Daniel está esperando el avión que va a llegar de Huánuco y que tiene bastante retraso. El hombre de Faucett se acerca: «El avión acaba de llegar a Huánuco con un motor en bandera»
Una hora después llega el avión a Tingo María. Baja Maxi, blanco como una hostia. «Ya sé, entraste a Huánuco con un motor en bandera.» «No, eso no es nada… es la forma cómo lo arreglaron. No sabes. El piloto abrió la ventanita del cockpit y preguntó a los choferes de taxi que esperaban en el campo, si tenían una llave de media. Le trajeron una, entonces el piloto sacó un tubito, lo limpió con una rama de eucalipto… y nos fuimos…»
Daniel está sentado en el último asiento del DC3, que se prepara a cruzar los Andes. Del otro lado del pasillo está sentado el sobrecargo. El avión empieza su media vuelta y se eleva rápidamente para pasar el Karpish. Los motores rugen con un ruido inquietante. El sobrecargo que se persignó tres veces cuando prendieron los motores, levanta medio cuerpo y grita: «¡¿Qué pasa con el motor izquierdo?!». Salleron mira por la ventanilla. No ve nada: «Todo está normal». El sobrecargo se acomoda en su asiento renegando: «Cada vez que salgo con ese piloto, pasa algo…».
Así llegó «del otro lado de los Andes» donde le esperan otras aventuras y vivencias.