José Antonio Salazar Mejía
Tradición histórica oral ancashina

Por Javier Morales Mena
Fuente: La Primera, Huaraz 16/09/08
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/huaraz/noticia.php?IDnoticia=5681

Notable entrega de José Antonio Salazar
 
Elogio de la transmisión: Tradición histórica oral ancashina (Lima, Editorial San Marcos, 2007), de José Antonio Salazar Mejía, es un articulado conjunto de relatos históricos que tiene como objetivo central complementar, actualizar y revitalizar el discurso histórico sobre escenarios, sucesos y personajes no tomados en cuenta por aquellos escribientes del pasado que sólo registran en la historia a personajes barbudos de apellidos rancios o linajes azules. Estratégicamente el recopilador opta por ceder la voz narrativa a las personas recipientarias del saber, la memoria y la espiritualidad popular. El resultado son veintiocho narraciones que proporcionan un completo panorama de la historia ancashina. Acabado horizonte por cuanto el libro recorre el tramo que va desde la época prehispánica, atraviesa la época colonial y republicana, para llegar hasta la hirviente actualidad.

A través de sus entretenidas, dinámicas e informativas historias nos enteramos, por ejemplo, que el ex presidente Don Ramón Castilla se enamoró de una hermosa doncella llamada Margarita, natural de la zona de los Conchucos, que no aceptó las pretensiones amorosas del entonces mandatario de la república: “Margarita sólo quiso conservar la amistad del Presidente. Y así pasó el tiempo. Hasta que don Ramón se convenció de que nada más podía hacer. ¡Ay joven, así es el amor! Dicen que la despedida fue bastante triste. El general Castilla se alejó jurándole amor eterno”(42). De otro modo, oímos el relato sobre el personaje casi mítico Pedro Pablo Atusparia: “Tampoco dice la historia cómo era Atusparia, pero yo sí he visto su fotografía. Sí señor, Atusparia ha tenido una fotografía. Se la tomaron en Lima, en Palacio de Gobierno, un año antes de su muerte. en la foto se notaba que era un indio medio blancón, con un bigote y barba clara. Más parecía conchucano que huaracino. Lo malo que esa foto ha desaparecido” (46). De la misma manera se informa sobre el justiciero de los pobres, el no menos legendario, Luis Pardo: “Hay un episodio de su vida que no es muy bien conocido. Es su alejamiento del país a fines de 1906, cuando cansado de tanta persecución, se embarcó a Chile y allí trabajó en la industria del salitre” (77).

Al margen de las historias que probablemente por su naturaleza genérica (¿historia?, ¿tradiciones?, ¿literatura oral?, ¿relatos de costumbres? o ¿todo a la vez?) ponga en aprietos a quienes buscan el grado cero de las manifestaciones discursivas, lo que llama nuestra atención son los siguientes detalles que consigna el autor antes de iniciar cada historia:

a. “Versión basada en un relato de mi padre, don Antonio Salazar Rivero. Narrada en 1965, cuando él tenía 83 años de edad”. (Al inicio del relato Kanan Punún).

b. “Narración de mi abuelo don Benigno Mejía Loli. Contada por mi hermano mayor, Manuel, quien se la escuchó en 1954”. (Al inicio del relato “El paso del Inca Huáscar”).

c. Versión narrada en 1980 por don Felipe Castillo Vega, de 87 años de edad, en su casa del jirón José Olaya”. (Al inicio del relato “La fotografía de Atusparia”).

d. “Narración recogida en 1986”. (Al inicio del relato “Luis Pardo en Chile”).

e. “Versión de don Carlos Sánchez Illanes, natural de Pira, presidente de la Asociación ‘Vencedores de la Campaña Militar 1941; filial Huarás”. (Al inicio del relato “Un benemérito de la patria”).

Es decir, ¿porqué al inicio de cada relato el autor consigna la proveniencia de cada historia?, ¿será únicamente para dejar constancia que él ha recogido y organizado el relato?, ¿será exclusivamente para definir su rol de entusiasta gestor de las historias narradas?, ¿o será que aquella disposición estructural transmite algo? Efectivamente esta escritura o cuerpo significante, pliegue que separa y, a la vez, une a quien recoge la historia y a quien dice la historia, sí comunica algo. En primer orden, evidencia el progresivo trabajo de recopilación que se ha realizado en distintos años y por distintos lugares. Característica que define el conjunto de relatos no como resultado espontáneo ni gratuito, sino como producto del tiempo y la persistencia. En segundo orden, advierte que existe una decisión ética, un accionar responsable que cede la voz y reconoce la identidad, la edad, la proveniencia o territorialidad de cada relator, informante o testor; aunque en algunos casos el recopilador no consigne la identidad del relator, siempre registra el lugar y la fecha de recolección. Ergo: reconoce la proveniencia otra del relato. En tercer orden, sugiere la vital continuidad de un modelo de conocimiento dialógico, esto es, el detalle estructural que se percibe al inicio de cada relato figura que estos no son hechos de un monologismo o encierro ensimismado de los relatores; por el contrario, percibimos que sus voces se descubren confiadamente al gestor o recopilador, para comunicar y transmitir aquel conocimiento que tiene como soporte la memoria y como agentes el espíritu, el cuerpo y el corazón.

En tal sentido, ¿quién es el protagonista o los protagonistas de las historias narradas?: ¿será cada relator que cuenta una historia?, ¿será cada personaje que aparece en una historia?, ¿o será el que recopila los relatos? Sostengo que existen dos protagonistas: la memoria y la voz. La primera porque es motor de todos los relatos, tanto recopilador y relator confían en ella como archivo histórico-cultural que se comparte y regenera. La segunda porque a través de ella se logra transmitir y reelaborar el legado-saber. Aunque esto último resulte paradójico ya que, en este caso, escuchamos la voz cuando ha sido escrita. Ambas protagonistas son importantes en estos tiempos de loa al progreso por sobre la dignidad, el cuerpo y el alma del prójimo, en estos tiempos prioritariamente monológicos, impositivos y autoritarios. Aquellas nos enseñan la importancia de saber escuchar al otro. La memoria y la voz tejen una historia alternativa, una historia otra, que la escriben los que la viven y escuchan: la historia de aquellos con quienes debemos estar siempre.

El texto de José Antonio Salazar Mejía, nos regresa la vitalidad de la memoria y la voz, probablemente no “erudita” ni “autorizada”, pero no por ello menos persuasiva y convincente. Encarga, entonces, en nuestras manos u oídos, un conocimiento contundente como las rocas, iluminador como los relámpagos y fértil como la lluvia.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.