamativo del texto es el carácter medianamente complejo de su clasificación. Es claro que la crítica ha convenido, sin mayor discusión, que el texto pertenece al rubro poético. No obstante, es importante recordar que ya con La casa de cartón Adán mostró su afán vanguardista por cuestionar y desestabilizar los géneros literarios. Pero Escrito a ciegas, en un nivel menos evidente, también presenta la misma dificultad. ¿Qué es este texto tan hermosa e intensamente escrito? ¿Es una carta o es un poema? Recordemos que Escrito a ciegas figura en el título con el apunte añadido (Carta a Celia Paschero). Alfonso Reyes, en el prólogo a su clásica antología Literatura epistolar, señala que una característica de cualquier carta literaria, aquella que se distingue de la carta convencional, es la de poseer un propósito sublime, el cual se logra gracias al alardeo de cierta elasticidad y soltura en su expresión, de cierto tono conversable. Además el tema tratado en la carta debe superar el ámbito de lo íntimo y privado. Sin duda la respuesta a Paschero, a pesar de su origen íntimo y privado, se convierte en un documento de interés público, pues Adán no sólo reflexiona sobre sí mismo, sino también nos muestra su visión de la ciudad, su perspectiva descarnada del otro y de la vida en sí. Felizmente, tal como cuenta la historiografía literaria, Juan Mejía Baca, amigo y editor de Adán, y uno de los primeros lectores de la misiva, supo advertir aquellos detalles y publicó el texto apuntando que no quería guardarlo para su solo deleite.

LAS PARADOJAS Y HEREJÍAS DEL SEÑOR ADÁN
La paradoja, el conflicto entre opuestos gobierna esta carta confesional. Así, por momentos, Adán se presenta como alguien que solo tiene un conocimiento superficial y opaco de sí mismo, ligado a la materialidad más prosaica y cotidiana: " ¿Quieres tú saber de mi vida?/ Yo solo sé de mi paso,/ De mi peso,/ De mi tristeza y de mi zapato". Luego no teme en decir de manera penosa y reflexiva quién es en realidad: "Soy un animal acosado por su ser/ que es una verdad y una mentira".

Andrés Piñeiro observa que con Escrito a ciegas se inicia en la obra de Adán un periodo de corte herético, es decir, un discurso claramente disidente hasta la socarronería del ideal judeocristiano: "Mi Ángel no el de la guarda/ Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo".

Esta sensación risueña de orfandad divina se debe al claro convencimiento del carácter idealista del mundo. Para Adán, la realidad solo puede ser pálidamente reflejada mediante la palabra, la imaginación creadora y el sueño: "La cosa real, si la pretendes,/ No es aprehenderla sino imaginarla./ Lo real no se le coge: se le sigue,/Y para eso son el sueño y la palabra". Y en ese ambiente donde nada es auténtico y cierto, Adán, agobiado por una visión existencialista, observa que el mundo que lo rodea es un cúmulo de espectros, una masa ectoplásmica, donde lo único carnal y existente es el Yo: "El Otro, el prójimo, es un fantasma./ ¿Existe el aire./ Donde te asfixias y recreas/ Respirando, tu cuerpo inane? /No, nada es sino la sorpresa/ Eterna de tu mismo reencontrarte". Para Adán solo somos un cúmulo tenue de palabras, un conjunto de varios y vanos gritos. Así, el poema trasunta una melancolía y soledad inquietante, díscola, que acaso explica el derrumbamiento moral que acompañó hasta su muerte al genial autor de La mano desasida.

LIMA: LA CIUDAD CADÁVER
Resulta curiosa la visión que tienen de Lima los escritores de la década del sesenta. Por ejemplo, en Lima la horrible (1960), Sebastián Salazar Bondy apunta que la capital peruana es una ciudad paralizada por el arcádico discurso criollista, que invoca con nostalgia a los fantasmas del pasado colonial. Esta situación, para el estudioso, potencia la verticalidad y opresión en la que vive un gran sector de limeños. La visión pesimista de Lima que posee Salazar Bondy está refrendada por la oscura visión de la ciudad que Adán presenta un año después en Escrito a ciegas. Para Adán la "ciudad" (nombre genérico e impersonal con la que sin duda denomina a Lima) es un cadáver disgregado e innumerable. Es un espacio atacado por la soledad más virulenta y sólida. Lima es un horrísono espacio muerto, perturbadoramente inacabable e innombrable. Esta sensación de espacio devastado, esta perspectiva destructiva y aniquilante del centro del país actúa como un contradiscurso del proceso modernizador de aquella época, en la cual Lima debido a las migraciones y al lento proceso de industrialización y urbanización se convertía en una metrópolis. El modelo de percibir a Lima como una ciudad yerta, destruida, inane, confusa y deprimente abarca a textos narrativos de la década, como Conversación en la Catedral, y acaso contribuyó a reforzar la mentalidad enajenadora, de resistencia y rechazo que aún tiene el limeño con su ciudad.

UNA CEGUERA REVELADORA
Revelación y ceguera; Tiresias, el adivino tebano, el vidente mítico capaz de interpretar los designios divinos era, como bien sabemos, un personaje ciego. Acaso inspirado por aquella figura clásica, Martín Adán sugiere, en Escrito a ciegas, que en la ceguera, en la oscuridad más profunda y desapacible se esconde la huidiza verdad, aquella que nos revela quiénes somos en realidad. El poeta plantea que dicha sabiduría puede ser, gracias a la escritura, comunicada a quien sepa preguntar por ella y leer con sensibilidad e inteligencia.

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