Javier Heraud
El retorno de Heraud El retorno de Heraud

Por Enrique Sánchez Hernani
Fuente: El Comercio, Lima 2 de Octubre del 2011
http://elcomercio.pe/impresa/notas/retorno-heraud/20111002/1311270

Dos nuevas ediciones de los libros emblemáticos de Javier Heraud, “El río” y “El viaje”, acaban de aparecer, prologadas y anotadas con erudición. El poeta nuevamente nos visita.

Hace medio siglo se publicó la primera edición del poemario “El viaje”, del inmortal Javier Heraud. Coincidiendo con este aniversario, la editorial Peisa acaba de imprimir primorosas ediciones de este libro y de “El río”.

Edgar O’Hara, estudioso de la obra del vate, después de cotejar originales, nos entrega lo que ahora podemos considerar las ediciones definitivas de estos volúmenes. Sobre esto conversamos con O’Hara.

¿Cuál es la importancia que hoy tienen estos libros?
“El viaje” (1961) plantea un punto de vista muy singular para un joven poeta que entre sus diecisiete y diecinueve años ha escrito ya lo suyo. En este sentido, “El viaje” no puede separarse de “El río” (1960) y “Estación reunida” (compuesto en 1961 y editado en forma independiente recién en el 2008). Se trata, pues, de una manera de expresarse –en el poema, digo– que abarca al mismo tiempo el cantar y el contar.

¿Hay alguna comparación que puedas hacer de Heraud con otro poeta joven?
En cierta medida, Heraud es un caso único, porque su persona poética (que no llega a los 21 años) permanece en sus palabras para deleite de sus lectores, mientras que su persona biográfica (que alcanza los 21 años y pico) se integra de súbito a otros planos de existencia…

Sin embargo, conviene no confundir estas dos personas. Sería como confundir a un futbolista con sus chimpunes, ¿no? Uno puede hacer que la imagen del Heraud histórico coincida con su persona biográfica, pero la persona poética (esa voz característica, los aciertos verbales, las ideas políticas, el humor…) no está obligada a convertirse en un clon con idéntico número de pasaporte. La persona poética de Heraud está, sin duda, más cerca de la de “Reinos” (1945), cuyo autor o persona biográfica, Jorge Eielson, tenía también veintiún años.

¿Cuáles son las novedades de estas ediciones?
Las novedades serán las que descubran los nuevos lectores de Heraud, siempre y cuando se acerquen a esta obra con sensibilidad artística. A los lectores de siempre, estas ediciones tal vez les deparen una renovada alegría.

Propones relaciones novedosas entre la obra de Heraud y poetas como Martín Adán, Moro y Westphalen.
No es que yo proponga relaciones con las obras que mencionas, sino que dichas relaciones están ahí… Al poner sobre el tapete las obras que Heraud leía (aparecen en los epígrafes y se evidencian en muchos poemas sueltos, por cierto), uno puede darse cuenta de que el joven, hasta mediados de 1960, digamos, busca, picotea, elige, evita, desecha… Es decir, va lotizando su terrenito por entre las obras consagradas.

¿El hallazgo de “El río de la muerte” confirma esa aura profética que siempre se le ha dado a la poesía de Heraud?
El caso de “El río de la muerte” no implica, creo yo, ningún tipo de profecía. Más bien, confirma lo que proclaman los versos del propio Heraud (quien parafrasea un título de Xavier Abril): la poesía es un trabajo difícil, lleno de borradores y cuartillas y papelitos y garabatos y promesas para un poema.

En este protolibro desconocido, Heraud acepta su proximidad con la poesía de Neruda. ¿Qué te parece?
Bueno, no solo el Heraud biográfico dice que existe esa cercanía: la voz poética menciona ese nombre también y solo Mr. Magoo sería capaz de no advertir la presencia de Neruda en esta obra.

Heraud también menciona tener influencias de Mozart y del filme “Hiroshima mon amour”. ¿Cómo debe tomarse?
Debe tomarse como lo que es: en ese momento, Heraud escucharía a Mozart y habría visto esa película de Alain Resnais.

Lo que pasa es que sabemos poquísimo de las preferencias artísticas de Heraud y una afirmación así despierta tanto interés como la inauguración de una cebichería.

A mí, por ejemplo, me encanta la foto en la que aparece Javier Heraud chupando una chela a pico de botella… Es como si alguien descubriera una foto de 1957 en la cancha del colegio Markham donde Javier de quinto de media le enseña a tapar un penal a un niño de diez años llamado Balo Sánchez León. ¿Qué te parece? ¿La poesía peruana cambiaría acaso? No lo creo, pero soñar con una foto así me produce una gran ternura.

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