Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
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Eliminado con la traducción: ¿para mejor?

Por Michel Cronin
Originalmente publicado como “Lost in translation: and all the better for it”. The Irish Times, 12 de abril de 2014 (http://www.irishtimes.com/culture/books/lost-in-translation-and-all-the-better-for-it-1.1754399?page=1). Traducido por Alberto Loza Nehmad.

Reseña del libro de Emily Apter, Against World Literature: On the Politics of Untranslatability.
 
El papa estaba preocupado. Nicolás I, en Roma, había oído del hecho de que un irlandés, Johannes Scotus Erígena, estaba traduciendo los escritos de Dionisio el Aeropagita del griego al latín. En sus escritos, Dionisio sugería una resuelta síntesis del platonismo y el pensamiento cristiano, y esos jugueteos con el pensamiento pagano producían inquietud.

El papa se puso en contacto con el mecenas de Erígena, el rey franco Carlos el Calvo, y le pidió que la traducción fuese enviada al bibliotecario papal, Anastasio, para que se revisara su exactitud. En marzo de 860, Anastasio escribió a Carlos pleno de un perplejo elogio.  “Es maravilloso cómo este bárbaro, viviendo en el fin del mundo, alguien supuestamente tan alejado del conocimiento de este idioma como lo está de usarlo familiarmente, ha sido capaz de comprender esas ideas y de traducirlas en otra lengua: me refiero a Juan, de quien he oído que es, en todo, un hombre santo”.

Si Anastasio insiste tanto en la santidad de Erígena como en su capacidad lingüística es porque uno nunca sabe cuándo una idea extranjera puesta en circulación terminará dándoles una ayuda a los bárbaros que están a la puerta. Cuando Lutero traduce la Biblia al alemán y Marx se abre paso en ruso y chino, mundos enteros se transforman. Emily Apter, profesora de literatura comparada en New York University, está alerta a esta subversiva historia de la traducción, a la manera cómo esta abre al lector otros mundos del pensamiento y el sentimiento. Literatura mundial, o el hacer que las literaturas del mundo estén disponibles en traducción, es lo que Apter llama una “etiqueta ganadora, que se beneficia de su asociación genealógica con la Weltliteratur goetheana”. La ética de la inclusión liberal implicada por el término se acomoda con facilidad a una visión kantiana de la paz perpetua asentada en el compartir de una cultura común. En el mundo angloparlante, donde menos del 3 por ciento de todos los títulos publicados son traducciones, la idea de una literatura mundial parecería ser un correctivo urgente y necesario al desmedido orgullo político y lingüístico de los hablantes de un idioma global dominante.

Apter, sin embargo, no está segura. No porque ella crea que la traducción no sea valiosa o importante. En realidad, es precisamente porque ella ciertamente cree que esta es tan crucial que ella desea que sea tomada con seriedad. Su preocupación nace de una noción de literatura mundial que borra las diferencias o que cierne y desecha lo foráneo o lo inquietante en nombre del consumo fácil. De este modo, literatura mundial remeda la fantasía libremercadista de una circulación de bienes e información interminable y libre de fricciones. En esta McDonalización de la palabra escrita no hay lugar para la dificultad o la opacidad.

Lo intraducible es el aguafiestas mundial. Es la resistencia del idioma al significado unívoco, a las innumerables asociaciones —históricas, políticas y culturales— de palabras que dificultan todo tráfico fácil entre los idiomas. Apter, basándose en el Diccionario de intraducibles: un lexicón filosófico de Barbara Cassin, da ejemplos de palabras que son resistentes a una traducción simple. Ahí está la saudade portuguesa, que significa nostalgia, añoranza, deseo, torpor, ambigüedad moral, soledad. La palabra rusa pravda, que convencionalmente es traducida como “verdad”, existe en una compleja y resonante cámara de ecos. Dependiendo del contexto, la palabra puede aludir a una “cosmopolítica democrática, la topología del exilio, la solidaridad con las minorías y los refugiados perseguidos, el Saint-simonionismo  y las visiones del mundo rusófilas”.

Lo intraducible se convierte en una  manera de pensar acerca de la especificidad de los idiomas y las culturas, la singularidad de la expresión escrita en lugares particulares en tiempos particulares. Una de las paradojas de la intraducibilidad, por supuesto, es que tienes que intentar con más fuerza comprender lo que el otro está diciendo, dedicar más recursos al esfuerzo de traducir y valorar mucho más la traducción exitosa, precisamente porque es tan difícil.

La filología de Apter conduce directamente a la política de la intraducibilidad de su subtítulo. Ella acuña el término “oneworldedness” (unimundidad), para referirse a la “paranoia planetaria marcada por la cibersupervigilancia, las cartografías de los cárteles y las webs de relacionalidad internacional al interior y fuera de la nación y de los bordes de la legalidad”. Este es lado oscuro del utopismo planetario, donde todo está conectado por una conspiración de propósitos. Unes los puntos y los ataques terroristas contra el World Trade Center se vinculan con armas de destrucción masiva en Irak, y los usuarios de las bibliotecas públicas que solicitan libros sobre el Islam se convierten en yijadistas potenciales. Si la paranoia siempre ha sido prima hermana de la teoría, al involucrar ambas un incesante rastreo de patrones, entonces la unimundidad involucra una teoría de la traducibilidad, a saber, que las diferencias históricas, políticas y culturales pueden todas ser traducidas sin esfuerzo a un lenguaje común del complot contra EE.UU. Defender lo intraducible, entonces, se convierte en una manera de centrarse en las diferencias.

Contra la Literatura Mundial es menos una monografía cerradamente enfocada que trata de una sola idea, y más bien una colección de ensayos y reseñas. Apter se enfrenta con críticos como Jacques Derrida, Eric Auerbach, Edward Said y el poeta marroquí Abdelfattah Kilito para ver cómo podría funcionar la “justicia como traducción”. Al especular cómo las aparentes diferencias irreductibles (Israel/Palestina es mencionada bastante) podrían ser traídas a la mesa de negociaciones del idioma, Apter explora qué nos podría decir la dificultad de traducción acerca de los límites y posibilidades de entendimiento mundial.

Aunque el lector corre el riesgo de ser enterrado bajo los restos de la omnívora erudición de la autora, Contra la literatura mundial es una polémica oportuna y persuasiva. Pensar qué significa estar en los confines de la tierra, debe llevar a pensar acerca de los confines de los habitantes de la tierra.

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