Nadie sabe adónde ir son siete disparos al estómago. Carlos Dávalos sólo tenía 20 años cuando vio la luz este texto. Joven urbano, de familia bien de Lima, el autor –sin duda un alter ego - narra de una forma autobiográfica lo que puede hacer un joven de Lima de su condición. Los excesos generacionales son iguales en todas las grandes ciudades, sólo que un paco de cocaína en Lima vale 20 soles. Los relatos giran en torno a este concepto nihilista donde la vida es corta, muy corta y la muerte es un segundo después de la grandísima vida. Con un lenguaje realista, descarnado, cinematográfico y lleno de connotaciones pop, Dávalos apunta con su cañón recortado a todos: las instituciones familiares –el incesto- , la universidad –cuna de terroristas- , los medios de comunicación... nada queda fuera del radio de su detonación.