Julio Ramón Ribeyro
Ribeyro por Bryce Ribeyro por Bryce

Por
Fuente: Correo, Lima 30/08/09
http://www.correoperu.com.pe/correo/nota.php?txtEdi_id=4&txtSecci_parent=0&txtSecci_id=82&txtNota_id=124454

Para esta edición, Correo le solicitó al escritor Alfredo Bryce Echenique un testimonio personal sobre Julio Ramón Ribeyro, su entrañable amigo y compañero de ruta literaria. Bryce lo recuerda con este texto emotivo y tributario.

Julio Ramón fue sin lugar a dudas el mejor amigo que tuve en París. Era un hombre tímido y bastante inseguro, pero que vivió siempre rodeado del afecto de escritores y artistas estupendos. Y era muy leído entre los escritores, sobre todo, y admirado y respetado por autores tan importantes como Julio Cortázar y Juan Rulfo. No era pues el gran solitario que mucha gente imagina y hasta afirma. Además, su trabajo como agregado cultural y luego como delegado alterno del Perú ante la Unesco lo obligaron a tratar y frecuentar con profesionales de la diplomacia e incluso con hombres políticos. Y también es cierto que en esos medios se desenvolvió tan a gusto que yo incluso solía decirle que se había descubierto una segunda vocación, la de diplomático, algo que él aceptaba gustosamente.

Fue un lector agudo e insaciable que me guió siempre con sus consejos sobre literatura e historia, pero en cambio nunca fue un escritor metódico y constantemente saltaba de un proyecto a otro y en el camino iba dejando muchas cosas inconclusas, aunque siempre estuvo muy seguro del valor de lo que escribía y en España no le faltaron editores muy importantes como Beatriz de Moura, de la editorial Tusquets, que publicó todas sus novelas. Carlos Barral también editó una muy buena antología de los cuentos de Julio Ramón y al final también la editorial Alfaguara, de Madrid, publicó sus cuentos completos.

Con la vida, en su totalidad, sí tuvo mala suerte, sobre todo por la gravedad del mal que lo atacó cuando recién cumplía cuarenta años. Fueron atroces las dos operaciones a las que fue sometido e incluso luego de la segunda de ellas uno de los médicos lo dio por muerto. Vi a ese médico años más tarde y, cuando se enteró de que yo era peruano, me dijo que él una vez había operado a Julio Ramón y había firmado su defunción. Cuando le dije que estaba vivito y coleando, el hombre, lo recuerdo clarísimamente, me dijo: "Es ese tres por ciento que la ciencia le deja al milagro". Finalmente, a su regreso definitivo al Perú, supe que ya bien instalado y rodeado de afecto en Lima vivió los cuatro mejores años de su vida, y conoció por fin la felicidad y supo disfrutarla incluso con voracidad.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.