Heriberto Tejo
Un libro para Laura (Cuento) Un libro para Laura (Cuento)

Por Heriberto Tejo
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A Laura no le gustaba leer. Ni libros, ni cuentos, ni revistas.
- No hay nada más fastidioso que leer -se lamentaba a cada rato.
Todo había empezado el día que su maestra del segundo grado le entrego un libro y le dijo:
- Laura, tienes que leer este libro.
-¿Ah, sí? ¿Por qué? –pregunto Laura.
Y la maestra respondió:
-¡Porque te lo digo yo y punto!
Es cierto que no le encantaba leer, pero bastó que la maestra le diera aquella orden para detestar a los libros.
Eran gruesos, estaban llenos de palabras que no entendía, y contaban historias superaburridas.
Leer no era nada divertido. Esto mismo pensaba la mayoría de sus compañeros. Así que cuando la profesora Gloria les dijo que tenían que leer un libro casi todos se alborotaron.
-Este mes vamos a leer este libro, y cuando lo terminemos, el autor vendrá a conversar con nosotros –dijo la profesora.

El libro que tenían que leer era algo grueso. Y sin dibujos. A Laura le molestó incluso tener que ir a la librería y comprarlo.
Pasaron tres semanas y el libro seguía sobre su escritorio. Se terminaba el plazo y Laura ni siquiera lo había abierto.
Es cierto que a Laura le picaba la curiosidad, pero nada más. Sabía que el escritor iría la siguiente semana.
Así que esa misma noche, sin muchas ganas, Laura cogió el dichoso libro y empezó a leerlo.
Una página.
Dos.
A la tercera página, sin darse cuenta, ya estaba enganchada. Algunas palabras no las entendía, pero no le importaban. El libro era divertido, fácil de leer y con una historia fascinante.

Cuando su mamá vino a buscarla para comer, le dijo que no tenía hambre. Comió apurada y volvió a su cuarto para seguir leyendo el libro.
Acababa una página y empezaba otra con avidez. Concluía un capítulo y se zambullía en el siguiente, curiosa por saber cómo seguía la historia.

Al día siguiente Laura se llevó el libro al colegio. Continuó leyéndolo a la hora del recreo. Y por la noche, en su cuarto, se repitió lo del día anterior.
Retomó el libro y devoró las últimas cinco páginas, aquellas donde todo se resolvía.
Entonces Laura cerró el libro, y repentinamente sintió cierta pena pues la historia se había terminado.
Ahora sí quería conocer al autor del libro.

El día que el escritor fue a hablar al colegio, Laura se sentó en primera fila.
- ¿Qué quieren que les diga? –comentó el escritor con una sonrisa:
A mí me cambió la vida leer, pues yo nací pobre, tartamudo y malo para los números. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Un libro es como una película. Es puro entretenimiento, sólo que diferente. Por eso me siento triste cuando un niño me dice que no le gusta leer.
Laura al escucharlo se ruborizó. Después de lo mucho que le había gustado el libro, se sentía algo culpable.
¿Tendría el escritor otros libros parecidos?
¿Conocería libros tan interesantes como el suyo?

Al terminar, todos los alumnos se pusieron en fila para que el escritor les firmara el libro. Laura esperó a ser la última.
-Quiero decirle que su libro me encantó –le susurró a solas.
-Me alegro que te haya gustado –le respondió.
-Su libro es bacán -susurró Laura.
-Vaya, qué bien -se alegró el autor-. Veo que eres toda una lectora.
-Qué va, -aclaró Laura-. Es el primer libro que leí entero y me gustó.
-¿Ah, sí? Pues entonces…
-Es por eso que deseo hablar con usted –le dijo Laura-. Quiero que me diga otro libro tan bueno como éste.

El escritor la miró directamente a los ojos y le dijo:
-No servirá de nada que te diga algún libro mío o de otro autor. Siempre tropezarás con un libro que no te guste, y te desanimarás.
-Entonces, ¿qué puedo hacer?- quiso saber Laura.
-Tú deberías leer El libro.
-¿Qué libro? –preguntó ansiosa.
-El libro- se lo repitió enfáticamente.
-¿Se llama así, “El Libro”?
-Se llama de muchas formas, pero ésta es la más simple.
-¿Y es bueno? –preguntó Laura.
El escritor sonrió.
-No se trata de que El Libro sea bueno o malo. Es algo más. Si al terminar el libro no estás motivada para seguir leyendo toda la vida… entonces eres un caso perdido. Tampoco se trata de algo mágico, fantástico o maravilloso. Es sólo un libro, El Libro.
Y según parece, tú ya puedes acercarte a él.

A Laura empezaba a sonarle un poco raro todo aquello.
-¿Y dónde se encuentra ese extraño libro? - preguntó Laura curiosa.
-El Libro solo puede leerse en la biblioteca.
-¿En la biblioteca? –inquirió sorprendida-. ¿En cuál de ellas?
-En cualquiera –le respondió-. Tú entras, le dices a la bibliotecaria que quieres leer El Libro, que te envió yo. Y listo. Eso es todo.
Laura comprendió.
-Gracias –murmuró-. Leeré ese libro, se lo prometo.
-En el fondo, ni siquiera hay que leerlo –dijo el escritor emocionado-. Solo hay que sentirlo.
Laura se quedó boquiabierta.
-¡Ah…! –exclamó.
A la salida del colegio Laura seguía impresionada por las palabras del escritor. Si llegaba temprano a casa y su madre sabía de alguna biblioteca cercana, a lo mejor tenía tiempo de acercarse y pedir El Libro, para empezar a leerlo.
Laura nunca había estado en ninguna biblioteca. Iba a cruzar la calle, metida en sus pensamientos, cuando de pronto, al levantar la cabeza, se quedó muda. Allí, frente a ella, en el mismo lugar por el que pasaba todos los días, vio escrito con letras mayúsculas: BIBLIOTECA.

Laura, sin pensarlo, cruzó entusiasmada la calle y entró.
La biblioteca parecía un lugar muy agradable. Parecía que no había nadie, pero sí, detrás de una mesa había una mujer. Laura se detuvo frente a ella.
-Buenas tardes, ¿qué quieres?- le preguntó la bibliotecaria.
-Un… un libro –dijo Laura.
-¿Qué libro?
-Quiero… –Laura tragó saliva-. Quiero El Libro.

La bibliotecaria al escucharla cambió de cara.
-¿El Libro? –repitió con cierto misterio.
-Sí. El Libro.
-¿Quién te envía?
-El escritor.
Los ojos de la bibliotecaria brillaron de alegría.
-¿Él?
-Ajá, el mismo –susurró Laura.
Esperaba que se levantara para ir a buscar el curioso libro, pero… no sucedió nada de eso.
-Al fondo –gritó señalando una puerta con el dedo.
Laura volteó la cabeza. No la había visto, pero en efecto, al fondo, había una puerta con un rótulo que no podía leer desde allí.
-Gracias –dijo Laura.
-A ti –dijo la bibliotecaria y se sentó.
Laura caminó en dirección a la puerta. Cuando por fin pudo ver el rótulo, abrió los ojos. La frase era de lo más singular.
Decía así:


    TODO LO QUE TÚ NECESITAS
    PARA SOÑAR Y CRECER
    ESTÁ AQUÍ.


Laura no sabía si entrar.
¿Qué podía haber al otro lado?
¿Qué era lo único que se necesitaba para soñar y crecer?
¿El Libro?

Laura puso la mano en la puerta y empujó suavemente. La puerta se abrió. En el centro había una mesa y una silla. Y encima de la mesa un libro. El corazón le latía con fuerza. Realmente allí estaba… El Libro.
Laura entró en la habitación.
Cuando llegó frente a la mesa, recién pudo leer entre muchas letras el título “El Libro”.
Estaba escrito con letras mayúsculas. Laura emocionada, empezó a leerlo. Pero sorpresivamente las letras iluminadas empezaron a moverse y formar distintos títulos:


    El mago de Oz
    El jardín secreto
    El pequeño vampiro
    El principito
    La ballena azul
    Las brujas
    La isla del tesoro
    La vida en la selva
    Matilda
    Mi amigo el glumpo


-Éste –murmuró Laura presionando el título del libro.
Luego se sentó en la silla, abrió maravillada El Libro en la primera página y empezó a leer.

Aquella mañana de vacaciones, con los colores nuevos que me regalaron por mi cumpleaños, dibujé un glumpo. Había soñado con ellos durante toda la noche y, en verdad, eran muy divertidos. Unos eran grandes como miradas, otros pequeñitos como sonrisas. Estos eran verdes, aquellos amarillos…

Cuando terminó de leer el libro, era tanta la alegría que sentía, que Laura decidió regresar al día siguiente para leer otro de los libros maravillosos que había descubierto.

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