Omar Salomé inicia su novela en un aeropuerto. Y es también en un aeropuerto donde culmina, con el protagonista Héctor Berríos marchándose con la música de su vida a otra parte, rumiando un exilio sin esperanza. Entre la nostalgia y el desencanto, el libro relata las peripecias de un adolescente que ama a las mujeres imposibles mientras sueña un destino de éxito profesional; y, sobre todo, es la historia del adolescente que en la adultez comprende las fracturas del mundo donde la competitividad y la envidia parecen ser los propósitos éticos. Pero además, es un relato sobre la familia y la amistad como universos ideales para el afecto, para la complicidad. En este viaje que propone Salomé, no hay héroes ni victoriosos, sino la honda humanidad de las ilusiones arruinadas. Traicionados, cada uno de los personajes es la víctima exacta de sí mismo. Y la buena suerte, la única promesa que la existencia no le cumple a nadie. Si la novela moderna es el territorio donde anida el desengaño y la migración es inagotable, Omar Salomé cumple con creces ese objetivo; agregando un atributo personal: la ternura por los tiempos que ya no volverán, donde el fenómeno global del grunge, el fútbol de calle o el abrazo de mamá, conforman la patria de la memoria. Quizá la única patria de verdad.