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DE EDITORIALES

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“Mi abuelo me enseñó dos cosas: a leer y a vender libros”
“Mi abuelo me enseñó dos cosas: a leer y a vender libros”

Gonzalo Pajares Cruzado
Peru21, Lima 26/01/10
http://peru21.pe/impresa/noticia/mi-abuelo-me-enseno-dos-cosas-leer-vender-libros/2010-01-26/266544

Estruendomudo sacó de la modorra el trabajo de las editoriales en el Perú. Con cuidadas ediciones, nos demostró que hay libro para rato. Álvaro Lasso, su director, nos habla de su libresca labor y anuncia el taller 'Cómo traer un libro al mundo’. Informes al 651-6178 y al 986-118-103.

"Cuando me trajeron de Azerbaiyán, mis abuelos, que eran maestros, se jubilaron para criarme. Me dieron mucho cariño y me enseñaron a hacer un montón de cosas: a pintar, a escribir, a leer... Mi abuelo siempre fue una persona muy activa. Con él aprendí dos cosas: a leer y a vender libros". Álvaro Lasso, el director de la editorial Estruendomudo, nos confiesa el origen de su amor por la lectura… y el origen de su oficio.

Allí usted vio al libro no solo como un objeto de placer sino, también, como un objeto comercial…
Exacto. Yo descubrí que quería ser editor cuando empecé a trabajar en una librería que se convirtió en mi escuela. Estar allí revolucionó mi idea de lo que era trabajar con libros. Allí vi más allá de la idea romántica del libro y descubrí que detrás había una industria.

¿Desde cuándo escribe?
Empecé a los 14, 15 años. Escribí muchas cosas vallejianas pues leí Trilce. Leer este poemario fue tan revolucionario en mi vida como trabajar en la librería. Me preguntaba: ¿Por qué Vallejo inventó esa palabra? ¿Por qué puso números? ¿Por qué le puso Trilce? ¡¿Por qué no entiendo lo que estoy leyendo?! Uno no entendía, pero era un placer leer sus versos. Allí me di cuenta de que la literatura podía ser…

Puro goce sin mensaje…
Sí. Y esto marcó en mí una senda a seguir. También descubrí el vínculo de la poesía con otras artes: el cine, la arquitectura, las matemáticas. Lo dijo Verástegui: “La poesía es matemáticas”. Valoro la invisible perfección que uno debe tener al construir un libro de poemas.

¿Qué otros poetas lo marcaron?
Blanca Varela fue clave. Hinostroza, Eielson, Westphalen, Belli, Cisneros, Verástegui, Luis Hernández, etc.

Todos son peruanos…
Claro, mi generación leyó con mucha atención a los poetas de las generaciones del 50, 60 y 70. También leímos a Pound, a Elliot, a Ginsberg, pero teníamos referentes de alta calidad muy cerca de nosotros.

¿Quiénes son sus editores preferidos?
Uno con el que me siento identificado es Giulio Einaudi, el editor italiano que descubrió y publicó a Italo Calvino, a Cesare Pavese, a Pier Paolo Pasolini y muchos más. Yo quiero replicar su modelo, la idea de formar una familia –formada por escritores y la gente de la editorial– alrededor del libro.

Estruendomudo nace en 2004 y su origen es un periódico universitario.
Sí, se llamaba Odumodneurtse, que es Estruendomudo –una palabra vallejiana– escrito al revés. Lo formamos un grupo de amigos de la universidad. El periódico era de poesía pero, curiosamente, los primeros libros que editamos fueron de narrativa. Es más, la mayoría de los 60 títulos que hoy tenemos son de este género. Empezamos muy bien pues ganamos, desde el inicio, prestigio. Hay editoriales que me han dicho que están atentos a los escritores que yo publico para, después, llevárselos. Ser un referente de calidad me parece muy bacán.

¿Sigue el boom de las editoriales pequeñas?
Ya pasó. Ahora ha llegado el momento de profesionalizarse. En nuestro caso tenemos dos sellos –Estruendomudo y Calato Editores–, una empresa de servicios editoriales –nos hemos convertido en un pequeño 'holding’– y, desde el 2010, queremos publicar dos best seller por año. Somos una editorial desprejuiciada y muy permeable a varias formas artísticas.

Usted es poeta...
Sí, publiqué un libro hace dos años, Dos niñas de Egon Schiele. Fue una edición pequeña que yo mismo saboteé porque, para mí, lo más importante ahora es mi labor como editor. Mi trabajo como poeta se tomará su tiempo porque, recordemos, a la poesía se le hace justicia con los años. Si mis versos valen la pena, lo sabré de acá a unos 20 o 30 años, no ahorita.

¿Le da miedo que se vendan más libros electrónicos que de papel?
No, al contrario, me excita ser testigo de un cambio de soporte. Los editores del siglo XX van a morir en su ley: con el papel en la mano. Dentro de poco habrá dos editores: el predigital y el digital. Mi corazón me dice que sea uno predigital, pero mantengo una familia editorial. Veré con atención cómo nos adaptamos a los nuevos soportes.

Autoficha
Nací en Bakú, Azerbaiyán, en la ex Unión Soviética. Soy fruto de un amor universitario de dos becarios latinoamericanos. Mi madre es peruana, y mi padre, colombiano. A los 10 meses vine de Bakú a Surquillo babeando ruso (risas). Crecí sin mi padre. Fui criado por mis abuelos maternos. Quise ser abogado. Tengo un poemario que yo mismo he saboteado porque, ahora, mi principal labor es como editor. ¿Soy bueno? A la poesía se le hace justicia con los años.

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