En los poemas de Una piedra desplomada se pasean el mar, el viento, la luz y la noche; convergiendo entre lo corporal y la abstracción. El hombre apela siempre a existir, a ser afirmado por lo que está más allá de él; este poemario es un recorrido ontológico en busca del origen que la voz lírica halla en imágenes simbólicas como el árbol o el espejo. En estos elementos, la historia, el hombre y la naturaleza encuentran la posibilidad de mantenerse elevados, huyendo del sinsentido propio de nuestro ser, tratando de imitar el vuelo elevado de los abejorros o, mejor aún, sumergiéndose en la fluidez de la clorofila de los insectos. El poeta se funde con un arte desnudo, encuentra en un lenguaje espontáneo y formalmente dispuesto de manera particular el soporte preciso para manifestar la afluencia de su interior frente a la soledad, la respuesta exacta al abismo y a la muerte, recurriendo a imágenes de la naturaleza como el amanecer. Con ello nuestra humana aspiración a encontrar la coincidencia entre la claridad y la exaltación se verá complacida en cada uno de los versos de César Quispe Ramírez. (Vanessa Vera Chaparro).