Gerardo Alcántara Salazar
Globalización y Educación: preparándonos para la derrota Globalización y Educación: preparándonos para la derrota

Por Gerardo Alcántara Salazar
Fuente: Lima, agosto 2008

En un país como el Perú (1) en el que las facultades de Ingeniería Industrial demuestran su excelencia produciendo panetones y polos, y las Facultades de Ingeniería Mecánica preparan a los estudiantes para producir muebles de acero cromado y no aviones, automóviles o barcos, o −en general− productos con valor agregado correspondiente a la industria actual; una postura antiglobalista puede simplemente reflejar una actitud emocional, pero no una respuesta racional. Este juicio se refuerza aun más si tomamos en cuenta el sistema escolar primario y secundario, niveles en los cuales las burocracias ministeriales se limitan cacofónicamente a hablar de lo técnico-pedagógico, o lo que es lo mismo a “capacitar” en cómo enseñar pero no qué enseñar (2); y en estas capacitaciones los llamados “técnicos”, “expertos” o “capacitadotes” del Ministerio de Educación y de algunas universidades reducen la “capacitación” a hacer cantar empíricamente y bailar a la ronda a los profesores como si estuviesen tratando con niños de mentalidad pre lógica; y todo esto, con la anuencia de los “capacitados” y sin la protesta del SUTEP.

No estoy en expresándome en sentido figurado. Lamentablemente se trata de la cruda realidad. En la denominada capacitación implementada por PLANCAD, inspirada supuestamente en el constructivismo, se organizaba a los profesores por grupos, poniéndoles letreros en el pecho. Uno podría ser el grupo de las “flores”, otro el de los “conejitos”. “Conejitos” y “flores” debían “socializarse” y jugar al trencito, corriendo y cogiéndose de la cintura. Entre los profesores de carrera se detesta la verbalización. Todo debe llevarse a la “práctica”. Por eso el “constructivismo” se reduce a una serie de “dinámicas” o juegos. Lo correcto sería que se estudie lo más cuidadosamente los libros de los fundadores del Constructivismo y mediante debates se vea la manera más eficaz de aplicarlo a los alumnos. Pero el pragmatismo internalizado totalmente entre los maestros determina que ni los “capacitadores” que son maestros de carrera, ni los maestros que van a “capacitarse” hagan teoría. ¿Qué milagro podría entonces permitir que los escolares peruanos destaquen en razonamiento verbal? Es obvio que si uno tiene un hijo estudiando primaria o secundaria y quiere que estudie, por ejemplo, Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos o Ingeniería en alguna universidad competente, deberá procurar −si es que ese escolar estudia en colegio fiscal− recibir clases particulares de matemáticas dictadas por matemáticos, física por ingenieros electrónicos, electricistas o físicos de profesión, etc. Esto explica por qué han tenido tanto éxito las academias preuniversitarias en el país, transformadas las mejores de ellas en Colegios preuniversitarios. Sin embargo, se cree que los únicos que están capacitados para enseñar son las personas que tienen título de profesor. De este error me convencí desde que obtuve un título de Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales, aunque creía que el problema radicaba en la Universidad de la que procedía. Estudié inmediatamente Sociología en San Marcos y obtuve una Maestría también en Sociología en la Pontificia Universidad Católica del Perú y me convencí de que el problema radica en el perfil profesional del educador peruano. Décadas como profesor Universitario -actualmente en la Universidad Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, y San Marcos, entre otras universidades- han terminado por confirmar mi hipótesis. En cuanto a los escolares que quieren tener éxito al postular a carreras difíciles como Medicina, lo he probado experimentalmente en mi familia, formando en las materias duras exclusivamente con especialistas en la materia y no en educación. Todo lo antedicho no significa que no existan excepciones entre los maestros, las hay pero solo excepcionalmente y de modo transitorio. Es cierto también que existen brillantes profesionales que son pésimos transmisores de conocimientos, pero asimismo es cierto que jamás he tenido maestros más destacados en didáctica que entre los catedráticos más calificados académicamente. Por supuesto, es más fácil que un académico destacado aprenda didáctica −y debe aprender si se dedica a la enseñanza− que una persona que pasó su vida pronunciando la palabra “pedagogía” y despreció los contenidos de la enseñanza se convierta en un buen académico.

Uno de los rasgos de la globalización es el fortalecimiento del mercado mundial, con la lógica neoliberal, de modo que el mercado es cada vez más amplio −global−, manipulado cada vez por menos empresas y empresarios, tendiendo al monopolio. Y el mercado tiene la misma lógica desde que existe, el intercambio de mercancías desiguales con valores iguales. El valor convertido en precio, sostiene Marx (3), es igual al tiempo socialmente necesario que se invierte en la producción. Esta magnitud de tiempo que se requiere para producir cada mercancía depende de algunas condiciones, tal como la facilidad con que se encuentran las materias primas, pero sobre todo del grado de desarrollo de la tecnología que se utiliza y de la pericia o capacitación de los trabajadores. Cuando la tecnología es más desarrollada y los trabajadores están más capacitados, se obtienen productos de mejor calidad, de mejor presentación; y puesto que se invierte menos tiempo de trabajo en su producción, los precios son menores.

En la actualidad, las mercancías no dependen sino escasamente de los recursos naturales; estriban sobre todo en los recursos mentales. Estos recursos están encarnados en la tecnología y en la mente de los trabajadores; y se transfieren o endosan a los productos finales. Los productos finales subsumen tanto el valor de las materias primas como el valor de los recursos mentales. El progreso científico implica que el esfuerzo para la obtención de los recursos naturales se simplifique, de modo que el valor que transfiere decae permanentemente, mientras que los recursos mentales se hacen cada vez más complejos y por tanto tienden a transferir más valor. Adicionalmente hay que considerar que el progreso científico y tecnológico se orienta a la nanotecnología, vale decir, a la producción de objetos que, debido a la miniaturización absoluta, emplea casi nada de recursos naturales y en cambio todo tiende a reducirse a recursos mentales o intangibles. En este sentido, resulta pertinente hablar de Educación al tratar sobre globalización. Los países más desarrollados transfieren tantos recursos mentales, de modo que algunos céntimos invertidos en materias primas sirven de soporte tangible de productos que puestos en el mercado valen cientos o miles de dólares. Esas mercancías son portadoras fundamentalmente de recursos intangibles, con tendencia a reducir casi infinitesimalmente la participación del elemento tangible, vale decir, de las materias primas. Por este motivo, los países desarrollados se interesan en promocionar una educación que prepare a la gente para manejar la información más actualizada y rica. Esta es una condición para que sus empresas puedan liderar en calidad, presentación y precios competitivos en el mercado global.

Aquí en el Perú los procesos de capacitación, como el que se realizó a través de PLANCAD, se han caracterizado porque los “capacitadores” se interesan exclusivamente en cómo enseñar, pero no en innovar en qué enseñar. Mejor dicho, en nuestro país, la metodología de la enseñanza es el medio y también el fin, a la vez que se trata de la instrumentalización irracional de supuestas teorías, que prácticamente, entre los “capacitadores”, nadie conoce, porque en ellos prima un extremado pragmatismo empírico y fobia por la teoría. De modo que no se actualizan en los contenidos de la enseñanza y en cuanto a métodos de transmisión de conocimientos se reducen al fetichismo de los “papelógrafos” y a las denominadas “dinámicas”, que son cualquier cosa, por ejemplo correr o jugar a la ronda, o en el mejor de los casos a triviales dramatizaciones. Incluso la consigna de superar el memorismo se aprende de memoria, y todo lo que requiera algún esfuerzo mental se orienta al uso de la memoria mecánica. Según los implementadores de PLANCAD, su metodología se sustenta en las teorías de Piaget y otros constructivistas, sin reparar que en una de las ideas centrales de Piaget es que los niños tienen una corta infancia pre lógica y luego su mente se vuelve lógica. Implementando esta tesis, de la que los “capacitadores” tienen noticia, pero desconocen sus fundamentos, la “capacitación” deriva en tratar a los profesores como si fuesen niños de mentalidad pre lógica, aplicándoles “dinámicas” físicas en lugar de dinámicas mentales, obligándoles a realizar juegos improvisados cual si fuesen infantes. La consecuencia es lo que el mismo ministerio de Educación reconoce: Los estudiantes peruanos se ubican en los últimos lugares del mundo en razonamiento matemático y verbal (4). Y como es costumbre, cada vez que se tiene una mala noticia sobre Educación, los medios de comunicación realizan entrevistas a los mismos “expertos” o funcionarios que son los verdaderos culpables de la crisis de la educación peruana. En los reportajes de la prensa escrita, radial y televisiva, “expertos”, ministros o viceministros, señalan multitud de causas de la crisis de la educación, pero nadie señala la causa más importante: la indiferencia absoluta por los contenidos que se imparten. Hay quienes consideran que con solo duplicar o triplicar el número de horas de enseñanza, el problema estaría resuelto. Lo cierto es que las burocracias son tan indiferentes al estudio y para justificar los puestos administrativos que detentan dedican su tiempo a idear una serie de tareas administrativas que consumen el tiempo de los profesores. De modo que si el estándar de los educadores de profesión es el de menor jerarquía entre los profesionales del país y son ellos los que forman a los demás profesores, transmiten un ethos muy especial, pero al mismo tiempo sorprenden incluso a profesionales altamente calificados pronunciando o escribiendo la palabra “Pedagogía”.

La educación debería servir para capacitar la mente de los trabajadores, de modo que puedan inyectar intangibles en los productos, si se quiere tener éxito, de acuerdo con los estándares internacionales. Pero ni el Ministerio de Educación ni las instituciones que forman educadores están mentalizados para entender y coadyuvar a ese propósito en el Perú. Los medios de comunicación les siguen el juego, al consultar sobre la problemática educativa a los mismos responsables, de manera que ante la opinión pública se les libera de responsabilidad y, a la vez, quedan legitimados como “expertos”. Las burocracias del Ministerio de Educación, en todos sus niveles, sirven para obligar a los maestros para que hagan jugar a los escolares, y se pasen la vida llenando formularios y notas de registros, antes que preocupándose por la innovación y la profundización en los contenidos que deben impartir. Estos burócratas tienen ya un perfil plenamente definido, sin ninguna posibilidad de cambio, sobre todo los más antiguos; entre ellos los que ocupan viceministerios e incluso ministerios. Y esto no tiene solución, porque se trata de una corriente que atraviesa todos los niveles y en los cuales confían los ministros, de modo que se convierte en un callejón sin salida.

Esta problemática se inserta en una cultura anómica, que tal como lo define Merton (5) se caracteriza por la disociación entre metas culturales y medios legítimos, de antecedentes remotos, correspondiendo responsabilidad histórica a la oligarquía y la denominada “clase política”. A esta atmósfera se agrega −por el lado de los dominados y de sus intelectuales− una cultura imprecatoria, la búsqueda de adalides mesiánicos cuando se traslada a la selección de líderes políticos. Mientras tanto, la globalización, nos guste o no, nos atrapa, nos deja sin escapatoria y las fobias que nos despierta no nos ayudan a resolver el problema, porque la solución está en comprender la lógica del mundo actual, que es a su vez la Era del conocimiento, de la Información, de los cambios tecnológicos a velocidades exponenciales, como nunca antes había sucedido; pero sin caer en el fetichismo del mercado ni el sometimiento a los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, cuyas nefastas consecuencias han sido denunciadas, con la autoridad de un Premio Nóbel en Economía, por Stiglitz (6).

El peor problema que tenemos los peruanos es la anomia y una cultura de la precariedad. Está probado históricamente en el ámbito internacional que la participación del Estado ha servido como palanca para el desarrollo económico. Como el Estado no es una entelequia, sino que está representado por personas de carne y hueso, la cultura anómica imperante en la llamada “clase política” peruana ha impedido que tengamos alguna experiencia política satisfactoria cada vez que se ha utilizado al Estado como empresario o simple regulador de la economía. En este libro se hace un balance de los gobiernos, desde la segunda mitad del siglo XX, que con sus actos, frente a la globalización, colocaron a los peruanos en la condición de perdedores. Gobernantes o no, los políticos que vieron en la Universidad peruana un foco de reclutamiento de militantes terminaron por hundirla y los grupos políticos extremistas con el argumento de que las universidades constituyen superestructuras del Estado reaccionario contribuyeron intencionalmente a deteriorarla. Y el terrorismo de Sendero Luminoso, del MRTA y del Estado, terminaron por crear las bases definitivas para que el Perú fuese un país perdedor en la era de la globalización. A esta tendencia abonan quienes con el pretexto de criticar la anomia en las potencias imperiales, estimulan a sus audiencias tercermundistas a desinteresarse por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, apoyándose en una lógica que invierte los factores, como si fuesen las cosas, o sea,- los objetos tecnológicos los culpables y no los hombres que hacen mal uso de ellos. De modo que al ver en el objeto la causa, recomiendan no interesarnos mucho en hacer ciencia y tecnología. Otros con el argumento de que debemos fomentar una educación para el trabajo mentalizan a los estudiantes a no superar las expectativas de ser simples artesanos, cuando hace unos trescientos años el artesanado ha dejado de ser alternativa económica; a no ser que inventemos un país ajeno totalmente a la lógica de la economía actual.

Los críticos de la globalización, en los hechos, tienden a dejar solas a las potencias en su avance tecnológico con críticas sesgadas a lo que llaman “racionalidad tecnológica”; o se limitan imprecatoriamente a exponer las diferencias económicas que existen entre los países del tercer mundo y las grandes potencias. Como agravante suman a estas quejas otras en las que la guerra con Chile y el coloniaje español figuran como responsables, como causas sempiternas de la pobreza del país, y el pueblo peruano maniqueamente aparece como víctima, sin responsabilidad de nada. El gran problema es que al plantear estas explicaciones y al satanizar todo lo relacionado con la globalización enmascaran la anomia que impera en la sociedad peruana, la irresponsabilidad y cierran todas las alternativas de solución.

En este libro se ofrece un enfoque de la globalización y se hace un análisis de lo que ha hecho la llamada “clase política” desde la segunda mitad del siglo XX, a la vez que se señala el papel –nada inocente- del poblador peruano, en el contexto de una sociedad signada por la anomia, que tal como vimos se caracteriza por la disociación entre metas y medios, dando lugar a que los actores sociales, en todos sus niveles, den prioridad a sus metas personales y de grupo, sin importar los medios.

En ese contexto, mientras algunos países tercermundistas como Chile se han preparado para afrontar las consecuencias de la globalización, el Perú ha diseñado su camino para las letanías, las imprecaciones, para sobredimensionar la auto imagen de víctima y no para asumir responsabilidades.

Para entender mejor el problema, empecemos por responder a una pregunta inevitable: ¿Cuán globalizados estamos los peruanos?.
 

Notas:

1 Fragmento del libro Perú frente a la globalización. Edit. San Marcos, Lima, 2008.

2 Desde 1994 hasta marzo del 2004 se han creado 210 institutos pedagógicos, de manera que diez años después, en el 2004, existen ya 387 institutos pedagógicos y 49 facultades de educación. Solamente de los institutos pedagógicos egresan 18 mil docentes al año. (El Comercio. Lima 30 de marzo del 2004, Sección A). Si las facultades de Educación tienen deficiencias académicas muy graves, los institutos pedagógicos son de diagnóstico reservado, de manera, que a no dudarlo, entre los profesionales peruanos, los educadores son los de menor estándar académico.

3 Marx, Carlos: El Capital. Fondo de Cultura Económica. México, 1971.

4 Esta es una realidad en los centros escolares financiados por el estado, planteles en los que trabajan también −aunque sea transitoriamente− brillantes maestros, pero que son la excepción. Las pocas familias con recursos económicos prefieren enviar a sus hijos a los colegios preuniversitarios que existen en la capital de la república, en los cuales se les da una información diferente de la que obliga el Ministerio de Educación, con plan de estudios propio y con profesores que no son maestros de carrera, sino especialistas en las materias que enseñan, tales como matemáticos, físicos, químicos, biólogos, etc., de manera que se benefician con una preparación que la gran mayoría de escolares no dispone. Los más afectados son los de los pueblos alejados de los centros urbanos, quienes incluso tienen como maestros a personas que no tienen más que instrucción secundaria y su universo cultural es de carácter aldeano, divorciado de la cultura universal.

5 Merton, Robert: Estructuras y sistemas sociales. F.C.E. México D:F:, 1964.

6 STIGLITZ, Joseph E. El malestar en la globalización. Madrid, Taurus, 2002. Los felices 90. La semilla de la destrucción. TAURUS, Argentina 2003.

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