Zelideth Chávez Cuentas
Qué azul era mi cielo o el destino social de la mujer andina

Por Ricardo Ayllón
Fuente: Librosperuanos.com
Abril, 2021

Narradora por antonomasia, la escritora Zelideth Chávez Cuentas ha brindado desde la década del noventa del siglo pasado una obra signada, en buena parte, por tener a Puno como escenario principal. Qué azul era mi cielo (Grupo editorial Arteidea, 2020) no es la excepción. Los sucesos narrados y desarrollados en la capital altiplánica peruana (de donde la autora es natural), son ofrecidos en esta novela corta desde un ejercicio memorístico hecho por la narradora protagonista (Blanca Perea), quien se encuentra en estado de agonía y hace un repaso de vida partiendo de sus primeros años. Dice: «Los años dan marcha atrás cuando sobra el tiempo para recordar» (p. 11); es decir, la narradora se sitúa en un tiempo presente para contarnos hechos que ocurrieron en un pasado, a modo de un prolongado flash back. Asistir a esta narración es ubicarnos, en principio, hacia la década del treinta del siglo XX y conocer el temperamento social de esos años a través de los ojos de un sujeto femenino que brinda –además– su emoción personal, tanto como habitante del Puno de aquel tiempo como en condición de víctima de los trágicos sucesos en los que se verá envuelta.
 
Blanca Perea vive años difíciles en una ciudad de tradiciones y costumbres conservadoras donde el sujeto social se mueve en medio de una polarización de clases (mistis e indios) y a la sombra de convenciones patriarcales y machistas, un signo que, en esta historia, es representado por José Manuel Martínez, padrastro de la protagonista. La pequeña Blanca ha ido a vivir a su casa junto a su madre y tendrá que hacerlo bajo severas reglas de conducta, siendo testigo, desde el principio de esta nueva convivencia, de la evidente sumisión de la madre ante la figura patriarcal.
 
El personaje antagonista de Martínez, desde el punto de vista de Blanca, es Agripina, su amiga y confidente. Esta hace que ella pueda tener una visión más sincera y libre de la vida. Son amigas desde la primera niñez, y, conforme pasan los años e ingresan en la adolescencia y la pubertad, Agripina se convierte en una muchacha astuta e introduce a Blanca en el desconocido mundo de la seducción masculina, donde la experiencia será por demás ingrata. Blanca tiene 16 años y la vida para ella, con la ruptura de la inocencia, deja de parecerse a la beldad azul de su amplio cielo puneño.
 
En este infortunado episodio es cuando la historia produce un cráter. Pese a no salirse del plano espacial, temporal, ni de nivel de realidad, lo narrado desde aquí comienza a avanzar como un drama personal que traumatiza las esferas familiar e íntima de Blanca. Todo, entonces, girará en torno a la decisión del padrastro y de la madre de ocultar la nueva condición de la hija. Aparece un nuevo ser y la manera de vivir en adelante será distinta para Blanca, pues se habrá quedado en una suerte de limbo al no tener el valor de enfrentar a quienes le imponen una nueva y desafortunada situación personal, resignándose a un silencio cómplice que constituirá para ella en adelante un modo de tortura subjetiva.
 
He aquí la trama de una historia de la que puede decirse que se fragmenta en dos: en el antes y el después del capítulo IX. La primera parte, es definitivamente exhibida desde la candidez de una niña conociendo las diversas capas de su entorno (habitando Quinta Mercedes), y por ello mismo se tratará de un contexto general que ama y conoce muy bien (pese a los desniveles de la constitución social), ya sea desde sus personajes y tradiciones como desde el descubrimiento de los libros y de un paisaje que la deslumbra permanentemente, donde la presencia del Titicaca y el azul cielo juegan un importante rol en su infantil imaginario.
 
Mientras que la segunda parte es la de la desdicha y derrota de una mujer que no hallará sosiego en su nueva pero desventurada forma de vivir. Y es que antes de esto, ocurriría un hecho violento que marcaría su existencia para siempre: llegar a ser madre muy joven y ver negada su maternidad, lo que la convierte en víctima de injustas costumbres conservadoras y patriarcales.
 
Qué azul era mi cielo plantea un discurso «orientado a revelar, desde la ficción, el universo de abuso y oprobio que (…) la mujer del pueblo andino peruano enfrenta, y que el sistema clasista y patriarcal ha normalizado», tal como afirma Jorge Luis Roncal en la contratapa del libro. Pero este contenido que podría parecer rudo y acercarse peligrosamente a lo panfletario, se ve ennoblecido por una expresión lírica y una prosa cadenciosa que lo convierten en una verdadera pieza de arte que no decae siquiera con el giro traumático de los hechos, manteniéndose así hasta el final.
 
El logro psicológico en el diseño de los protagonistas, de otra parte, aporta cierta cuota humana que brinda eficacia a la verosimilitud de lo narrado. ¿Se inspira la autora en personajes que existieron? ¿El conocimiento del talante altiplánico ha servido para darles forma al llevarlos al terreno de la fabulación?
 
Con esta nueva entrega, la ruta ficcional de Zelideth Chávez Cuentas continúa brindando los resultados que ya vislumbrábamos en sus primeros libros, los cuales han tenido siempre como sustento el destino social de la mujer andina. He aquí el sello de una narrativa consolidada y segura de lo que propone tanto en el contenido como en la intención estética.  
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