Víctor Andrés Ponce
El grito del héroe El grito del héroe

Por Olga Rodríguez Ulloa
Fuente: Correo, Lima 22/10/06

Con trazos que evocan exclamaciones arguedianas pero que terminan por convertirse en un in crescendo de frases efectistas, Víctor Andrés Ponce presenta De amor y de guerra, su primera novela en versión para Latinoamérica, que se presentará en la FIL Santiago. Ponce echa mano del trauma de la guerra interna peruana para mostrarnos la toma de armas de una comunidad de ceja de selva que se rebela al horror subversivo de Sendero, se enfrenta a sus propios fantasmas y tiene que lidiar con las consecuencias de su alianza con el narcotráfico.

Nicomedes Sierra, profesor e hijo de terrateniente, es el llamado a comandar esta rebelión. Movido por el afán de vengar el asesinato de su esposa, Violeta, accede al llamado de cuatro de sus alumnos para liberar a Rinconada de la dirección de las nuevas autoridades tuteladas por la figura mítica del Manco Miguel.

Sierra se enfrasca en largos monólogos a Violeta, le cuenta que no sólo su afán revanchista sino su estrategia suicida para reunirse nuevamente con ella lo mantienen en la lucha. Subyace en su discurso además del dolor y desconcierto, la idea de que enrolarse en la guerra es una cuestión de tener o no tener huevos.

Sus descripciones son estentóreas y gritan un regionalismo rebuscado. El narrador se ufana de un supuesto virtuosismo verbal estancado en lo siempre exótico del paisaje selvático.
La Selva y la mujer forman parte de un mismo binomio de ininteligibilidad: incomprensibles y atravesadas por conceptos como la virginidad, la violación, la fertilidad, el misterio, bla, bla, bla, fáciles de definir y susceptibles de dominar. Parecería que se nos dijera que los móviles ocultos de la guerra están intrínsecamente mezclados con las ganas de “tumbar” chinas. Don Porfirio, autoridad terrorista, mata a Violeta porque ella no cede a su cerco; Choquehuanca, rondero de Pan de Azúcar, es escarmentado públicamente por Nicomedes debido a un intento de violación, y lo traicionará luego porque el profesor impide que él goce de las prostitutas extranjeras de San Francisco.

Por otro lado, la simbología de la disputa está teñida de matices bíblicos. El desborde católico de las fiestas patronales cederá a la fuerte retórica evangelista liderada por el lugarteniente de los ronderos, Sulluchuco. Mientras que la verdad de los hombres está escrita, ya sea en la Biblia o en los volúmenes de Marx, la de las mujeres estaría entre las piernas (150), no hay lugar a voz, sólo se dice con la vagina o, de lo contrario, se es la interlocutora muerta.
La compleja moraleja reductora de Ponce es que el amor y la guerra están íntimamente vinculadas, ambas son cuestiones de machos gallardos y de hembras silentes, eso hace que una no se termine de creer esta historia de amor condimentada con afectación.

Guerrero armado de un buen volumen de sinónimos y antónimos y otro de figuras retóricas, Ponce apela al folclore con patetismo sin asco y con una gran dosis de jactancia. Se cree GM y mira a la posteridad con un gesto altivo y profundo.

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