Ricardo Ayllón
Sobre dos profesoras de colegio y su particular idea de los libros Sobre dos profesoras de colegio y su particular idea de los libros

Por Ricardo Ayllón
Fuente: Ricardo Ayllón, Cajamarca, julio 2011

Anverso

Acabo de retornar de una mini gira por el Norte Chico (Barranca, Paramonga y Chimbote), a donde llevé mis libros y parte de mi experiencia como editor y conocedor de la literatura regional de esa parte del país. Y de esta buena experiencia, me quedo con lo organizado por la profesora Ana María Orbegoso, directora del colegio Divino Corazón de Jesús, de Paramonga.

Amante de la lectura y de nuestra literatura, ella se permitió suspender las clases en su institución educativa justo a mitad de semana (todo un día miércoles) para acercar a sus chicos a los autores de los libros que están leyendo en el Plan Lector. Pero no solo eso, sino también para conseguir que ellos conozcan el trabajo editorial, es decir saber el camino que sigue un escrito luego de salir de las manos de su autor hasta que se convierte, físicamente, en libro. Todo esto, complementado por una miniferia de libros en el patio central del colegio.

Asimismo, y para los más pequeños, cuentacuentistas, espectáculos de marionetas y representaciones teatrales enviados por las otras editoriales invitadas. Y, finalmente, un acercamiento directo del autor con el docente, es decir una conversación larga, sincera y a calzón quitado con los autores invitados (como Maritza Valle Tejeda y Raquel Soto, integrantes del taller “Crear creando”) buscando compartir cuestiones puntuales como temática, extensión, técnica, estilo y certeza lingüística de las creaciones en sus diferentes géneros. Es decir, un aporte recíproco entre lo que el docente necesita en su orientación formativa desde el Plan Lector y lo que el autor requiere para brindar un producto mejorado.

La profesora Ana María Orbegoso, según mi apreciación, llegó con un mensaje claro: solo conociendo de primera mano el trabajo literario, el estudiante podrá aquilatar el objeto que tiene en sus manos. Porque para ella el libro es un artículo valioso, y hacerlo conocer al estudiante en toda su dimensión (intrínseca y externamente), es la mejor manera de que este tenga una percepción casi espiritual de aquel.

En determinado momento, conforme iba entrando y saliendo de cada aula (de primaria y secundaria), sentía cómo los muchachos percibían con mayor claridad y compartían plenamente la intención de su directora; así, fueron entrando en confianza y comenzaron a indagar por detalles novedosos de la labor autoral y editorial: desde las manías diarias de un narrador hasta aspectos puntuales de la distribución, pasando por los caprichos estéticos de un diseñador. En suma, involucrarse en el prolongado pero hermoso camino de la producción literaria solo para que la lectura, ese hábito que alimenta mejor que ninguno el alma humana, salga renovada y fortalecida con la experiencia.

Reverso

La historia es real y me ocurrió hace muy poco. Instalé un stand de libros en una feria regional de Chimbote, ese tipo de ferias locales donde además de presentarse músicos y cantantes de moda, se apuestan vendedores de artesanía, proveedores de CDs, cocineros al paso, hippies con sus joyas de fantasía y toda suerte de comerciantes de comida, bebida, juguetes, adornos y un largo etcétera.

Pues bien, yo feliz en esa feria atendiendo mi módulo de obras literarias, textos de lectura para niños, adolescentes, adultos y la familia en general; un perfecto Plan Lector si se mirara desde una perspectiva educacional. Era el medio día y los rayos del sol caían bondadosos sobre las cabezas de los transeúntes chimbotanos; algunos ingresaban a revisar mis libros, los hojeaban, se explayaban en los índices o en las ilustraciones, y, con algo de fortuna y un poco de charla de mi parte, conseguía que más de uno se animara y adquiriera un texto para la familia o para sí mismos.

De pronto, justo frente a mi stand surgió una profesora de primaria que traía a sus alumnos a visitar la feria. Los chiquillos, todos en disciplinada fila aunque inquietos por hallarse en los extramuros del colegio, se llenaron de entusiasmo al descubrir que tenían frente a ellos un stand de libros. “¡Miren, libros!”, exclamó ávido y feliz el niño que encabezaba el grupo; entonces todos rompieron filas jubilosamente y marcharon hacia mi stand. Sin embargo, a escasos metros de distancia entre sus ávidas manitas y mis libros que los esperaban con alegría, la profesora les cerró el paso y, abriendo los brazos con violencia para que ninguno pasara, chilló horrendamente: “¡Sí… sí…, chicos, son solo libros; hemos venido a visitar la feria, no a ver libros…!”. Obligados por su miss, los pequeños desviaron torpemente su trayectoria y en pocos segundos ingresaron al módulo de al lado, donde vendían golosinas, dejando un aura de desolación en mi pequeño stand.

Aquellos niños no habían venido por libros, si no “a visitar la feria”. Desde ese momento me sentí ajeno a todo, un extraño, alguien que no cabía en esa fiesta multicolor de olores, sabores, música y fantasía. Mientras los pequeños se empalagaban con manzanas acarameladas, algodones dulces y canchita de colores, comprendí que aquella profesora, una guía de lectura para esos pequeños (y tal vez su maestra hasta terminar la primaria) manejaba el concepto obtuso de que los libros no eran parte de la feria de la vida, la diversión y la alegría. Los libros, probablemente para ella, eran unos seres adustos, taciturnos y austeros que no merecían ser visitados por esos muchachos que se habían librado de las clases por unas cuantas horas.

Enterado del concepto acerca de los libros manejado por muchos profesores peruanos divorciados de la lectura, empecé a entender por qué más de un colega escritor decía que el principal enemigo de la motivación de la lectura entre los niños, era el docente. Y así lo he comprobado en más de un caso: profesores que no leen, que no entienden hasta el momento que la mejor preparación intelectual es un libro de lectura donde el conocimiento del mundo es rico y abundante. Empezando por esta premisa, es hora de cerciorarnos de que el maestro encargado de la formación de nuestros hijos, sea alguien que lea. Así de sencillo. A partir de esto, la lectura en ellos se convertirá en cosa natural, en alimento diario y un sustento nutricional para toda la vida.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.