Carlos Aguirre efectúa un verdadero inventario de la esclavitud en sus más de tres siglos de vigencia en el país. La esclavitud fue un elemento estructural de la sociedad colonial, de modo que Aguirre aborda acuciosamente su papel en la economía agrícola y la logística urbana. De hecho, la mano de obra esclava sustentó hacia finales del 1500 la aparición de los ingenios azucareros costeños que, consolidados en el siglo XVIII, dominaron la economía peruana hasta 1960, más de 100 años después de decretada la libertad de los negros. En la ciudad, por otra parte, la masiva disponibilidad de esclavos para el trabajo doméstico, las labores artesanales y los oficios prácticos permitió poner en escena el modelo social de lujo y dispendio concebido por las elites peninsulares. La polis virreinal, regida por un cerrado sistema de prebendas y privilegios, debía apoyarse necesariamente en una amplia oferta de trabajo gratuito. En 1614 casi 43% de la población de Lima estaba compuesta por esclavos y una porción de negros libres. Aguirre enriquece estas consideraciones estructurales con una mirada atenta a la intimidad misma del régimen esclavista. Horarios de trabajo y sanciones, tasas de reproducción, estadísticas sanitarias, dieta alimenticia, vestido, tipos de vivienda de los esclavos son detallados por el autor junto a las formas de socialización empleadas por ellos para aliviar su durísima existencia.