Joyas culturales del Perú

Por Jhonson Rodrigo Konja López
Fuente: Librosperuanos.com
Junio, 2020

 
Carlos estaba ayudando a su hermano menor Adolfo a prepararse para que bailen juntos la diablada. Esta era la primera vez que Adolfo iba a bailar en la Fiesta de la Candelaria en Puno, por eso estaba emocionado y nervioso.
 
En ese momento, apareció frente a los niños un muki, quien era un duende juguetón.
 
“¿Quieren jugar un juego conmigo, niños?”, preguntó el muki.
 
Carlos quería negarse, ya que no confiaba en este desconocido. Sin embargo, antes de poder hacerlo, Adolfo respondió lo siguiente: “Sí”. Adolfo esperaba que este juego lo ayudara a olvidar sus nervios por la presentación. 
 
El muki hizo un movimiento de manos, y segundos después, Adolfo desapareció, ante la mirada atónita de Carlos.
 
“¿Que hiciste con mi hermano?”, preguntó Carlos enojado y preocupado.
“¡El juego empezó!”, dijo el muki. “Si quieres recuperar a tu hermano, tienes que entregarme tres valiosas joyas, una de cada lugar a los que te voy a llevar. ¿Aceptas?”.
 
Carlos sentía que no tenía otra opción y asintió con la cabeza. Entonces, el muki y Carlos desaparecieron del lugar.
 
Carlos apareció en Huancavelica y vio a dos personas haciendo un baile mientras llevaban tijeras en sus manos derechas.
 
“Esta es la danza de las tijeras”, dijo el muki. “Es una danza tradicional que se hace en las celebraciones por motivos religiosos y culturales. Si quieres la joya, necesitas imitar a los danzantes”.
 
Esto preocupó a Carlos, ya que él nunca había hecho este baile y esas tijeras podían ser peligrosas.
 
“No te preocupes, tampoco soy el tunche1 , no quiero que te saques un ojo, así que no te pediré que bailes con tijeras”, agregó el muki. 
 
Carlos empezó a bailar, tratando de imitar lo mejor que pudo a los danzantes de tijeras.
“Es una imitación horrible de un bonito baile, pero supongo que tu esfuerzo es mejor que nada”, criticó el muki.
 
Cuando terminó de bailar, una joya de color verde brillante apareció en las manos de Carlos. Entonces, Carlos le dio la joya al muki y este lo trasladó a otro lugar.
 
Carlos apareció en Iquitos al atardecer, había un grupo de personas, quienes uno por uno saltaba sobre una hoguera en llamas.
 
“Estamos en la Fiesta de San Juan”, dijo el muki. “En la noche, ellos hacen un shunto2  y saltan sobre el fuego para celebrar la llegada del verano”.
 
Carlos veía a la gente saltar sobre el fuego, y pensó que él jamás sería capaz de hacer algo así. 
“La joya está en medio de las brasas, esta solo vendrá a ti si saltas sobre el fuego”, dijo el muki con una sonrisa pícara.
 
Carlos, nervioso y temeroso, se acercó a la hoguera, se armó de valor y saltó sobre el fuego. Él terminó con el trasero ligeramente escocido, pero tenía una joya de color rojo brillante entre sus manos, la que el muki estaba buscando. El muki tomó la joya y se llevó a Carlos del lugar.
 
Así, Carlos apareció en Moquegua, donde vio un gran sauce, cuyas ramas estaban adornadas con globos y regalos. Además, había gente bailando alrededor del sauce, mientras un hombre trataba de derribarlo con un hacha. Después de unos hachazos, el hombre le pasó el hacha a otra persona.
 
“Estamos en los Carnavales de Moquegua”, dijo el muki. “Como parte de la festividad, se celebra la yunsa, donde se levanta un árbol lleno de regalos, el cual entre todos los presentes lo tumban utilizando un hacha. Es una celebración por la Madre Tierra”.
 
Antes de que el muki dijera algo más, Carlos se unió al grupo de gente y comenzó a bailar con ellos hasta que llegó su turno de usar el hacha. Carlos empezó a machetear el árbol con todas sus fuerzas intentando tumbarlo. 
 
Finalmente, el árbol cayó, Carlos empezó a buscar la joya, pero no encontraba nada. Entonces escuchó una carcajada: “Ja, ja, ja. Yo nunca dije que la joya estuviera allí. Por eso, debes esperar que otros terminen de hablar primero”, dijo el Muki. 
 
Carlos lo miró enojado. 
 
“Cometí un pequeño error, te traje al lugar correcto, pero en el momento equivocado”, se excusó el muki. Y ambos desaparecieron del lugar.
 
Carlos apareció en el puerto de Ilo, vio cómo la gente subía una estatua a un barco.
 
“Están celebrando la Fiesta de San Pedrito”, dijo el muki. “Ellos han puesto la estatua de este santo en el barco para que pesque”.
 
El barco zarpó y se alejó de la costa.
 
“Solo podrás obtener la joya si tocas la estatua de San Pedro, pero debe ser antes de que se pesque algo”.
 
Después de escuchar esto, Carlos se arrojó al mar y comenzó a nadar lo más rápido que pudo, por momentos sentía que no podía más, pero persistió y llegó hasta el barco. Afortunadamente, su nado había espantado a los peces y San Pedro todavía no había logrado pescar. 
 
Los pescadores le permitieron a Carlos subir al barco, porque ellos querían que dejara de espantar a los peces. Él aprovechó para tocar la estatua... y, así, una joya de color azul brillante apareció en sus manos.
 
Carlos le entregó la joya al muki y le exigió que le regresara a su hermano. En ese momento, ambos desaparecieron.
 
En instantes, Carlos apareció en el Cusco. Allí vio que hombres estaban arrojándose piedras entre ellos, mientras mujeres bailaban alrededor.
 
“Esta es la Batalla del Chiaraje”, dijo el muki. “Es una celebración a la Madre Tierra”.
 
La costumbre sorprendió a Carlos, pero no tanto como las siguientes palabras del muki: “Tu hermano Adolfo se encuentra más allá de donde está toda esta gente. Tendrás que cruzar entre ellos para poder llegar a donde quieres”.
 
Carlos pensó cómo evitar las piedras y decidió cruzar arrastrándose por el suelo. Se arrastró ansioso y asustado, porque quería encontrar a su hermano, pero también temía que las piedras lo golpearan. Después de tanto esfuerzo, Carlos logró cruzar y se alejó de la gente.
 
En ese momento, Carlos vio a su pequeño hermano sentado en medio del pasto y corrió a abrazarlo.
 
“¿Sabes? La gente se toman un descanso al mediodía, pudiste haber esperado”, se burló el muki, quien apareció repentinamente.
 
Carlos abrazó aún más fuerte a su hermano y miró al muki con desconfianza.
 
“No me mires tan cauteloso”, dijo el Muki. “Esta ha sido una experiencia divertida para mí, y tú has conocido sobre las costumbres de varios pueblos”.
 
Es cierto que Carlos había aprendido cosas interesantes de otras culturas, pero no estaba convencido de que eso valiera todos los problemas por los que pasó.
 
Carlos y Adolfo aparecieron en Puno, fue como si nunca se hubieran ido. Ellos continuaron con sus preparaciones para bailar la diablada en la Fiesta de la Candelaria, pero Adolfo seguía nervioso.
 
Carlos encontró las tres valiosas joyas en el bolsillo de su pantalón, mientras se ponía la vestimenta. Esto lo sorprendió, ya que pensó que el muki se las había llevado.
 
“También puedes quedarte con las joyas, estas te pueden ser útiles en el futuro”, dijo el muki. “Creo que es un pago adecuado por un día de diversión”.
 
Carlos colocó las joyas en la vestimenta de Adolfo y le dijo que estas le transmitirán esfuerzo, valentía y perseverancia para conseguir lo que se propone.
 
Por fin, ambos terminaron felices bailando habilidosamente en la Fiesta de la Candelaria. 
 
Notas
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1  Ser mítico de la selva peruana que atrae a sus víctimas adoptando la forma de alguien querido por ellas. 
2 Fogata de leña.
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