Sara Joffré ha realizado adaptaciones de cuentos universales para el teatro. Ahora habla acerca del teatro como fuente de vida, de diversión y permanente labor pedagógica.

 

-¿Qué significa para usted el teatro?

-El teatro ha sido siempre esa patria ideal que deseamos forjar, el lugar donde la trampa se castiga y los honrados triunfan, donde la voluntad no se agota. Escribir teatro es una necesidad impostergable, ya que no se puede retrasar los días para que se cumplan todos los anhelos.

 

-¿Qué pasa con el teatro peruano?

-Comparten esa responsabilidad quienes intervienen en una puesta en escena, no sólo el autor del texto o de idea primigenia. Desde que se escoge la obra de un autor se toma partido por una idea. Cuando voy al teatro y veo que se pretende convertirlo en la sórdida vida a la que algunas gentes someten todo, digo: “Eso no es teatro, es simplemente una hipérbole de mala fortuna”.

 

-¿Qué pasa con las tragedias?

-Seguro que quienes se han detenido a analizar palabra por palabra, como por ejemplo Shakespeare, desgranan a través de toda la tragedia y desventuras que ocurren, la posibilidad del ser, la alternativa de lo que cada persona que llega al mundo tiene. Nadie se parece a nadie. Hay una gran diferencia que podemos notar cuando afirmamos esto es teatro. Así señalo mi fe en el teatro.

 

-¿Cuándo descubrió el teatro?

-Eso viene en la sangre. Vengo enamorada de esta actividad desde el primer día que una maestra del Colegio Bozzano, en el Callao, me hizo cantar y bailar, así descubrí la alegría. El teatro como la poesía y la novela, provienen de una vocación innata.

 

-¿Desde cuándo está inmersa en el teatro?

-Toda la vida. Empecé haciendo teatro desde cuando tuve dos años de edad, desde cuando debuté actuando y quedé marcada para siempre por esta pasión infinita. Nunca he sido profesional del teatro ni quise serlo. Bueno, las condiciones eran también muy distintas.