Enrique Sánchez Hernani
Poemas para resucitar al amigo

Por Marcela Robles
Fuente: El Comercio, Lima 08/11/11
http://elcomercio.pe/impresa/notas/poemas-resucitar-al-amigo/20111108/1330070

El poeta y periodista acaba de publicar el volumen “Quise decir adiós”, un tributo a Constantino Carvallo, que nos dejó demasiado pronto.

 “Cuando tenía 26 años, yo era un pequeño petulante que había leído mucho, un aprendiz de intelectual, y cuando Constantino me habló la primera vez, lo sentí mayor, más maduro que yo. Y me acuerdo que le dije solemnemente ‘te entrego a mi hijo’, que entonces tenía 3 años y era una bala”. Así empieza a recordar Kike a su entrañable amigo, a quien le dedica este tributo a manos llenas y a corazón abierto.

¿Qué sería de nosotros sin la poesía, Kike?
Sin la poesía, por lo menos para quienes la leemos y la escribimos, creo que no podríamos hacer nada. Es una suerte de expiación, de epifanía, una alegría portátil que llevamos siempre a hombros y la sacamos en los momentos más personales para poder salir adelante. Lo curioso es que sin servir para nada práctico, uno presume que la poesía podría convertirse en la interpretación de la vida y de los sueños.

¿En qué momento decides escribir este libro? ¿Es una manera de resucitar al amigo?
Yo estaba embarcado en otro proyecto, pero cuando murió Constantino entré en pánico. Él no solo fue un amigo, sino la persona que educó a mis hijos, acogió a mi familia y a mí mismo en momentos muy malos y ante quien yo podía hacer una confesión y esperar a cambio una palabra que pudiese iluminar mis espacios negros. Era una especie de gurú para mí. Lo que he hecho con este libro es intentar decirle lo mucho que lo quería.

¿Se lo dijiste antes de que muriera?
(Pausa) Sí... Sí. Y si regresara le pediría que no se muera nunca.

Además de su mente brillante y sus ojos azules, me quedan dos impresiones de Constantino (que también educó a mi hijo). Que guardaba una cierta tristeza y que, detrás de su aparente hosquedad, era tímido.
Sobre lo primero, creo que es un mal que llevan todas las personas que son muy inteligentes, porque siempre sienten que tienen una misión que cumplir y piensan que los pasos que dan no van a alcanzar ese horizonte. En cuanto a lo otro, era sumamente tímido. Y rehuía el contacto con las personas que no conocía. Algunos pensaban que era sobrado y nadie se le acercaba. Una vez me dijo: “Ya me cansé de que me agradezcan. ¡Por qué me tienen que agradecer el cumplir mi trabajo como maestro! Me incomoda mucho que me agradezcan”.

Muchos escritores dicen que están releyendo a los clásicos, y que ya no les interesa la literatura contemporánea. ¿A qué poetas vuelves siempre?
Mira, yo siempre he querido estar a tono con las nuevas generaciones, pero te confieso que ya no pasé al 2000. He sido un buen lector hasta la generación del 90. La del 2000 ya no pude. Y no es por minusvalorarlos, pero creo que la poesía peruana ha entrado en un remanso que no conserva el brillo de otras generaciones. Me abstraigo de hacer estos comentarios y yo no participo, lo hago simplemente como lector. Ahora releo a más poetas en español. Quiero retener la música del idioma.

Un poeta español, que probablemente estaba deprimido, dijo una vez que ya no escribía porque la poesía es para los jóvenes.
Yo no comparto eso, porque como yo no he cambiado en relación con mi timidez, a mi inseguridad, a mis neuras –cosas que la poesía sí me permite solucionar–, si yo no escribiera poesía, mis amigos no me aguantarían. Sería una especie de loco furioso. De manicomio.

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