La destrucción de su jardín sume a la Señora Murakami en una contemplación desapasionada e interrogante de su pasado. Como escenas de una película antes vista, surge uno tras otro los recuerdos que la conducen al señor de Murakami, su insólita colección de arte y el posterior matrimonio con el millonario coleccionista. Pero en medio de todos esos recuerdos se alza uno, terrible y atormentador: la insistencia, en plena agonía, del señor Murakami por mirar por última vez los pechos desnudos de Etsuko, la dócil y callada sirvienta de Izu.