Mario Malpartida Besada
Mario A. Malpartida Besada desde Una loma bendita Mario A. Malpartida Besada desde Una loma bendita

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Fuente: El Semanario. Ed. 87 (04/09/03) p. 10 y Ed. 88 (16/09/03) p. 10

Lo que subyace como magma significativo en la entraña de Una loma bendita, que se expande en una extraña combinación de ludismo, sensualidad e ironía, no es sólo la historia sentimental de dos seres anclados en la sobria madurez, sino la sugerente profusión y relación de elementos de orden geopolítico, mitológico y psicológico que, al final, conforman un predio ficcional totalmente descontaminado de las sempiternas enfermedades de la condición humana. Y no sólo eso. Por entre las líneas despiertas de la narración, en una demostración más del poder sedicioso de la literatura, de su naturaleza maleable y advenediza para la formación de imaginarios colectivos, eclosiona risueña la fusión entre lo que es y lo que no es, un encuentro benigno entre la historia y la libertad creativa. *
 
Mario A. Malpartida Besada (Lima, 1947), a través de Una loma bendita, que vendría a ser su segunda novela, nos cuenta una historia sencilla, protagonizada por Serapio y Doris -la "muchacha de cuarenta"-, quienes viven una peculiar relación afectiva, primero tímida e insinuada, y después abierta y pasional. Simultáneamente, el autor nos inserta en un hecho de igual importancia para el sostén de la novela: la determinación de la historia "oficial" de una localidad, para lo cual utiliza elementos de tipo cívico como el nombre, la historia, la bandera, el himno oficial, etc. Con ellos, el volumen, que fue editado en el marco del proyecto Biblioteca Huanuqueña que auspicia la Revista Perú, se estructura en 7 partes, que algunos han dado en llamar "capítulos-cuentos".
 
No nos parece perogrullada manifestar que todo escritor, consciente o inconscientemente, filtra algo de sí en el corazón de su obra imaginaria. Sus amores, sensaciones, opiniones, odios, rencores, frustraciones, éxitos, están allí latiendo en las entrelíneas de la narración, a la espera de una exploración audaz y atenta de un lector zahorí. De modo que su actitud frente a la realidad objetiva es la de retratarla, trastocarla o sesgarla, tal y como le dicte su proficua imaginación, pensamiento y sentimientos, diferente entre cada quien.
 
Por eso no nos sorprende hallar en Una loma bendita algunos rasgos de la personalidad del autor. Sus demonios interiores, esos que le han permitido escribir, estro que le han hecho dolorosamente feliz, están presentes, pero esta vez como una interesante variación. Uno de ellos nos parece que es el espacio territorial. La Lima de su niñez, el Huánuco de no hace mucho ya fueron perennizados, en el orden que sigue, en Pecos Bill y otros recuerdos (cuentos) y El viejo mal de la melancolía (novela). Pero ahora el autor se posesiona de otro ámbito: el rural. Si bien en toda su obra anterior hay referencias de ella, es aquí donde, muy a despecho de los protagonistas, adquiere mayor relieve. Inclusive, la última parte de la novela es casi en su totalidad una sentida sublimación de la belleza del paraje que da título al libro. Si el sentido común los lleva a ustedes a pensar en el campo como un lugar sosegado, quieto, apacible, idóneo para la reflexión, la meditación y la vida sin tormentos, si lo sienten así en este instante, entonces ya se imaginaron y volaron al universo elucubrado por Mario, una parcela que no conoce las aristas más terribles del ser humano, limpio de males espirituales y que el autor ha creado exprofesamente para dar un escenario apropiado a sus personajes ideales, una especie de Adán y Eva contemporáneos.
 
Otro punto que trasunta esta novela, es el despertar del lívido sexual entre los chicos que viven la adolescencia. Muestra sugerente de esto ya lo leímos en "Rosita de Fuego", cuento del libro Además del fuego. En la presente entrega, Mario también lo consigna, pero desde una perspectiva sutil e inocente, desprovisto de cualquier signo de morbosidad. Una experiencia como esta, sugiere Mario, es un tracto por el que pasamos todos, seamos varones o mujeres; es el reconociendo de que la existencia no puede ser sólo unilateral y que sentir por el otro, desear estar con él, es preámbulo de la vida en asociación, sea con alguien masculino o femenino, o con quién sea.
 
Otro elemento fácilmente identificable en el volumen es el tiempo. Nos parece que es una característica poco explorada al interior de la narrativa malpartidiana y una perspectiva en la que nos concentraremos en otra ocasión. Volviendo a lo nuestro, es conocido por todos quienes hemos leído su obra, que Mario vive en un estado natural que es la nostalgia; y así como la nostalgia no es más que el recuerdo triste y alegre del pasado, también sabemos que la nostalgia se da con mayor énfasis una vez que el tiempo ha discurrido, es decir, por lo general cuando la persona está establecida en la edad adulta. Era natural, pues, que, por medio de esta expresión de la sensibilidad humana, el tiempo se manifieste en Una loma bendita. Pero, ojo, no como un tiempo destructivo, sino más bien como un tiempo que permite almacenar experiencias, que nos permite mirar con tranquilidad lo vivido y asumir que somos aves de paso, conscientes que hay que vivir según la etapa que nos corresponde.
 
Precisamente, el tiempo nos permite cambiar el plano de nuestra lectura y entrar a un aspecto que alude a la mitología universal. La búsqueda de la eterna juventud. Hablar de ella sería ocioso, así que sólo nos vamos a circunscribir, dado lo egoísta del espacio, en decir que, en gran medida, los personajes protagónicos, por ser públicos en su predio de origen, se exponen a las múltiples especulaciones de la cultura popular, cuya proclividad por la invención es inmensamente superior, inclusive hasta del más afiebrado de los creadores, el Dios ciego que nos gobierna. No es que Doris detenga el paso del tiempo por el hecho de "bañarse en una laguna serrana con un sol serrano", sino por el hecho de ser admirada con embebecimiento por los ojos del prójimo. Es, pues, una cuestión más de actitud que de subjetividades y creencias. Salvando las diferencias diremos escuetamente que, enlazado a este tópico, el de la eterna juventud, encontramos por allí un nexo temático con "El viaje en busca de la planta de la vida" de las Mil y una noches.
 
No podemos olvidar dos detalles que tienen directa relación con la psicología. El exhibicionismo de Doris cuando se baña desnuda y el voyeurismo de Serapio y los chicos del pueblo, viéndola en cueros. Si no nos equivocamos, el exhibicionismo es un impulso irresistible de colocarse como modelo en cualquier ocasión, lo que implica cierto desorden mental. El voyeurismo es lo mismo, pero al revés, es decir, impulso irresistible por ver, mirar. ¿Estamos hablando entonces de seres que tienen alguna disfunción mental? Nada que ver. Tanto los chicos como Serapio, seres limpios y cuerdos, son una representación del verdadero encantamiento que produce la naturaleza viva y cristalina cuando la actitud es tan inocente como inocua. ¿Lo mismo podemos decir del contenido de la canción "Persiana Americana" de Soda Stereo? 
 
Hemos escrito que la literatura, en ocasiones, trastoca la realidad. Mario, en este sentido, juega con la realidad, con la historia e, inclusive, con sus propios amigos. Al final, lo intuimos, sale de ello muy satisfecho, con una sonrisa del honesto embaucador. Y está bien, pues no olvidemos que López Albújar, con sus Cuentos Andinos, o sea con la ficción, ha delineado algunos rasgos de la historia e identidad huanuqueñas, aunque algunos desavisados de la cultura todavía no lo han advertido. Supuestamente la historia da cuenta de los hechos ocurridos realmente, pero, ¿se han puesto a pensar si la historia que asumimos por cierta fue inventada, creada por alguien como por ejemplo el profesor González de la novela que reseñamos? Adonde queda la manoseada identidad local, regional o nacional. Nos da gusto que Mario, al divertirse con estos temas, demuestre que con las obras de ficción literaria se puede hacer lo que sea, inclusive que podamos llegar a pensar en ser algún día un país próspero. 
 
Finalmente expresamos que Una loma bendita nos parece un libro de quiebre en la narrativa de Mario, pues a diferencia de sus anteriores entregas, escapa al tono nostalgioso y melancólico que siempre lo ha caracterizado. Que su estilo de escritura, encabalgado, sugestivo, con una especie de armonía sería, es única e inconfundible. Que a raíz de esta publicación, y de otras que sabemos vendrán, podemos afirmar que ha llegado el tiempo de las novelas en Huánuco, por lo menos en lo que respecta a los escritores que dieron vida a la Agrupación Cultural Convergencia. Que la nueva hornada de jóvenes escritores piensen que, a la par con las actividades de supervivencia, el quehacer literario es hermosamente posible. Mario Malpartida Besada lo ha demostrado.
 
* Valentín Sánchez Daza (Comunicador Social)
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