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Fuente: El Peruano, Lima 02/02/13
http://www.elperuano.com.pe/edicion/noticia-las-cronicas-una-poeta-1585.aspx
No suele darse –pero a veces resulta– que los poetas también escriban crónicas y, aunque parezca contradictorio, suelen hacerlo con gran calidad y maestría.
La poesía, con esa simplificación que se concentra en versos, puede embellecer la nota periodística dándole un toque original y personalísimo como es el caso de los poetas Leonidas Yerovi, César Vallejo, Juan Gelman, la nicaragüense Giovanna Belli o los peruanos Rodolfo Hinostroza, Sonia Luz Carrillo, entre algunos nombres.
La poeta Rosina Valcárcel Carnero no pudo sustraerse a esta gran pasión y escribió a lo largo de décadas notas para diversos periódicos y revistas. El tránsito de la autora de Sendas del bosque (1966) Una mujer canta en medio del caos (1991), Loca como las aves (1995) y Paseo de sonámbula (2001) se inició en los años púberes de la universidad de San Marcos, cuando dirigía la revista Kachkaniraqmi (Aún somos, existimos) mientras empezaba los estudios de Literatura, a los que siguieron los de Antropología.
¿Qué motiva a Valcárcel, nacida en Lima en 1947, a convertirse en una mujer de letras? Sin duda, la intensidad de una vida, que la llevó a plasmarse como la vocera de una generación de mujeres enmudecidas por el qué dirán, atreviéndose ella a decir lo que las otras callaron. Quizá fue el ser hija de un poeta controversial como Gustavo Valcárcel, quien por sus ideas políticas de aquel entonces sufrió con toda la familia un largo destierro a México, circunstancia que la alejó del Perú y de su cultura, marcando el desarraigo y determinando su destino literario.
En Rosina no hubo una mutación del verso a la crónica, ya que el proceso se dio de manera natural y ella puso a ese nuevo ejercicio la misma fuerza y disciplina con que se imponía al construir sus poemas. Pero este trabajo fue observado por alguien que descubrió riqueza en la mayoría de los escritos y la estimuló a recopilarlos y reeditarlos en una sola edición. La investigadora italiana y especialista en literatura latinoamericana Giovanna Minardi es la responsable de que nosotros ahora podamos volver a recrearnos con esas notas esparcidas en diversos medios escritos.
Diario de t-a-l-i-s-m-a-n-e-s (Santo Oficio, 2005) y Aprendiz de m-a-g-a (editorial Horizonte, 2005) sintetizan de alguna manera la labor periodística de Rosina a través de "testimonios, ensayos, entrevistas, confidencias y reseñas" que representan los mil afectos, sueños e inquietudes de esta poeta que ha merecido múltiples reconocimientos.
Ambas ediciones son impecables, pues Rosina escribe bien y pone el alma en lo que hace. Las ilustraciones de Carlos Ostolaza, su esposo, adornan las páginas de los libros que, como ella afirma, son "una suerte de retrato de la época, gente y vida que me tocó vivir y compartir".
Particularmente nos apuntamos a favor de Aprendiz de m-a-g-a porque encontramos a una Rosina más auténtica, más cercana y más liberada de compromisos ideológicos. Quizá en este contexto sea bueno copiar la cita de Blanca Varela, en esa excelente entrevista que le hiciera en Diario de t-a-l-i-s-m-a-n-e-s: "Creo que la poesía es social en general, está dirigida al hombre, al otro que puedes ser tú mismo, porque la poesía es diálogo".
Como antropóloga, también destaca con excelentes ediciones. Un par de títulos en este rubro son Universitarios y prejuicio étnico. Estudio del prejuicio hacia el negro entre los universitarios de Lima (1974) y Mitos, dominación y resistencia andina (1988). La poeta nos anuncia que ya tiene lista la reedición de la última obra para ser lanzada en marzo por el Fondo Editorial de la UNMSM.
"El proceso del verso a la crónica fue natural. Rosina Valcárcel le puso al oficio de periodista la misma fuerza y disciplina que se imponía al construir sus poemas."
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