Jorge Pimentel
Viaje a la neblina Viaje a la neblina

Por Diego Otero
Fuente: Dominical. El Comercio, Lima 27/03/07
http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2007-03-27/ImEcDominical0697799.html

Jorge Pimentel se toma su tiempo. Su libro anterior, Primera Muchacha, fue publicado en 1997 -sin decir que fue escrito en realidad hace varias décadas. Por eso no sorprende que hayan tenido que pasar diez años más para que el poeta se anime a entregar un nuevo vislumbre de su obra a la imprenta. Quizá también por eso esa suerte de reinvención del lenguaje en cada nuevo volumen. Los poemas de aliento épico y lirismo silvestre de Ave Soul; las voces fragmentadas y el ritmo del transeúnte asediado en Tromba de agosto. Por solo citar un par de ejemplos. En el hocico de la niebla, su más reciente poemario, es un nuevo viraje: ahora el poeta se muda a la infancia y lanza (como quien lanza su juego de baraja) un conjunto de poemas que apuntan a la fragilidad y al ensimismamiento, a las posibilidad del tono menor y el discurso íntimo pero solar. "Los veranos de mi vida están allí. / Taciturnos me observan desertor. / Los veranos de mi vida / abrieron una gran loseta. /Allí escondí el beso y la llaga".
 

Tengo entendido que este libro fue escrito a fines de los ochenta y comienzos de los noventa. Por qué decidiste dejarlo guardado tantos años. Y, sobre todo, qué te impulsó a escribir este libro tan personal en una coyuntura políticamente tan agitada.
-Habría que aclarar, en primer término, que mi interés es el de la escritura, casi exclusivamente. La publicación es un trámite burocrático, que no me genera ningún interés especial. Ahora mismo, por ejemplo, tengo cuatro libros inéditos. Jardín de uñas, que ya está listo. También tengo uno llamado Muerte Natural, y dos más que si bien están prácticamente terminados, aún no tienen título. Sobre lo otro, sobre el porqué de esa especie de vuelta a la infancia en esa coyuntura tan complicada, creo que tiene que ver precisamente con la necesidad de buscar un centro más estable; de descontaminar por lo menos el espacio privado.

Cómo es tu proceso de escritura.
-Es un proceso largo, llevado a cabo generalmente en etapas. Es decir, una vez que termino un libro, al que le dedico un promedio de tres meses a tiempo casi completo, lo archivo por algunos años. Pueden ser cinco, dos o diez. Luego lo busco, veo si el lenguaje funciona, y si es así inicio el proceso de corrección, que es un proceso apasionante también.

Jamás has sufrido entonces de ansiedad editorial. ¿Aconsejarías a los escritores jóvenes llevar a cabo este procedimiento?
-Escribir es la aventura. Publicar es tedioso. Esa es la verdad, por lo menos mi verdad. Yo aconsejaría dejar los libros un par de años, ahí, macerándose.

En cada uno de tus libros hay una especie de estrategia conceptual muy clara y diferenciada. Es casi como si cada libro ostentara un temperamento distinto.
-Es que cada libro tiene su propia historia, su propio sentido, su propia coyuntura. Una coyuntura que, además, inevitablemente, se va filtrando y va incidiendo en cualquier proyecto creativo que uno se va proponiendo. Tromba de agosto fue un libro escrito mientras caminaba por todo Lima. Tracé un mapa de ciertas zonas de la ciudad que me interesaban y fui recorriendo el territorio, tomando apuntes, observando. De ahí que tenga ese ritmo; de ahí que convoca a múltiples voces; de ahí su temática también.

Hay claramente un lenguaje distinto al de todos tus otros libros en En el hocico de la niebla. Un universo de imágenes cifradas. Algo que podríamos reconocer como un mundo privado, digamos.
-Este libro ha sido planteado de manera tal que la mirada intenta aproximarse a las características de la mirada de un niño. Antes de escribirlo intenté envolverme en un clima de infancia. Intenté buscar símbolos o imágenes que me remitieran a esa etapa. El asunto fue tan obsesivo que conseguí útiles escolares, cuadernos, colores, ese tipo de cosas.

Niebla y memoria
En efecto, En el hocico de la niebla es un poemario cuyo lenguaje busca lo cristalino, lo transparente. Lo interesante, sin embargo, es que esa búsqueda exhibe también sus flancos, sus fracasos, sus vacilaciones: lo sombrío, lo brumoso, lo indefinible. De ahí que éste no sea un libro de la ternura (como podría haberlo sido), sino un libro en el que se exhibe, con vocación clásica, el conflicto entre la luz y la sombra; entre la lucha por la esperanza diurna y las afiladas contradicciones que afloran en la oscuridad. (D.O.)
 

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