Blanca Varela
Blanca Varela, vive y vencerá  Blanca Varela, vive y vencerá

Por Rocío Silva Santisteban
Fuente: Domingo. La República, Lima 21/05/07
http://www.larepublica.com.pe/content/view/157762/

Una autora que sitúa al Perú como una fuente de escritores de primer nivel en el mundo de habla española...


Es cierto que se trata del tercer premio internacional de gran prestigio que recibe Blanca Varela, el Reina Sofía, otorgado por la Universidad de Salamanca y el Patronato Nacional de España, para premiar la trayectoria completa de un escritor que haya aportado una obra relevante en Hispanoamérica; es cierto que previamente ganó el premio García Lorca, que otorga la ciudad de Granada, y que por estos días recogió su hijo Vicente de Szyszlo; y también es cierto que algunos años antes recibió el premio Octavio Paz, un logro verdaderamente importante para un autor peruano; pero lo más cierto de todo, lo indudablemente cierto, es la indiferencia de la alta cultura del país –si eso existe– ante una autora que, además de darnos lecciones de sabiduría y poesía, sitúa al Perú como una fuente privilegiada de escritores de primer nivel en el mundo de habla española.

La gente a veces cree que escribir poesía es fácil: los libros salen por cientos, por miles, de las canteras de imprentas baratas, y ahora inclusive con carátulas hermosas y diseños sobrios, básicamente para atizar las ansiedades de egos alicaídos que pretenden, a cómo dé lugar, participar del show business de la cultura local. Los jóvenes se autoproclaman poetas con una insolencia y una desvergüenza que, la verdad, ni en los mejores tiempos de los más contestatarios grupos subterráneos. Apenas han pergeñado unas cuantas líneas en fanzines de internet, dan el salto de la materia a la energía: se vuelven poetas. Pero no les interesa escribir, les interesa ser. La letra impresa como trampolín a la efímera y precaria fama.

Y es que a los poetas, lo dijo Rodrigo Quijano hace años en una clase de literatura, se les considera héroes culturales, y por lo tanto, constituirse en uno es pasar del anonimato a cierto protagonismo cultural que, muchas veces, no tiene respaldo real. En América Latina, en algunos países como Chile, Nicaragua, Perú y Colombia, los poetas son personajes nacionales. En la ciudad de San Juan, Argentina, incluso hay un famoso Paseo de los Poetas: entre magníficas hojas de cipreses se erigen estatuas de caras adustas y aburridas. Hasta Gisela Valcárcel dijo hace dos semanas, en el programa de Jaime Bayly, que sólo le perdona el aliento de alcohol a un poeta. Y me pregunto, yo que soy poeta, y algunos me llaman poetisa, ¿se me perdonaría el aliento de alcohol? Obvio: claro que no. No es lo mismo ser poeta que ser poetisa. Pero no me preocupo: tampoco lo tengo.

¿Y cuál ha sido la más importante poetisa que ha tenido el Perú?, ¿Amarilis?, ¿la autora del Discurso en loor de la poesía?, ¿Magda Portal? He leído bien esos poemas, y los versos mencionados, los he estudiado, y son excelentes pero no plantean una propuesta sostenida y coherente a lo largo de una obra en su conjunto. No proponen una vuelta de tuerca nueva a la tradición. No arriesgan con sus quiebres, sus silencios, la concentración de las palabras, ni buscan a conciencia una cierta distancia y dureza que vuelve al discurso imprescindible. Aquella voz que lo hace es la de Blanca Varela. Estoy segura que también hay otras voces que no son acalladas por la de Valses y otras falsas confesiones, por el contrario, se trata de un despertar de a pocos, primero insular como las voces de Lola Thorne o Carmen Luz Bejarano; luego en conjunto y muy diferenciadas, como aquellas de la década del 80; y hoy en día, completamente dispersas pues ya no resulta ninguna novedad que una mujer escriba: y esto es maravilloso.

Las poetas contemporáneas –y cito a Romy Sordónez, a Victoria Guerrero y a Cecilia Podestá pues fueron los libros que le llevé a Blanca Varela hace más de seis meses, y que ella leyó incluso en voz alta– no necesitan patear la puerta de la ciudad letrada pues pertenecen a ella desde sus inicios. Y eso se lo deben a las anónimas poetisas del Virreinato, a Blanca del Prado y a otras que aún permanecen invisibles, a las escritoras excomulgadas o acalladas tras las paredes del manicomio en el S. XIX, a las incomprendidas como Magda Portal; y por supuesto a autoras como Blanca Varela, quien junto con otros poetas excelentes contemporáneos, como José Watanabe o Jorge Eduardo Eielson, han sabido sacarle el máximo jugo a los juegos del lenguaje. Y sin PromPerú ni campañas agresivas ni premios nacionales ni incentivos a la creación de ningún tipo, al contrario, con el miedo de los editores a vender pocos ejemplares, son –como diría otro poeta peruano, José Ruiz Rosas– los que libran la batalla "sólo por el fulgor de la palabra" y colocan el nombre del Perú en un lugar alto y distinguido.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.