Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
Traducciones de artículos, entrevistas, etc.

Deng Xiaoping, el maoísta pragmático

Por Frank Dikötter
Originalmente publicado como “Number Two Capitalist Roader”, Literary Review (Londres), junio de 2015 (http://www.literaryreview.co.uk/dikotter_06_15.php). Traducido por Alberto Loza Nehmad.

Reseña del libro de Alexander V. Pantsov y Steven I. Levine, Deng Xiaoping: A Revolutionary Life. Oxford University Press, 610 pp.


A diferencia de Mao Zedong, Deng Xiaoping no simulaba que fuera poeta, filósofo o calígrafo. Las Obras selectas de Deng Xiaoping, en solo tres volúmenes, ofrecen pocas pistas acerca de la persona misma. A diferencia de su maestro, Deng era un líder de pocas palabras. Dado que no dejó casi ningún rastro de papel, hay una bien conocida lista de anécdotas personales puntualmente ensayada por cada biógrafo: le cogió el gusto al queso y el café durante sus años de estudiante en Francia; entusiasmó al público estadounidense por usar un sombrero de cowboy en un rodeo en Texas, en 1979; le gustaba escupir en una escupidera de hierro enlosado frente a sus horrorizados visitantes extranjeros, incluida Margaret Thatcher; podía ser directo, si no escatológico, en su conversación; estaba enteramente dedicado al Partido Comunista, al que sirvió a lo largo de su carrera; era un hábil y obsesivo jugador de bridge y murió con un título intacto, a saber: Presidente Honorario de la Asociación China de Jugadores de Bridge.

Alexander Pansov, ruso de nacimiento, profesor de historia en Capital University de Columbus, Ohio, ha trabajado asiduamente para descubrir más cosas acerca del diminuto hombre con tórax de barril. Ha pasado años peinando archivos rusos, teniendo acceso a los archivos personales de Deng Xiaoping y otros altos miembros del Partido Comunista Chino. Ha colaborado, nuevamente, con Steven Levine, un respetado historiador de China moderna, para destilar este material en una nueva biografía, una secuela de su anterior libro, Mao: la historia verdadera. Sin embargo, la fuerza de esta obra, de un modo bastante extraña, no está en las nuevas fuentes de archivo de Moscú, que añaden decepcionantemente poco de sustancia a lo ya se conocía de Deng. En vez de ello, es su parejo tratamiento, en comparación con otros biógrafos, la ventaja que se convierte en aun más evidente a medida que el libro se aleja de los primeros años de vida de su sujeto. El principal rival es Ezra Vogel, quien escribió una versión que trasuntaba un elogio tan excesivo sobre el hombre que “sacó de la pobreza a cientos de millones de sus compatriotas”, que a los lectores podría perdonárseles el haber creído que se trataba de un producto de la propia maquinaria de propaganda de Beijing.

El libro está dividido en tres partes. La Parte Uno, “EL Bolchevique”, cubre la vida de Deng desde su nacimiento en 1904 dentro de una familia acomodada de funcionarios del gobierno, en Sichuan, hasta su primer encuentro con Mao en 1927 y sus primeras actividades en el Partido Comunista. Su padre, un hombre moderno y educado, envió a su hijo a estudiar y trabajar a Francia, pagándole el pasaje mediante la venta de parte de sus tierras. Deng llegó a Europa en 1920. Obligado a trabajar por cortas temporadas en una fábrica de jebe y en fundiciones de acero, rápidamente se involucró en actividades comunistas subterráneas. Totalmente convertido al comunismo, en 1926 rompió todos los lazos con su familia y se dirigió a Moscú. El juvenil Deng estaba dispuesto a convertirse en un obediente engranaje de la maquinaria de la revolución y probarse como un disciplinado miembro del partido. Fue enviado de vuelta a China en 1927. Durante sus siete años en el extranjero, no aprendió francés ni ruso, y —aparte de estudiar las obras clásicas marxistas leninistas— mostró poco interés en el mundo que lo rodeaba.

La segunda parte de esta biografía, llamada “El maoísta”, se abre en 1931. Por las siguientes décadas Deng se transformó en un fiel seguidor del Presidente, quien era once años mayor que su paisano de Sichuan. Los autores siguen su ascenso a través de los rangos. A pesar de su atrayente estilo y su ojo para reconocer el detalle, ni el hombre ni el mundo de su alrededor adquieren vida, en gran medida porque los autores nunca dudaron de que la revolución fuera un paso necesario en China. El enfoque partidista conduce a una serie de clichés, particularmente evidentes en su tratamiento de la guerra civil post 1945, en la que Chiang Kai-shek  hace una pasajera aparición como un líder corrupto e inepto condenado al fracaso. La masiva ayuda que Moscú proveyó para convertir el desarreglado ejército guerrillero de Mao en una enorme máquina guerrera nunca es mencionada.

A medida que los autores siguen a Deng a lo largo de la década de 1950, el tono se hace más crítico. Tan pronto como la bandera roja flameaba sobre Beijing, el régimen empezó a suprimir todo disentimiento. Al administrar varias provincias en suroeste, Deng demostró ser tan feroz en liquidar supuestos contrarrevolucionarios que inclusive el Presidente se sintió obligado a escribirle para explicarle que “si matamos demasiados, perderemos la simpatía pública y surgirá una escasez de fuerza de trabajo”. Varios años después, en 1957, despachó a medio millón de gente educada hacia el gulag, incluidos investigadores que nunca habían dicho una palabra contra el partido. “Deng no estuvo fastidiado por esto. Nunca había sido un liberal y no podía tolerar el pluralismo”.

Deng, “apoyó con entusiasmo” el Gran Salto hacia Adelante, y aplaudió las comunas populares, que redujeron a los campesinos a la posición de trabajadores forzados a disposición del estado. Cuando decenas de millones murieron en la catástrofe consiguiente, él arguyó ignorancia y dedicó más bien sus energías a denunciar el “revisionismo” soviético.

El mismo Deng fue denunciado durante la Revolución Cultural, una década de caos anhelado, hábil y críticamente cubierta por los autores. Aun así, ellos minimizan cuán cómplice fue Deng en la creación  de la misma campaña que terminó por envolverlo con su familia. Ellos nunca mencionan su activa participación en las feroces asambleas de denuncia contra el ex ministro de seguridad pública, Luo Ruiging, quien finalmente saltó por una ventana en un intento de cometer suicidio, sin éxito (“Saltó como un palito de caramelo”, se burló Deng). Igualmente ausente está siquiera una mención al paso del rol conductor de Deng en la persecución contra Ulanfu, el director de la Mongolia Interior, a quien Deng acusó duramente en julio de 1966 de todo crimen concebible, desde “desviacionismo capitalista”, hasta “oponerse al Presidente Mao”. Pocos meses después le tocó el turno al Deng recibir acusaciones de que era el “Desviacionista Capitalista Número Dos”.

Pero el Presidente protegió a Deng. A diferencia de muchos de sus colegas, Deng rara vez fue sometido a sesiones de confrontación con los Guardia Rojos, pero pasó muchos años en el campo, protegido de los caprichos de la Revolución Cultural. Como la tercera y parte final, “El Pragmático”, lo demuestra, el Presidente inclusive lo trajo de regreso dos veces, usándolo para contrapesar la creciente influencia de Zhou Enlai. Aquí, también, hay curiosas omisiones. Es bien conocido, por ejemplo, que como Jefe del Estado Mayor del Ejército de Liberación Popular, Deng ordenó medidas enérgicas contra un condado de mayoría musulmana en Yunnan, en 1975, lo que llevó a la masacre de más de 1,600 personas, algunas de ellas niños.

Después de la muerte del Presidente, Deng fácilmente pasó por sobre su sucesor designado, Hua Guofeng, en 1979, inaugurando con ello una era oficialmente conocida como la de “Reforma y Apertura”. En realidad, durante los años finales del maoísmo, millones y millones de campesinos comunes y corrientes ya habían socavado los cimientos mismos de la economía planificada, aprovechando el caos de la Revolución Cultural para salir ellos mismos de la pobreza. Los autores del libro piadosamente evitan la mayor parte de los elogios usuales apilados sobre Deng, tan frecuentemente alabado como el “arquitecto de las reformas económicas”. Deng, aunque no era ningún economista, era lo suficientemente astuto para reconocer que no podía luchar contra la tendencia popular hacia la descolectivización. Permitió que esta procediese usando más bien el crecimiento económico para consolidar el control del poder por parte del partido, muy malamente erosionado por la Revolución Cultural.

Deng permaneció incansable en denunciar aún el más pequeño vestigio de reforma política como “contaminación espiritual” y “liberalismo burgués”, fustigando repetidamente a los estudiantes e intelectuales. Como lo expresó el destacado disidente y astrofísico Fang Lizhi hace unos pocos años, “El rol de Deng Xiaoping, cuando lo tuvo, fue impedir la difusión de las libertades”. Deng encontró intolerables a los manifestantes de la Plaza Tienanmen en 1989, y los percibía como contrarrevolucionarios inclinados a derrocar al partido y el estado. Él “tercamente creía en su propia infalibilidad”, y envió al ejército. En las lúcidas palabras de los autores, “Deng consiguió todo lo que quería sin consideración de las muchas víctimas que dejó regadas a lo largo de su camino al poder”. Deng había aprendido bien las enseñanzas de Mao, su maestro, cuyo retrato él se aseguró nunca sería retirado de la Plaza Tienanmen.

Algunas décadas en el futuro, los historiadores bien podrán preguntarse por qué los principales líderes del mundo democrático elogiaron tan efusivamente a un hombre cuyos Cuatro Principios Cardinales consistían en el socialismo, la dictadura del proletariado, el liderazgo del partido, y el marxismo-leninismo pensamiento Mao Zedong. Esta biografía es la más equilibrada y mejor investigada hasta la fecha, y combina un estilo vivaz con una visión muy genuina derivada de muchos años de estudios detallados. Con todo, aún deja de ofrecer la historia completa. Mientras el último lote de hombres grises de traje oscuro y cabello pintado en Beijing toma medidas drásticas una vez más contra toda posible forma de disensión, uno se pregunta si esa historia alguna vez será contada.

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