Mario Vargas Llosa
El héroe no tan discreto

Por Alonso Cueto
Fuente: La República, Lima 6 de octubre de 2013
http://www.larepublica.pe/columnistas/lecturas/el-heroe-no-tan-discreto-06-10-2013

De origen griego, la palabra “héroe” entra a formar parte de muchas lenguas europeas como sinónimo de “protector”. Hoy en día, la palabra ha caído en desuso, en vista de que nuestra época está poco interesada en un sentido épico de la vida (lo que explica la fama del antihéroe en la cultura moderna). No es así, sin embargo, en la obra de Mario Vargas Llosa, donde la palabra y el concepto que encierra, han tenido una importancia central.

Desde sus primeras novelas, Vargas Llosa ha mostrado a personajes que pueden ser considerados héroes morales: rebeldes, contestatarios y transgresores. Uno de los ejemplos obvios es Alberto Fernández en La ciudad y los perros (que inicialmente se llamó precisamente La morada del héroe).

El héroe discreto es una nueva elaboración sobre el tema. En una Piura cálida y casi próspera, Felícito Yanaqué recibe una amenaza de extorsión y, poco después, publica un aviso anunciando que no va a pagarla. A diferencia de otros empresarios, Felícito ha decidido responder a la agresión, aun a costa de todos los riesgos. Según afirma, no busca proteger su dinero sino su dignidad.

En un barrio elegante de Lima, a las puertas de la muerte, Ismael Carrera escucha a sus  hijos planear lo que harán con los beneficios de su testamento. Eso parece ser suficiente para que regrese a la vida, y se case, para escándalo de todos, con su empleada Armida. A su avanzada edad, Felícito e Ismael han decidido rebelarse. Tienen, como otros personajes de Vargas Llosa, un sentido épico de la vida basado en una moral de la rebeldía. A diferencia de los héroes clásicos (y los de sus primera novelas), no quieren salvar a su comunidad. Su discreción consiste en que quieren salvarse al menos a sí mismos.   

El héroe discreto es probablemente la más optimista de las novelas de Vargas Llosa, y una de las que mejor realiza una vieja consigna de la que ha hablado repetidas veces el escritor: contar una historia bien contada.

La novela está sustentada por una estructura argumental. Los datos que llevan adelante la acción van dosificándose con una gran astucia. Esta estructura va graduando los episodios críticos, que  revelan sobre las identidades ocultas de personajes, al estilo de los “culebrones”, que según un pasaje, son los que mejor reflejan, en sus exageraciones y desmesuras, la vida.

Este manejo del tiempo narrativo es la base de una lectura que nunca pierde su tensión y su capacidad de expectativa. Es una novela extraordinariamente entretenida, en el sentido más profundo de esa palabra a la que algunos han buscado restar importancia.

En este mundo de hijos victimarios y de padres heroicos, sin embargo, no todo es definitivo. Nunca sabremos la verdad sobre la posesión demoniaca de Fonchito. Tampoco cuál será el destino de Armida o de Rigoberto a su regreso. El viaje final de los protagonistas (después de la muerte de uno, acto heroico por excelencia) concluye una novela en la que la comedia y el drama se integran de un modo coherente. Pero en esta comedia dramática o drama humorístico, los héroes aún pueden prevalecer. La razón es que hoy el Perú no está tan jodido.

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