Julio Heredia
Una poesía que revivifica el alma Una poesía que revivifica el alma

Por Tomacini Sinche López
Fuente: Expreso, Lima 26/01/06

La obra de nuestro extraordinario poeta y acucioso periodista fue ampliamente analizada ayer en el conversatorio "Julio Heredia visto por su generación", llevado a cabo en el Centro Cultural de España. Su último libro, "Obra (In)completa", incluye los mejores poemas de su agitado periplo por el mundo.

 
-Julio, ¿qué te impulsó a hacer poesía?
Es una vocación alentada desde muy temprano. En la primaria la profesora que tuve me hacía leer los poemas por el día de la madre, por 28 de julio y, además, siempre elogiaba las pequeñas composiciones que yo hacía. Tengo esa impresión de que hubo un estímulo en el colegio de esta vocación literaria que estaba en mí sin que fuera muy consciente.
 
-¿Y qué poetas han marcado tu labor lírica?
Cuando mi vocación se afirma en la adolescencia, los escritores que me impactan son César Vallejo, Martín Adán y Jorge Eduardo Eielson. Creo que Vallejo es quien nos da la pauta del quehacer poético en el Perú y me imagino que es el que más me ha marcado, pero no ha sido al que más he frecuentado recurrentemente. Si hay uno al que vuelvo con mucho regocijo es a Martín Adán, por su profunda filosofía.
 
-¿Cómo así llegas al periodismo?
Eso lo tuve muy claro desde muy joven. Elegí ser periodista porque mis padres estaban muy preocupados por mi futuro y pensé que haciendo periodismo ellos se sentirían más tranquilos. Gracias a mi éxito profesional como periodista es que pude seguir cultivando la poesía, que en realidad no tiene nada que ver con una carrera para ganarse la vida.
 
-¿Qué relación encuentras entre el periodismo y la poesía?
No hay nada en común. El periodismo que se practica en el Perú es sobre todo superficial y que tiende a ser ramplón. Por otro lado, creo que la poesía es una suerte de alma con la cual carga el que la practica y trasunta en todas las actividades de la vida. En mi caso, creo que mi vocación poética trasunta mi vocación periodística.
 
 
Exilio personal
 
-¿Por qué te autoexilias?
Yo salí del país por casualidad, tenía 24 años y la agencia china de noticias me ofreció un puesto de trabajo en Pekín. En ese momento China empezaba a alejarse del maoísmo. Además, El Observador, el diario en el que trabajaba, empezó a tener problemas con el gobierno de Belaúnde y era incómoda mi situación.
 
-¿No huiste por el terrorismo?
No. Yo creo que me voy cuando ya no es posible seguir ejerciendo el periodismo como a mí me gustaba. Eso sí, mis padres estaban muy preocupados por mi situación porque pertenezco a una promoción de periodistas en la cual están dos de los mártires de Uchuraccay, Jorge Luis Mendivil y Willy Retto, que eran mis amigos y con los cuales trabajé en El Observador. Incluso estuve en Ayacucho hasta dos días antes de la masacre. Fui alguien que se salvó de eso y me chocó muchísimo, pero impactó más a mis padres. Yo me enteré de la noticia por la televisión, estando al lado de ellos. Incluso conocían a Mendivil, ya que iba a mi casa. Luego de eso me dijeron que no desaprovechara la oportunidad de irme a China.
 
-¿Qué recuerdos tienes de China?
En ese entonces, China mostraba una economía floreciente en el ramo de la agricultura. En Pekín no se hacía colas para conseguir comestibles. Había de todo en los mercados. Pero, sin embargo, la burocracia mantenía los viejos vicios, también me hicieron problemas. Y sólo me quedé dos años.
 
-¿Y el aspecto cultural?
Todo lo controlaba el partido. La prensa y todos los estamentos del Estado.
 
-Luego te marchas a Francia...
Como no pude quedarme más en China, en 1986 pensaba volver a Perú, pero en ese entonces acá la política de represión del Estado peruano creía que todos los que estábamos involucrados con los chinos teníamos alguna relación con Sendero Luminoso. Incluso Oswaldo Reynoso, que trabajaba en la misma oficina que yo en Pekín, fue detenido en Lima cuando vino por vacaciones. Es entonces que el agregado cultural de Francia en Pekín se portó muy bien conmigo. Me dio una generosa visa para ir a Francia. Empecé a estudiar en La Sorbona y me quedé 19 años.
 
 
Obra poética
 
-¿Qué contiene tu último libro "Poesía (In)completa"?
Son cuatro poemarios, pero uno está inconcluso. Incluye "Libro primero de los instintos", con el cual gané el Premio José Gálvez Barrenechea, en el cual se perdieron mis originales. Todos ellos fueron reunidos porque se publicaron en revistas o por mis amigos que los guardaban. También incluye "Libro divino del desdén", "Libro tardío del retorno" y "Libro de los muchachos chinos".
 
-¿Tu obra puede ser analizada como un desarrollo literario?
Tengo la impresión de que mi aventura poética se resume a un solo libro que es el conjunto de mi obra. Cada libro es una etapa que corresponde a un período de tiempo, de experiencia y a una vivencia poética determinada.
 
-No hay un tema puntual en tus poemarios. No noto algo estructurado, ¿por qué?
Yo creo que sí hay un hilo conductor en cada poemario. 
 
-Pero no hay un desarrollo temático, ¿piensas desarrollar un tema en un poemario?
No creo. Aunque no hay que decir nunca. Aunque desarrollar intelectualmente un tema no creo que lo pueda hacer. 
 
-¿Por qué?
Porque mis poemas están motivados por situaciones emocionales. Incluso los poemas de viajes no dejan de ser emocionales.
 
-¿Se puede decir que toda tu obra es un viaje constante?
Es un viaje interior, en el cual el viaje exterior es un pretexto que cubre de colorido y nutre de imágenes el texto. Me he pasado la vida viajando y eso se refleja en mi obra.
 
 
Poesía y depresión
 
-Los poetas tienen fama de depresivos, melancólicos... ¿También lo eres? 
Soy una persona que he tenido que resignarme a admitir que tengo un problema depresivo. No me hace gracia admitir que somos una suma de reacciones químicas. Y he estado en constante tratamiento.
 
-¿Has tratado de suicidarte?
No, nunca.
 
-Pero, ¿lo pensaste?
De adolescente lo habré pensado mucho, pero luego ya no. Me cuestiono mucho sobre el asunto. Uno sabe que la depresión lleva al suicidio, como en los casos de José María Arguedas o Luis Hernández. En todo caso, en mí no han sido tan profundas estas depresiones. El suicidio me causa perplejidad porque me imagino que debe ser terrible la vivencia previa a este acto. Me causa pavor.
 
-Pero en tu poesía no se refleja ese estado. Todo lo contrario, pues hay una festividad a la vida.
Por eso adoro la poesía. Y discúlpame que parezca inmodesto, adoro mi poesía. Has dado en el clavo. Antonio Lobo Antunes, que es un escritor y psiquiatra portugués, me comentó que lo más alejado a los estados depresivos que había leído era mi poesía. Me alegró mucho escuchar eso, porque yo creo justamente que la poesía me salva de la depresión. 
 
-Entonces, ¿cómo calificarías tu poesía?
Qué difícil. Creo que tengo una poesía optimista curiosamente, a pesar de mis tendencias depresivas, y que cree que la vida es progresiva. Tengo la impresión de que hay determinadas pautas de vida que nos llevan a estados más elevados de vida, de convivencia, de apreciación de la belleza y de intuición de lo divino. Creo que mi poesía es una expresión de lo impalpable, de lo que no se puede ver sino sólo intuir. Como dice un verso mío: "yo soy el venerador del misterio eternamente".
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