Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
Traducciones de artículos, entrevistas, etc.

Shakespeare y Montaigne

Por Danny Heitman

Originalmente publicado como “The Inner Light”. The Weakly Standard, Oct. 27, 2014 (http://www.weeklystandard.com/articles/inner-light_816384.html). Traducido por Alberto Loza Nehmad.
Reseña de: Stephen Greenblatt and Peter G. Platt (eds.). Shakespeare’s Montaigne: The Florio Translation of the Essays, A Selection (New York Review Books: 480 pp.)


Aunque es reverenciado como un gran escritor clásico, Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592) es un autor al que leemos porque queremos, no porque tengamos que hacerlo. Es íntimo, conversador y expansivo, cualidades adecuadas para el género peculiar que esencialmente él creó. Al tiempo que se entretenía en la torre de su biblioteca en Francia del siglo 16, Montaigne trabajó sus observaciones conversacionales y las convirtió en una prosa familiar, e inventó el ensayo personal como una nueva forma literaria. Otros habían compuesto ensayos antes de Montaigne, pero los escribieron como reyes, soldados, funcionarios o filósofos. Montaigne escribió simplemente como él mismo, un perplejo y confundido aristócrata francés que intentaba darle un sentido a todo.    

“Danse a conocer los autores al pueblo por alguna marca particular y externa; yo soy el primero en dar a conocer mi ser total, en mostrarme como Michel de Montaigne, no como gramático, o poeta, o jurisconsulto”. 1

En cuanto a eso, Montaigne fue la primera estrella mundial del reality show, alguien que astutamente vio las intrigas modestas de su vida doméstica como una mercancía vendible. El público estuvo pronto de acuerdo e hizo de sus Ensayos, publicados entre 1580 y 1588, un best seller de la época. Desde su aparición hace más de cuatro siglos, los ensayos de Montaigne nunca han dejado de imprimirse. Con todo, a diferencia de Kim Kardashian o Donald Trump, Montaigne consideraba la mirada interior como una aventura en el borrarse a sí mismo de la escena, no como infatuación consigo mismo. Era un encantador y perceptivo crítico de sus propias flaquezas, especialmente alerta a su debilidad por la incoherencia:

Si hablo de mí de distinta manera, es porque me veo de distinta manera…  Vergonzoso, insolente; casto, lujurioso; charlatán, taciturno; duro, delicado; ingenioso, atontado; iracundo, bondadoso; mentiroso, sincero; sabio, ignorante, y liberal, y avaro, y pródigo, todo ello véolo en mí a veces, según qué giro tome...

Al aceptar las creencias y sentimientos a veces conflictivos que podían existir en su interior, Montaigne sugiere que la gente está destinada a disentir de sí misma y de los demás. Católico romano, celebraba la tolerancia mientras su país se desgarraba por los conflictos sangrientos entre protestantes y miembros de su propia fe católica. Era una postura atrevida en una era tan dominada por las luchas sectarias y la opresión política. Sus ensayos no sugieren plenamente el peligro de sus tiempos o los riesgos que asumía como un intermediario entre fanáticos religiosos. Aún el celebrado candor de Montaigne tenía sus límites. Pero lo que queda de sus escritos es cuánto de sí mismo logra trasladar al papel. Montaigne parece trascribir en tiempo real el funcionamiento de su mente, así que las convenciones del argumento formal dan paso a la espontaneidad y la digresión. Los títulos de sus ensayos a menudo ofrecen solo la pista más vaga acerca de a dónde se dirige su cerebro: “De la experiencia”, por ejemplo, empieza como una reflexión sobre los límites de la razón, pero finalmente incluye temas tan variados como los huevos, las chimeneas y los gustos portugueses por el vino. De paso, Montaigne evalúa el gobierno de su país:

[P]ues en Francia tenemos más leyes que en todo el resto del universo mundo, y más de las que serían necesarias para gobernar todos los mundos que ideó Epicuro …. Y sin embargo, dejamos tanto que opinar y decidir al albedrío de nuestros jueces, que jamás se vio libertad tan poderosa ni tan licenciosa. 2

Ese es el otro asunto con Montaigne: aunque escribió sus ensayos mientras Isabel I aún ocupaba del trono de Inglaterra, a veces sientes como si él estuviera los titulares de la mañana. En nuestra era de blogs, tweets e Instagrams, usar el ser personal como fuente para un comentario no podría parecer muy especial. Pero como Virginia Woolf (ninguna haragana como ensayista) observó, escribir como tú mismo no es el mayor desafío enfrentado por un autor de ensayos personales. Está, en primer lugar, “la suprema dificultad de ser uno mismo”. La autenticidad es a veces lo que muchos escritores afirman cuando usan el pronombre perpendicular, por supuesto. “Pero este hablar de uno mismo”, dijo Woolf del maestro, “siguiendo sus propias divagaciones, ofreciendo por entero el mapa, peso, color y circunferencia de su alma en su confusión, su variedad, su imperfección, este arte perteneció a un hombre solamente: a Montaigne”.

Si cabe, Montaigne tuvo éxito con excelencia. Hizo que los ensayos parecieran tan fáciles que todos asumen pueden escribirse uno. Los maestros pueden pensarlo dos veces antes de pedirle a un niño que escriba una novela, un cuento o un poema, pero a los niños se les asigna ensayos al menos ocasionalmente, inclusive si se trata de una composición obligatoria acerca de “Qué hice este verano”. Eso nos ha hecho pensar en un ensayo como un ejercicio elemental, algo que un niño de seis años de edad podría manejar, y no como un género, en otras palabras, en el que una persona de letras fácilmente ganaría estatura en tanto genio. E.B. White, correctamente concluyó que un autor con ganas de ganar un Premio Nobel, mejor escriba una obra de teatro, un poema o una novela; poca gente va a estar dispuesta a considerar a un ensayista como un gran talento.

Aquí, sin embargo, Stephen Greenblatt y Peter G. Platt sostienen que Montaigne tuvo una clara influencia en William Shakespeare, una conexión que afirma el intelecto y la postura de Montaigne dentro del canon occidental. Greenblatt comienza con un breve ensayo sobre las referencias a Montaigne en las obras de Shakespeare, y Platt sigue con un capítulo sobre John Florio, quien produjo la primera traducción inglesa complete de los ensayos de Montaigne, la versión que Shakespeare más probablemente leyó. Greenblatt y Platt mantienen breve su exposición investigativa, y ceden rápidamente la escena a selecciones de la obra de Florio. Platt es director de Inglés en Barnard College; Greenblatt, profesor de Harvard, es mejor conocido por su Will in the World (2005), un popular estudio de Shakespeare, y The Swerve (2012), un libro acerca de cómo el redescubrimiento en 1417 de un poema de Lucrecio cambió el curso de la historia. En Shakespeare’s Montaigne, como en su libro anterior, Greenblatt considera las extrañas corrientes que le permiten a la literatura polinizar otras obras, a menudo con resultados sorprendentes.

En reconocimiento de Greenblatt, él no exagere su caso. Muchos detalles de la vida de Shakespeare son desconocidos, y no está claro cuán cercanamente haya leído al Montaigne de Florio. Pero en un par de obras, la deuda de Shakespeare con Montaigne parece obvia. En “De los caníbales”, un ensayo de gente recién descubierta en el Nuevo Mundo, Montaigne escribe admirativamente de un pueblo “en el cual no existe ninguna especie de tráfico, ningún conocimiento de las letras, ningún conocimiento de la ciencia de los números, ningún nombre de magistrado ni de otra suerte, que se aplique a ninguna superioridad política”. Un lenguaje muy similar aparece en The Tempest, cuando Gonzalo considera el tipo de sociedad que quiere establecer en la isla donde él u otros han naufragado. Hay otro aparente ejemplo de préstamo en King Lear, que incluye un pasaje que parece nacido de las observaciones de Montaigne acerca de la relación ideal entre padres e hijos.

Más allá de eso, la cuestión de la influencia de Montaigne sobre Shakespeare se hace más especulativa. Greenblatt se despreocupa de tal ambigüedad, concluyendo que cualesquiera sean las posibilidades, la mera existencia de estos dos hombres fue un milagro en sí misma: “Dos de los más grandes escritores del Renacimiento, dos de los  más grandes escritores que el mundo ha conocido, estaban trabajando casi al mismo tiempo, reflexionando sobre la condición humana e inventando los medios estilísticos para registrar sus más sutiles percepciones en el lenguaje”.

Bastante cierto, aunque Montaigne y Shakespeare trabajaron en diferentes idiomas y habrían dependido de la influencia mediadora de Florio para unir la brecha. Platt señala que Florio se daba sus libertades como traductor, y rendía un trabajo que parece tanto una obra maestra suya como una de Montaigne. A veces Florio se pasaba de la raya “ingleseando” a Montaigne, como cuando Montaigne sostenía que no podíamos entender a los animales del mismo modo que no entendemos a “los vascos y los trogloditas”. Florio cambió la referencia a “del mismo modo como no entendemos a los de Cornwall, los galeses o los irlandeses”. Florio también desinfectó algunos de los pasajes más obscenos de Montaigne, y ocasionalmente estuvo simplemente errado, como cuando tradujo la palabra francesa poisson, pescado, como “veneno” [poison en inglés significa veneno].

Greenblatt y Platt se colocan detrás del hombro de Florio cuando este trabaja, y ofrecen comentarios editoriales, mediante copiosas notas a pie de página, cuando su traducción parece arbitraria o errónea. Por ejemplo, observan la negativa de Florio a traducir la cita que hace Montaigne de una línea de Horacio, en la cual nos enteramos de que “el falo del joven es más firme que un árbol joven”. Los editores mantienen que el Montaigne de Florio, a pesar de sus frecuentes inexactitudes y caprichos editoriales, aún es interesante como un estudio en composición, dado que el trasvase que hace Florio de Montaigne a las expresiones de la Inglaterra isabelina crearon un libro que inspiró no solo a Shakespeare sino también a Ben Jonson, John Marston, John Webster, Robert Burton y Francis Bacon.

En “Una apología para Raymond Sebond”, Florio traduce a Montaigne citando a Heráclito acerca de las etapas de la vida: “La flor de la edad murió, se marchitó y voló cuando la edad nos alcanza, y la juventud terminó en la flor de la edad de un hombre completamente adulto; la niñez en la juventud; y la primera edad murió en la infancia”.  En la traducción de 1991 de M. A. Screech, el mismo pasaje se convierte en “la flor de nuestra vida se marchita y muere en la edad de la vejez; pero la juventud terminó en esa flor adulta, como la niñez en la juventud y como esa etapa embrionaria murió en la niñez”. El significado de Screech es más claro y más exacto, mientras el de Florio es más rítmico y poético. Pero los lectores a quienes les gustan los florecimientos de Florio tendrán también que tolerar algunas oscuridades del período en la negociación.

Screech, siguiendo la convención moderna de las investigaciones sobre Montaigne, también claramente señala dónde Montaigne añadió materiales a medida que revisó sus ensayos a lo largo de los años. Ese aspecto está ausente de la versión de Florio, y mientras leía su traducción de Montaigne, me encontré perdiendo el sentido vívido de la evolución en sus ensayos que viene de las anotaciones contemporáneas. Aunque los lectores podrían disfrutar a Florio, les convendrá tener a Screech cerca, o la magnífica traducción de 1957 de los Ensayos de Donald Frame, como respaldo.

Montaigne periódicamente volcaba nuevas ideas cada vez que volvía a sus ensayos, inclusive si ellas contradecían afirmaciones anteriores. De esta manera, sus ensayos a menudo se parecen a envíos de Twitter: incesantemente vivos, moviéndose y mudables. Y debido a que el estilo de Montaigne anticipó con tanta agudeza el universo literario actual, revisitar estos ensayos mediante Florio es un poco chocante. Un autor tan fresco y nuevo, ¿realmente coincidió con la edad isabelina? Quizá existió u autor conocido como “el Montaigne de Shakespeare”, pero como cualquier hora pasada al azar con los Ensayos nos lo recuerda, Michel de Montaigne nos pertenece a todos.

Notas
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1 Traducción obtenida de: https://es.scribd.com/doc/218000957/Montaigne-M-de-1580-1588-Ensayos-seleccion.
2 http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ensayos-de-montaigne--0/html/fefb17e2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_165.html#I_115_

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