Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
Traducciones de artículos, entrevistas, etc.

La formidable adversaria de William Shakespeare

Por Anne Somerset
Originalmente publicado como “Out, Damned Nightspot”, en Literary Review (Londres, abril de 2014: http://www.literaryreview.co.uk/somerset_04_14.php). Traducido por Alberto Loza Nehmad.

Reseña del libro de Chris Laoutaris, Shakespeare and the Countess: The Battle that Gave Birth to the Globe. Fig Tree, 528 pp.  


William Shakespeare tenía buenas razones para esperar que 1596 le resultara un año próspero. A un gran costo, el empresario James Burbage recientemente había adquirido y reacondicionado un magnífico teatro donde las obras de Shakespeare podrían ser representadas. A diferencia del local donde entonces tenía su base la compañía teatral de Shakespeare, el nuevo teatro en Blackfriars no estaba al aire libre, de modo que sus obras podían ser representadas aún en el invierno. Se había invertido grandes sumas para ofrecer excelente iluminación y una tecnología de efectos especiales. Los asientos serían caros y Shakespeare tendría derecho a una porción de las ganancias. Desafortunadamente para Shakespeare, el local cayó en la desaprobación de Elizabeth, Lady Russell, una venerable residente de Blackfriars que empezó a organizar un petitorio contra el teatro. Ella convenció a casi todos sus vecinos para que lo firmaran, incluyendo a su amigo Lord Cobham.

Lady Russell era una temible adversaria. Como cuñada de Lord Burghley, tesorero de la Reina Isabel I, se hallaba en extremo bien conectada, y asimismo era un formidable personaje por derecho propio. De lo más inusualmente para su tiempo, ella y sus hermanas habían sido educadas con estándares muy altos por un padre que creía que las mujeres eran tan capaces de aprender como un hombre. Las cinco hermanas tenían la fama de estar educadas más allá de  lo común para su sexo, con la capacidad de recibir y tratar a todo tipo de hombres con una conversación digna de ser escuchada. Desde su más temprana juventud, Lady Russell había estado expuesta a ideas religiosas radicales y estaba apasionadamente comprometida a defender su propia y avanzada forma de protestantismo. Cuando las inflexibles creencias de la religión puritana pusieron a las hermanas en problemas con las autoridades, ella intercedió en su favor, sacándolas a menudo de dificultades.

Luego de la muerte de su segundo marido en 1584, Lady Russell hizo valientes esfuerzos para proteger los derechos de nacimiento de sus hijas. Su marido había muerto antes de su suegro, el Conde de Bedford, pero Lady Russell insistió en que cuando Bedford murió, sus propiedades deberían ser compartidas por sus nietas, en lugar de ser dejadas en herencia, como era costumbre, al más cercano pariente hombre. Ella siguió un juicio de ocho años, solo para que los jueces fallaran en contra suya.

Estos no fueron, de ningún modo, los únicos procedimientos controvertidos en los que ella se metió. Aunque físicamente frágil y sufriendo de dolores extremos por un accidente en la columna, ella era intrépida en las confrontaciones con quienes percibía como sus enemigos. Durante una amarga disputa por propiedades, condujo a 12 sirvientes armados en un asalto contra gente que, ella sostenía, estaba ocupando indebidamente una de sus casas. De la manera más furiosa, forzosa y alborotadora, no solo echó a los desafortunados ocupantes sino que arrastró a dos de ellos a otra de sus residencias, donde fueron “firmemente encerrados” en el cepo por varios días. No mucho después, un alguacil que la había disgustado quedó “de lo más desesperado por su vida” después de que se supiese que los sirvientes de Lady Russell estaban planeando colgarlo en el bosque sin la formalidad de un juicio.

Hacia el final de su vida ella se embarcó en litigios adicionales en la Corte de la Cámara Estelar [tribunal para casos especiales]. Habiendo antes maltratado a un consejero privado [miembro de ese tribunal] que tuvo dudas sobre sus reclamos, ella calló a voces al lord canciller. Para consternación de los hombres presentes, “violentamente y con gran audacia empezó un largo discurso y por ningún modo pudo ser detenida o interrumpida”. Una vez más perdió su caso, pero al menos un observador se llenó de una reluctante admiración por su coraje “más que femenino”. Pagando tributo a sus “muchos y excelentes dones”, él reconoció su “gran espíritu”, al tiempo que lamentaba que estuviera “oscurecido… con un orgullo extremo”.

Esta, entonces, era la alarmante mujer con quien Shakespeare se encontró enfrentado en 1596. En parte, las objeciones de Lady Russell contra el Teatro Blackfriars surgían de puro celo vecinal, puesto que ella sostenía que las multitudes y el tráfico causarían “un inconveniente general a todos los habitantes del mismo precinto”. Explotó el temor de las autoridades a los comportamientos desordenados sugiriendo que “las personas ociosas y obscenas, bajo la excusa de ir al teatro se dirigirán hacia aquí y harán todo tipo de desórdenes”. Pudo haber tenido un resentimiento particular contra Shakespeare. La recientemente representada obra Enrique IV, Parte 1, había mostrado a un caballero gordo y borracho llamado Sir John Oldcastle (antepasado del amigo de Lady Russell, Lord Cobham), cuyo réprobo amigo John Russell era tocayo del finado marido de Elizabeth Russell. Probablemente esto no era una coincidencia, pero si Shakespeare había estado provocando a Lady Russell y a su círculo, llegó a arrepentirse de tal ofensa. La siguiente vez que representó la obra, él intentó —demasiado tarde—arreglar las cosas cambiando los nombres a Falstaff y Bardolph.

El petitorio de Lady Russell contra el Teatro Blackfriars fue exitoso. Las autoridades se rehusaron a permitir su apertura y arruinaron a James Burbage, quien murió poco después. Obligada a encontrar un local alternativo, la trupe de Shakeaspeare, los Hombres de Chamberlain, se mudaron a Bankside. Allí construyeron el Globe, el teatro para siempre asociado con el nombre de Shakespeare.

Shakespeare puede haberse vengado de la triunfante Lady Russell infligiéndoles alfilerazos a ella y su familia en sus obras subsiguientes. Chris Laoutaris sostiene que Las alegres comadres de Windsor contiene referencias al violento comportamiento de Lady Russell hacia los inquilinos obstinados, mientras Malvolio, en Doce noches, quizá esté basado en Thomas Hoby, el hijo de Lady Russell de su primer matrimonio. Posiblemente, sin embargo, Shakespeare la representó luego bajo una luz más halagadora con la esperanza de congraciarse con el poderoso sobrino de ella, Robert Cecil. Parece probable que la valiente viuda, la Condesa de Roussillon, en Todo está bien si termina bien, estuvo inspirada en Lady Ruyssell.

Laoutaris se sumerge en todo esto con inmenso gusto, presentando un vertiginoso elenco de personajes a sus lectores, y enfocando su tema desde una miríada de diferentes ángulos. Hay momentos en los que su entusiasmo se va de fuga junto con él. Su afirmación de que Lady Russell era una espía que tuvo un papel en “algunas de las conspiraciones más grandes que remecieron el trono” es, pienso, hiperbólica. Aun así, gracias a la impresionante investigación de Chris Loutaris, este personaje en gran medida olvidado emerge como una mujer de gran erudición, determinación y coraje, poco menos destacable que su tocaya y contemporánea Elizabeth I.

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