En algún momento – dice el mito del Incaryi – llegarán a juntarse la cabeza, el tronco y las extremidades del Inca enterrado. El cuerpo será uno solo y entonces el pueblo quechua renacerá. Eduardo Niezen percibe que ese momento se avecina. Fenómenos sociales de gran trascendencia lo demuestran: Lima, la capital unida cada vez más a las provincias (la cabeza unida al tronco y las extremidades), comienzan a ejecutar lentos movimientos, mientras el pueblo quechua ha esperado pacientemente durante siglos de opresión y abusos. La novela nos da una versión apocalíptica de la conquista y luego describe nuestra realidad actual, haciendo un doloroso paralelo.