Héctor Ñaupari
“Hay quienes bastardizan el amor” “Hay quienes bastardizan el amor”

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 10/10/06

El poeta Héctor Ñaupari desmadeja un tema clásico y recurrente en la poesía como es el tema del amor. Su reciente libro Rosa de los vientos (Ed. Santo Oficio), con una escritura cauta, sin exponerse a mayores riesgos, decanta este sentimiento como rito y comunión. Allí está la amada y ahí el poeta, como dice Ñaupari, todo un cruzado en rescate del amor.
 

–¿Lo tuyo es el amor en tiempos de la net?
–El amor es una respuesta necesaria frente a la soledad que suele conducirnos la tecnología. Si bien se ha perdido un tanto el contacto físico para hacerse virtual. Pero no, en mi caso, la Internet me mantuvo cerca a mi amada, mi esposa, cuando estuve de viaje.

–Hay poesía del amor erótico. ¿Tú retornas al amor como rito?
–Yo vengo de una familia del centro del Perú que ha marcado en mí toda una proclividad hacia el rito. Con Rosa de los vientos he buscado una celebración de la naturaleza amatoria y su proceso. Esa celebración implica tomar ciertas formalidades y al mismo tiempo tomar ciertos riesgos. Yo creo en el erotismo y el amor como un proceso que busca la trascendencia. Es una conquista de lo sublime.

–¿Nada con el amor asociado a la cópula, al asunto de piel?
–En ese sentido, yo soy un cruzado del rescate del amor. No concuerdo con los poetas, con la posición del erotismo que bastardiza al amor, lo ningunea o en todo caso utiliza el erotismo como coartada para catarsis de una frustración.

–¿Eso piensas de la poesía erótica que se hizo en los 80?
–No, no. Estoy hablando de la literatura en general. Hay cierta literatura, tema del realismo sucio, que ve al erotismo en una función animal, es decir, duodenal, de intestino grueso, que no expresa siquiera las entrañas de lo que puede ser una pulsión erótica.

–Tu lenguaje se divorcia de la cotidianeidad urbana muy marcada en los vates de tu generación.
–Sí, pero yo creo más bien que hay un malentendido en relación del tema urbano. Coetáneos míos han visto a la ciudad como un ajuste de cuentas, una venganza contra la ciudad. Lo que intento es tener una relación amorosa erótica con las ciudades que describo en el libro: París, Salamanca y Lima, donde he vivido un tiempo. En ese sentido sí, tomo distancia con respecto a aquellos que ven en la urbe única y explícitamente la manifestación de la violencia o degradación, la noche, la perversidad.


Poeta sin arrogancia

–Tu poesía no entreteje el lenguaje cotidiano...

–Eso ocurre porque hay una suerte de intimidad, de dormitorio permanente. Dicen que por oposición al coloquialismo planteo una ruptura.

–¿Ruptura con el lenguaje más tradicional y clásico?
–Sí, yo no tengo ningún reparo en no decirlo. Yo también he recibido una lección de poesía clásica a través de mi lectura y el libro da señales de cuáles son mis influencias. No he descubierto la pólvora.

–¿No es limitarse la posibilidad de innovar un lenguaje?
–Creo que uno no debería escribir literatura con el propósito de crear un nuevo lenguaje. Esa es una actitud arrogante. Lo que uno tiene que hacer es encontrar su propio estilo. Lo demás, innovar el lenguaje, cae por su propio peso.
 

Perfil

Nacimiento.
En Lima, 1972. Estudió Derecho en San Marcos. Ha sido fundador del grupo literario Neón. Ha publicado los poemarios En los sótanos del crepúsculo (1999), Rosa de los vientos (2006) y el ensayo Páginas libertarias (2004).

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