Jeremías Gamboa
Contarlo todo, una nueva novela, un nuevo nombre

Por Carlos Villaines Cairo
Fuente: La República, Lima 19 de noviembre de 2013
http://www.larepublica.pe/19-11-2013/contarlo-todo-una-nueva-novela-un-nuevo-nombre

Cuando se termina de leer la primera novela de Jeremías Gamboa (Lima, 1975), uno tiene la sensación de ser psiquiatra, y haberlo tenido a él, en el diván, durante muchas horas oyendo la íntima confesión de su gran secreto: viajar aguas arriba, sin aprensión de la corriente,  para ser un  escritor.

Y de sus confidencias, podríamos apuntar innumerables situaciones por las que también han pasado muchos periodistas cuando trataban de cumplir su sueño: publicar un libro. Si el resultado es una gruesa novela, mejor; si muy bien escrita y fascinante, mejor que mejor. Y si recibió el “agua de socorro” de Mario Vargas Llosa y va a tomar el bautismo, los primeros días de diciembre, en la Feria Internacional de Guadalajara,  bueno, eso ya es sudor, lágrimas y buena suerte, en estos tiempos que corren en que 500 se presentan a un concurso y premian a quienes no debieran.

Gamboa ganó hace unos años una beca propiciada por nuestro premio Nobel, para seguir los pasos de un narrador joven en la construcción de una novela. Cinco años tardó en escribirla y el resultado ha sido Contarlo todo (Mondadori, Madrid, 2013, 507 pp.)

Pero antes de aparecer la obra, Vargas Llosa condujo de la mano a Gamboa ante su propia agente literaria, la “Mamá Grande”, doña Carmen Barcells. Ella llevó los originales a la Feria Internacional de Frankfort y vendieron, de momento, cinco traducciones. Y para calentar el ambiente propiciaron entrevistas como la de El País, en un domingo de Madrid, cuando no menos de 4 millones de personas lo leen; y además artículos y asistencia a encuentros internacionales.

La novela  ha apareció algunos días atrás y no defrauda, al contrario, es la confirmación de quien trabajó en una conocida revista y en un gran diario limeño, empezando desde cero con jefes siempre neuróticos y redactores exasperados, de noches locas y no siempre bien remunerados, con esporádicos descensos a la Lima canalla, descrita con finura y sin los “malditismos” al uso. Llegó a editor de una revista, pero lo dejó todo para sentarse y redactar Contarlo todo, que honra a su título con los pormenores de la vida de Gabriel Lisboa álter ego de Jeremías Gamboa.

Nos conduce con voz clara y sencilla desde sus primerizos círculos literarios en la universidad al terror de la hoja en blanco, la tenacidad a seguir adelante, sus amores que acabaron por las buenas, su primera experiencia sexual a los 25 años, sus miedos, temores e indecisiones, y llantos de un hombre sentimental, esencialmente bueno, alejado de la religión y de la política, pero prisionero de su computadora, a la que reventó teclados hasta terminar el libro, entre los 32 y 37 de su edad. Para concluir en una visita turística con el metafórico desfloramiento de una lugareña en Huamanga, y el coruscante destello de la luz que lo sacará del túnel del ineditismo, como novelista.

Antes nos había advertido que la poesía no colmaba sus ansias. Su amigo Montero traza el árbol genealógico de la poesía peruana: Vallejo pateando a su mujer para que abortara; Martín Adán, enloquecido cliente de asilos para orates; Eguren miedoso de todo recluido en su casa como en un jardín de infantes; Westphalen e Hinostroza, sumidos en el silencio hosco sin ganas de comunicarse con nadie; Eielson desnudo llorando de pena en una habitación de Roma; Lucho Hernández arrojado a las vías de un tren en Argentina; Watanabe subsistiendo en una casita ajena y “Cisneros caminando como un chiflado por Miraflores en plena madrugada, pidiéndole a cualquier persona que le invitara una cerveza…” (p. 120 )

Contarlo todo, novela de aprendizaje y fe en el poder transformador de la literatura, resulta espectacular con su sencillez, grandiosa en su humildad, inmensa por lo sincera y encomiable porque obsequia a las letras peruanas un nombre nuevo de mucho futuro.

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