Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
Traducciones de artículos, entrevistas, etc.

La Feria del Libro de Frankfurt: una visión de la práctica editorial actual
Por William Germano 
Publicado originalmente como “Frankfurt Schooled. The Frankfurt Book Fair and the world of ideas” en The Chronicle of Higher Education, 27 de noviembre de 2016 (http://www.chronicle.com/article/Frankfurt-Schooled/238482/). Traducido por Alberto Loza Nehmad.
 
Alguna vez pareció ser una representación de todo el conocimiento, al menos como este era entonces entendido en cualquier año dado. Miles de voces, en idioma tras idioma, presentando la más reciente obra de referencia o sensación literaria, la más nueva teoría de desarrollo del género o los predicamentos del Amazonas, ideas para repensar el flujo global del capital o las mejores maneras de vivir con sencillez. Frankfurt: es la abuela de todas las ferias del libro.
 
Quizá Frankfurt sea más una Babel que un arca de Noé. Ciertamente es una cacofonía —polifonía es un tropo demasiado organizado— que refleja la realidad del pensar, investigar, escribir y publicar.
 
La Feria del Libro de Frankfurt de este año hizo, una vez más, lo que ha hecho por largo tiempo, comandar la presencia de la industria editorial global en lo que los organizadores proclamaron The Place to Be [El sitio dónde estar]. El eslogan, que no está en inglés por accidente, está adornado de una forma que trae a la mente la principal avenida de Las Vegas de antes. El subtítulo dice: “Frankfurter Buchmesse: Welthauptstadt der Ideen”: Feria del libro de Frankfurt: capital mundial de las ideas.
 
La feria, con sus vastos recintos sin relojes, se centra en cuatro salones gigantescos de tres niveles. Más pequeña de lo que solía ser, aún sigue siendo una colmena o un laberinto o un viaje Dantesco, dependiendo de tu rol y la condición de tus pies. Este año vio 277,000 visitantes, y estoy seguro de que los vi a todos.
 
Grande como es, sin embargo, esta es una feria de Frankfurt humillada. Consolidaciones globales, el costo de la exposición, las erosiones del mercado y los amplios efectos de todo lo digital le han bajado los humos a una industria para la que Frankfurt sigue siendo icónica. Es al menos la capital mundial de la idea editorial, una vasta iglesia cuyos miembros son devotos agnósticos.
 
Digital ahora es el nombre para gran parte de lo que los editores están haciendo, no el grito de los bárbaros a las puertas.
 
Hace una larga generación, Frankurt era más adusta, más rutilante y tenía mayor autoestima. A la entrada de una exposición escuchabas el llamado a voces de un vendedor —"Zigaretten, Zigarren, Trauben" [cigarrillos, cigarros, uvas]— mientras cruzabas una nube de nicotina. Siempre me pregunté si las uvas estaban dirigidas a ser un refrescante bucal. Los ternos estaban a la orden del día. Este año detecté vestimentas casuales y nalgas masculinas.
 
Uno de los eventos más publicitados de la feria fue una presentación del pintor inglés David Hockney promoviendo su libro extragrande publicado por Taschen, titulado A Bigger Book [Un libro más grande]. En el stand de Taschen, un representante, con guantes blancos, hojeaba un ejemplar de exposición como si fuera el Gran Evangeliario de San Columba.1
 
Lo cual parecía correcto. La feria ofrece muchas ideas de lo que es “el libro”, aun así no puedas leer ese libro. Había considerable interés en el facsímil, próximo a publicarse, en edición de lujo, del Manuscrito Voynich, el famoso y nunca decodificado libro de plantas. La casa editora española Siloe imprimirá 898 ejemplares. Puedes ordenar uno por siete mil euros. Por favor, déjenme saber qué dice. Otras editoriales europeas estuvieron presentando notables facsímiles de riquezas archivísticas, como para demostrar que el propósito de la nueva tecnología era, al menos en parte, anclar el libro aún más firmemente en nuestra conciencia.
 
Muchas exhibiciones son corporativas, y se enfocan en libros de texto, de referencia y en consolidaciones de datos. El stand de ProQuest anunciaba su lema sobre una banderola roja, en una línea: Empoderando a los investigadores y buscadores de información para que descubran, crezcan y prosperen. Habiendo trabajado para un gran empoderador de investigadores y buscadores de información del Reino Unido, yo casi podía escuchar la reunión del directorio en la que esas palabras fueron acuñadas, escrupulosos para evitar la mención de cualquier formato (aunque casi pego un salto por la ausencia de la “coma de Oxdord” [después de grow].
 
Frankfurt es el lugar donde el conocimiento y la información producen neologismos a una tasa alarmante. En el stand de Clarivate Analytics, encontrabas tres términos — trust, solutions, ingenuity—  apilados en mayúsculas, cada uno seguido de un enfático punto. Las marcas de la firma —ScholarOne, Web of Science, InCites— aparentemente convergen  para hacer de la compañía “Tu socio al acelerar la investigación”— Cuatro palabras crucialmente seleccionadas.
 
En comparación, el mundo de las editoriales universitarias se siente como hecho a mano: el adelgazado café latte de soya descafeinado  en contraste con la científicamente desarrollada bebida nutricional que no terminas de identificar.
 
Una corta visita a Frankfurt difícilmente daba suficiente tiempo, aunque al mismo parecía demasiado. Nadia podría estar interesado en todo. Yo quería saber qué era diferente, especialmente para el mundo de las editoriales universitarias. ¿Había cruzado el espejo la editorial universitaria para pasar al futuro digital?
 
El mundo de las editoriales universitarias es un consorcio suelto basado en principios de valores académicos; lo que no significa que una editorial universitaria no tenga que ser administrada, tanto como sea posible, como un negocio, especialmente ahora que a cada nuevo rector le dan su escritorio, un presupuesto y un hacha. Frankfurt es negocio de las editoriales universitarias. Aunque menos glamoroso que los stands gigantescos, el de los Editores Académicos Unidos —el nombre tiene un encanto extraño— ofrecía un puerto seguro y funcionaba como base de 13 editoriales universitarias de Canadá y Estados Unidos.
 
Peter Berkery, director ejecutivo de la Asociación de Editoriales Estadounidenses, organizó un evento de medio día de duración enfocado en asuntos de editoriales universitarias. El consenso general: lo digital ya no es ese monstruo amenazador que acechaba las salas de la exposición de Frankfurt hace solo unos pocos años. John Thompson, profesor de sociología de la Universidad de Cambridge y por largo tiempo analista de las ediciones académicas, habló sobre el momento actual como uno de formas nuevas, no formatos nuevos. La aclaración es importante, especialmente para los investigadores más allá de la cuadriga STEM (o CTIM: ciencia, tecnología, ingeniería, matemática), ansiosos de que el carruaje tecnológico no los vaya a arrollar. Si el formato del libro —diseño, acceso, entrega, interfaz—es de lo que realmente hablamos cuando hablamos de lo digital, entonces, para el pensamiento, el libro en tanto forma sigue siendo un marcador potente dentro de la vida académica. Digital es ahora el nombre para gran parte de lo que los editores están haciendo, no el grito de los bárbaros a las puertas.
 
Esas pueden ser buenas nuevas, pero no son todas las noticias. El acceso abierto —ahora la expresión de un deseo insatisfecho en el mundo de las revistas— presenta retos únicos para los libros, los cuales operan con financiamiento y modelos de consumo diferentes. Todos a quienes pregunté dijeron que sus editoriales estaban observando con cuidado lo que se llama “adquisiciones basadas en evidencias”, un término especializado usado para describir el uso de los materiales como una base para las decisiones de compra de la bibliotecas.
 
Frecuentemente escuchamos críticas al efecto del neoliberalismo sobre la educación superior, y hay al menos alguna sospecha de que la “adquisición basada en evidencias” está basada en principios similares. Advertencia al lector: Las universidades, los investigadores y la más amplia posible lectoría no académica tiene necesidades tan diversas y complejas como el mundo que habitan.
 
Algunos problemas y preocupaciones son, aunque no simples, al menos más fáciles de explicar. Garret Kiely, director de la Editorial de la Universidad de Chicago, fue uno de los varios veteranos que señalaron la piratería en línea como un hecho de la vida moderna. Para las editoriales universitarias, cuyo modelo y escala de operación son drásticamente diferentes de los editores de textos y los proveedores de “información” agregada, cada libro escaneado, aún bajo copyright, que aparece en la web, aunque sea con la intención de ahorrarles dinero a los estudiantes, erosiona la frágil base financiera sobre la cual los editores académicos hacen su trabajo. Una compañía llamada Digimarc ofrece los servicios de buscar en la web con el fin de encontrar las obras de una editorial y de hacer que se eliminen si ellas han sido publicadas en web sin licencia. Otro costo de hacer negocios.
 
Dando vueltas entre los estands de libros, los sitios de Wi-Fi y la barra de los sánguches, escuché mucho sobre la ingestión, a lo anaconda, que está haciendo Amazon del comercio librero, y sobre cómo este negocio en línea ahora es el más grande cliente de las editoriales universitarias. Cuando Amazon tiene un mes suave, también lo tienen las imprentas universitarias. No es un mensaje fácil de enviar a la oficina del rector administrativo.
 
En el universo de la edición, las editoriales universitarias hacen el trabajo de Dios. Vi hermosos catálogos de las editoriales universitarias de Fordham y la Universidad de Nueva York, y un simpático diseño de texto de Nebraska. Más libros parecían menos extensos, haciéndolos más económicos en términos tanto de costos de producción y tiempo del lector. Buena parte de las ediciones académicas sigue siendo monográfica, un término que es usado amplia pero inconsistentemente. Bill Sisler, director de Harvard University Press, me dio una buena definición: una monografía es una obra por un solo autor sobre un solo tema para un solo conjunto de lectores. Gran parte depende de ese último elemento, y llegar a ese conjunto único de lectores nunca ha sido más desafiante.
 
¿A dónde van las monografías? ¿A dónde van los libros académicos en cualquier formato? Las respuestas son duras y parciales. Muchos editores informan haber visto bajar las ventas de monografías en tapa dura por debajo de los 200 ejemplares; ventas de tapa dura en ediciones simultáneas (tapa dura y rústica) que pueden ser tan bajas como de 75 ejemplares. Has leído bien. Con todo, a medida que esas cifras caen año tras año, la tecnología para imprimir al momento les permite a los editores contener los costos de inventario y almacenamiento y, aun así, satisfacer el pequeño pero importante mercado que mantiene a los profesores enseñando, a los pensadores pensando y a los investigadores investigando.
 
Así y todo, yo quería saber por qué, en 2016, las editoriales universitarias encontraban que la inversión en una propuesta cara como Frankfurt valía la pena. Gillian Berchowitz, director de Ohio University Press, subrayó algunas verdades acerca de la feria. No importa lo que te hayas dicho a ti mismo acerca de un nuevo libro, no hay nada como presentarlo, o escuchar que lo presentan, cara a cara, a  un tercero neutral. Frankfurt puede ser un sitio frenético, pero fomenta esos momentos tranquilos e iluminadores en los que un libro se hace visible de una manera nueva. Frankfurt es, entonces, donde quienes dirigen las líneas editoriales, los editores y los distribuidores tienen un momento fuera de la afanosa burbuja que puede ser su propia forma del provincialismo. O como Berchowitz dice, Frankfurt es para aprender “cómo hacernos cosmopolitas”.
 
Como el pueblo mágico de Bragadoon—o cualquier muestra de libros en una reunión académica— Frankfurt desaparece y nos deja para que le demos sentido a lo que ahí ocurrió. No estoy persuadido de que las ideas tengan una capital mundial —estamos demasiado dispersos y somos demasiado postcoloniales para eso— pero la feria de Frankfurt sigue siendo un nodo de extraordinario valor dentro de una red que le da forma a todo lo que hacemos.
 
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1 El Libro de Kells (Book of Kells en inglés; Leabhar Cheanannais en irlandés), también conocido como Gran Evangeliario de San Columba, es un manuscrito ilustrado con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas hacia el año 800 en Kells, un pueblo de Irlanda (Wikipedia)
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