Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
Traducciones de artículos, entrevistas, etc.

Wikileaks: Los cables enviados desde Moscú
Por C. J. Chivers
 
 
Publicado originalmente como “Below Surface, U.S. Has Dim View of Putin and Russia”, The New York Times (Dic. 1, 2010). Traducido por Alberto Loza Nehmad.
http://www.nytimes.com/2010/12/02/world/europe/02wikileaks-russia.html?_r=1&hp=&pagewanted=all
 
 
A inicios de 2009, cuando el oleaje de la recesión se agitaba en todo el mundo, la Embajada de Estados Unidos en Moscú enviaba un cable a Washington resumiendo susurros al interior de la clase política rusa. El primer ministro Vladimir Putin, decían los rumores, a menudo no aparecía por su oficina.
 
La embajada tituló el cable, “Cuestionando la ética del trabajo de Putin”.
 
“Hay informes confiables de que Putin resiente la carga del trabajo que tiene o se resiste a ella”, decía, citando la “fatiga” del Sr. Putin, su “comportamiento negligente” y “aislamiento”, hasta el punto de que estaba “trabajando en casa”.
 
El cable, aprobado por el embajador estadounidense, John Beyrle, evaluaba los rumores del Kremlin no como indicadores de la debilidad del Sr. Putin, sino de los límites de su posición en un período de caída de precios en el mercado internacional y de restricción en el crédito. El hombre más poderoso de Rusia estaba sentado sobre los despojos de Rusia. La recesión lo dejó con menos que repartir, erosionando “algo de su imagen de teflón”.
 
“Su falta de compromiso refleja”, concluía el cable, “su reconocimiento de que una drástica reducción de los recursos limita su capacidad de llegar a acuerdos funcionales entre la elite del Kremlin”.
 
Oficialmente, Estados Unidos ha buscado desde el año pasado lo que el presidente Obama y su homólogo ruso, Dmitri A. Medvedev, han llamado un “empezar desde cero” de las relaciones.
 
Pero docenas de cables secretos estadounidenses de años recientes, obtenidos por WikiKeaks y puestos a disposición de varias organizaciones noticiosas, muestran que bajo los esfuerzos públicos hacia lazos más cálidos, Estados Unidos alberga una visión sombría del Kremlin post soviético y de su liderazgo, y poca esperanza de que Rusia se haga en más democrática o confiable.
 
Los cables retratan al Sr. Putin disfrutando de la supremacía sobre todas las demás figuras públicas rusas, aunque socavado por la naturaleza misma del país post soviético que ayudó a construir.
 
Inclusive un hombre con sus formidables voluntad e intelecto es mostrado sujeto de insolubles fuerzas mayores, incluida una economía ineficiente y una burocracia inmanejable que a menudo ignora sus edictos.
 
En un lenguaje abierto y mondo, los cables revelan una evaluación de la Rusia del Sr. Putin como altamente centralizada, ocasionalmente brutal y casi irreparablemente cínica y corrupta. El Kremlin, según esta descripción, se ubica en el centro de una constelación de mafias oficiales y casi oficiales.
 
A lo largo de toda la correspondencia interna entre la Embajada de Estados Unidos y Washington, los diplomáticos estadounidenses en Moscú pintaron una Rusia en la que la administración de lo público era poco atendida y la historia distorsionada. El Kremlin demuestra poca capacidad o inclinación para reformar lo que un cable caracterizó como un “moderno tipo de autoritarismo” aceptado con resignación por los gobernados.
 
Además, los cables revelan los límites de la influencia estadounidense al interior de Rusia, y una evidente escasez de fuentes diplomáticas. La correspondencia interna repetidamente reflejaba los análisis de una embajada cuyo personal estaba estrechamente contenido y casi no tenía acceso al círculo interior del Sr. Putin.
 
Al informar a Washington, a menudo los diplomáticos resumían impresiones de reuniones no con funcionarios rusos, sino con colegas occidentales o ejecutivos de negocios. Las impresiones de un núcleo de periodistas rusos en gran medida conocidos, de políticos de oposición y colaboradores habituales de institutos de investigación, redondeaban muchos cables con observaciones parecidas a lo que se publicaba en los diarios liberales rusos y en sitios webs.
 
Los cables esbozaban la vida casi 20 años después de la desintegración de la Unión Soviética, un período, como observaban los cables, en el que el Sr. Medvedev, el primer ministro bajo estudio, es la parte menor de una extraña “tandemocracia”, y donde “hace de Robin para el Batman Putin”. Mientras, observaba otro cable, “el fantasma de Stalin ronda por el Metro”.
 
 
Corrupción gubernamental
En la secreta descripción estadounidense, las malas acciones y la corrupción infectan todos los elementos de la vida pública rusa, desde arreglar las elecciones hasta perseguir a los rivales o ciudadanos que signifiquen una amenaza, pasando por extorsionar a los negocios.
 
La corrupción era descrita como un lastre para la nación, de significación suficiente como para ameritar la atención del Sr. Medvedev y el Sr. Putin, quienes, paradójicamente, se beneficiaban de asociados que orquestaban las coimas pero apoyaban al Kremlin.
 
Un cable que describía el gobierno y el estilo de Yuri M. Luzhkov, entonces alcalde de Moscú, presentaba el acertijo. 
 
Desde 2008, el Sr. Medvedev ha sido el rostro y el porrista de la supuesta campaña anticorrupción de la nación. No obstante, un verdadero calidoscopio de corrupción prosperaba en Moscú, gran parte de ella bajo la protección de un alcalde que daba sus servicios siguiendo los gustos del presidente.
 
La embajada escribió de una “estructura de tres capas” en el mundo criminal de Moscú, con el alcalde en la más alta, la policía y los funcionarios de inteligencia en la segunda, y aquellos considerados como los depredadores a nivel de municipalidad —“delincuentes comunes e inspectores corruptos”— en la base.
 
En este mundo, el gobierno era efectivamente la mafia. La extorsión era tan difundida, observaba el cable, que se había hecho el negocio del Ministerio del Interior y del Servicio de Inteligencia Federal, conocidos por sus iniciales en ruso como el M.V.D. y el F.S.B.
 
“Los dueños de negocios de Moscú entienden que es mejor conseguir protección del M.V.D. y el F.S.B. (más que de los grupos del crimen organizado), dado que estos no solo tienen más armas, recursos y poder que los grupos criminales, sino que están además protegidos por la ley”, observaba el cable, citando una fuente rusa. “Por esta razón, la protección por parte de las pandillas criminales ya no tiene una demanda tan alta”.
 
El cable describía además un equilibrio delicado.
 
Por un lado, el primer ministro y el presidente se beneficiaban de los votos que el Sr. Luzhkov entregaba al partido gobernante del país, y quizá de la corrupción que una fuente de la embajada decía era tan disoluta que los testigos veían maletas, presumiblemente llenas de efectivo, siendo llevadas al interior del Kremlin bajo guardia armada.
 
Por otro lado, la corrupción y unas elecciones para la legislación de la ciudad en 2009, flagrantemente amañadas, habían motivado la pregunta de si el Sr. Luzhkov valía la pena tantos problemas.
 
El cable terminaba con una nota clarividente. “Al final, el tándem  enviará a Luzhkov a su casa”, decía. Ocho meses después de que este cable fue escrito, el Sr. Medvedev despidió al Sr. Luzhkov.
 
Las constantes evaluaciones de la embajada daban pocas esperanzas de que el retirar a una persona sería suficiente. La corrupción rusa, decían los cables, era estructural.
 
Un ciudadano extranjero, a quien la embajada describía como alguien que “había hecho una fortuna en el negocio de los casinos en Rusia”, dijo en 2009 “que los ‘niveles de corrupción en los negocios eran peores de lo que podíamos imaginar’ y que después de trabajar aquí por más de 15 años y ser testigo de primera mano del comportamiento de los funcionarios del Gobierno de Rusia de todos los niveles, no podía imaginar a ese sistema cambiando”.
 
El mismo cable observaba que inclusive si el gobierno quisiera cambiar, no tendría la capacidad, dado que “en 2006, en el punto más alto del control de Putin en una economía en bonanza, se rumoreaba al interior de la administración presidencial que casi el 60 por ciento de sus órdenes no estaban siendo seguidas”.
 
Tratos de negocios en secreto
En Rusia, la separación entre los negocios más importantes y los funcionarios del gobierno va de lo poco claro a lo inexistente. Los cables describían sombríamente cómo las compañías rusas, a menudo basándose en lo que un cable llamaba “tratos en secreto que involucran a compañías intermediarias con propietarios y beneficiarios desconocidos”, conducían sus negocios.
 
Los cables también detallaban dos preocupaciones, separadas pero relacionadas, acerca de los sectores rusos del gas y el petróleo: la carencia de una gerencia moderna y de programas para el mejoramiento del capital, y una tendencia en el círculo del Sr. Putin a ver los recursos energéticos como palancas políticas.
 
Un prominente ejecutivo petrolero occidental le dijo al embajador Beyrle que las ineficiencias “son tan enormes” que “un pozo que tomaría diez días perforar en Canadá, tomaría 20” en Rusia.
 
“Multiplique eso por cientos o miles y empezará a imaginarse los costos para la economía”, citaba el cable refiriéndose a lo dicho por el ejecutivo.
 
La evaluación hecha por la embajada, en 2009, de la empresa estatal Gazprom, la compañía rusa más grande, fue similar. “Gazprom —decía— debe actuar según los intereses de sus amos políticos, inclusive a expensas de una sensata toma de decisiones”.
 
Los cables también mostraban cómo los poderes burocráticos, nacionales y económicos a menudo convergían todos en el Kremlin, y cómo los peticionarios del estado entendían que acceder a éste equivalía a lograr resultados.
 
El resumen de una reunión entre un diplomático italiano y diplomáticos estadounidenses en Moscú, documentaba la exasperación del diplomático italiano con el Sr. Putin y el Sr. Berlusconi, primer ministro de Italia, quien había logrado la atención rusa.
 
El diplomático decía que el par tenía una relación tan cercana que compartía una “línea directa”, y que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia y la Embajada, “solo se enteraban de las conversaciones” entre los primeros ministros “después de los hechos, y con pocos detalles y trasfondo”.
 
El diplomático luego “explicó que mientras la relación cercana no es ideal desde la perspectiva de la burocracia y es más dañina que benéfica, a veces puede ser útil”.
 
“Citó —añadía el cable— el caso de la venta a Grazprom por parte del gigante energético italiano ENI, de su 20 por ciento de propiedad en la subsidiaria petrolera de Grazprom, Gazpromneft. Dijo que Gazprom había insistido en pagar muy por debajo del precio de mercado, pero que al final pegó el precio de mercado luego de que Berlusconi interviniera ante Putin”.
 
Otros cables describían cómo a veces los negocios occidentales lograban seguir sus intereses al relacionarse personalmente con funcionarios principales rusos, incluido el presidente Medvedev, más que perdiéndose en los canales burocráticos.
 
La experiencia a fines de 2009 de la Corporación Intel, que esperaba hacer ingresar 1,000 computadoras encriptadas para sus oficinas en Rusia, permite ver los beneficios de cortejar la cima.
 
“Varios funcionarios de alto nivel de Intel, incluido el presidente ejecutivo Craig Barnett, y otros funcionarios tales como el presidente de la Cámara de Comercio Estadounidense, Andrew Somers, resaltaron a sus interlocutores del Gobierno de Rusia, incluido el presidente Medvedev, el rol que tiene Intel al emplear a más de 1,000 ingenieros rusos”, decía un cable.
 
“Este lobby de alto nivel logró para Intel una reunión con funcionarios claves del F.S.B. para explicar sus necesidades”, continuaba. “Intel fue capaz de demostrar lo razonable de su pedido y, como resultado, pasó por encima de los actuales extensos requisitos para las licencias”.
 
Chuck Mulloy, portavoz de Intel, dijo que las reuniones no trataron de un embarque de computadoras; ellas crearon un proceso expeditivo para importar tales equipos, no solo para Intel sino para sus clientes y distribuidores. “No conseguimos esto como algo aislado”.
 
Los cables revelaban además cómo el nexo de negocios e intereses de estado entre la elite gobernante rusa, había alimentado las sospechas en Washington de que el Sr. Putin, a pesar de sus vigorosas negativas, calladamente había amasado una fortuna personal.
 
Un cable confidencial directamente mencionaba a la compañía suiza de negociaciones petroleras, Gunvor, como “de una nota particular”.
 
La compañía, decía el cable, “se rumoreaba como una de las fuentes de la no revelada riqueza de Putin”, y tiene como propietario a Gennadi N. Timchenko, de quien “se rumorea que es un ex colega de Putin en la KGB”. Una estimación decía que la compañía podría controlar la mitad de las exportaciones rusas de petróleo, potencialmente llevándoles a sus propietarios miles de millones de dólares en ganancias.
 
Las ganancias de Gunvor eran especialmente altas, afirmaba el cable, debido a que en uno de los pocos tratos en los que eran conocidos los detalles, una fuente decía que la firma incluía un recargo de $1 dólar por barril de petróleo. Los negociantes petroleros más competitivos, decía la fuente, podrían sobrecargar cinco centavos de dólar por barril.
 
Los cables no ofrecen ninguna evidencia para probar las imputaciones acerca de Gunvor o del Sr. Luzhkov, el ex alcalde de Moscú; ninguno de los dos ha sido acusado de ningún crimen.
 
Paciencia no recompensada
Si dos palabras fueran a resumir la evaluación secreta estadounidense de sus relaciones con el Kremlin, serían estas: sospecha y frustración.
 
Una pieza clave del enfoque de Washington a la relación, ha sido la paciencia. En privado, los diplomáticos estadounidenses han descrito la esperanza de que moderando las críticas públicas a Rusia y alentando los principios de mercado, el gobierno de Rusia y las compañías importantes pudieran evolucionar con el tiempo.
 
Los cables subrayan cuán frustrante ha sido la paciencia.
 
Un resumen de noviembre de 2009 del diálogo de seguridad entre Estados Unidos y Rusia, fríamente afirmaba que a pesar de las cálidas palabras ente el Sr. Medvedev y el Sr. Obama y del establecimiento de un nuevo grupo de trabajo entre ambas fuerzas armadas, aún quedaban “desafíos para hacer efectivo un diálogo real, sustantivo y continuo”.
 
El Ministerio de Defensa, decía el cable, “no ha cambiado su modus operandi para el intercambio de información ni el dialogar rutinario desde el fin de la Guerra Fría”.
 
Los rusos que asisten a las reuniones, decía el cable, “están cercanamente monitoreados por sus manejadores de la Inteligencia Militar (GRU)” y son reacios a “enfrascarse en diálogos ajenos a las afirmaciones estrechamente controladas, recitadas a partir de textos preparados”.
 
Cuando los diplomáticos en efecto se encontraron con funcionarios rusos que prefirieron ser francos, el mensaje que escucharon fue a veces rotundo.
 
En junio de 2009, una delegación de analistas de Washington que estaban acompañados de diplomáticos, se encontraron con Aleksandr Y. Skobeltsyn, del Departamento de Cooperación Técnico-Militar de Rusia, para discutir preocupaciones estadounidenses concernientes a ventas de misiles antitanque guiados y misiles antiaéreos lanzados desde el hombro.
 
Los últimos eran una preocupación especial en Occidente, donde los funcionarios de seguridad temían que los terroristas pudieran dispararlos contra jets de pasajeros.
 
El Sr. Skobeltsyn dijo que Rusia “compartía las preocupaciones de EEUU acerca de las vulnerabilidades re-transferidas, observando que Latinoamérica y Medio Oriente eran áreas especialmente sensibles”.
 
“Pero, sostuvo, si Rusia no suministraba esas armas a ciertos países, entonces ‘otros’ lo harían”.
 
Relaciones de desconfianza abierta entre el Kremlin y los ex vasallos de la Unión Soviética también eran evidentes en los cables. En un encuentro en Washington en 2009, el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, dijo que las fuerzas estadounidenses serían bienvenidas en Polonia “para proteger contra la agresión rusa”.
 
El comentario, nada bienvenido por Rusia ni los Estados Unidos, encendió un fogonazo menor. En un cable después de la aparición del Sr. Sikorski, la Embajada de EE.UU. decía que Polonia había establecido una Oficina de Seguridad Europea, a la que “los diplomáticos polacos se refieren en broma como la “Oficina de Amenazas del Oriente”.
 
Esta broma de canales ocultos finalmente ofreció una visión del clima diplomático en Moscú. Un funcionario polaco, antes asignado a Moscú, observó que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia “me arrojó de vuelta este apodo durante un mitin”.
 
El funcionario polaco le dijo a sus colegas estadounidenses que la “única manera” de que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia pudiera haber sabido de ese sobrenombre “era haber escuchado sus conversaciones telefónicas con Varsovia”: una clara indicación de que su oficina en Rusia había sido interceptada.
 
 
 
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