Trata sobre dos adalides de la libertad de los pueblos americanos, Gabriel Aguilar y Juan Crespo y Castillo, el primero inmolado en la ciudad de Cuzco en 1805, y el segundo, encabezó la insurrección de Huánuco en 1812 y ofrendó su vida en el mismo escenario. Aguilar, audaz y heroico huanuqueño, se anticipa a todos los rebeldes y escribe, con su propia sangre, las páginas iniciales de la independencia americana. Crespo, el gran caudillo de Huánuco, supo darse por entero a la misma causa por la que se sacrificara Aguilar. Quiso seguir los pasos heroicos de Zela y pereció en la demanda. Levantó a las masas indígenas de los valles y selvas huanuqueñas, a los mestizos y a los hombres patriotas. (100)