Eduardo González Viaña
Vallejo en la cárcel Vallejo en la cárcel

Por Enrique Sánchez Hernani
Fuente: El Dominical, Suplemento de El Comercio, Lima 20/01/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-01-20/vallejo-carcel.html

A las puertas de conmemorarse los 70 años de la muerte de nuestro poeta mayor, César Vallejo, Eduardo González Viaña ha escrito y publicado una reveladora novela biográfica, Vallejo en los infiernos (Ediciones de la Universidad César Vallejo), donde da una imagen del vate distinta de la melancólica y afligida que proporcionan de él la mayor parte de sus retratos. Además revela increíbles detalles de la prisión que sufriera Vallejo antes de venir a Lima, en Trujillo, y otros secretos personales sobre los que aquí conversamos.
 
¿Qué tan fatal pudo obrar sobre Vallejo la prisión que sufre antes de partir a Europa? 
No hay que soslayar la prisión de Vallejo en una cárcel del Perú. Yo creo que este acontecimiento va a marcar toda su vida y toda su obra. Porque además de esto, va a impedir, contra sus deseos, que pueda volver al Perú, que él intentó toda la vida. Hay una serie de cartas suyas a su hermano y a su abogado donde les ruega que hagan todo lo posible para colaborar en que pueda volver al Perú. De manera que es un mito que nunca quiso regresar al país.
 
¿Tu novela resulta, pues, ser política? 
Esta novela es política, porque Vallejo es un preso político. El juez ad hoc, Elías Iturri Luna Victoria, es también el abogado de Casagrande y de la mina Quiruvilca, lugares donde se ha desarrollado la más espantosa explotación que en esos días han dado lugar a las primeras revueltas del siglo, con centenares de muertos.
 
¿De qué manera Vallejo estaba tocado por esto?
Vallejo es uno de los jóvenes protestantes. Él luego habrá de publicar la novela El Tungsteno, que es una protesta tremenda contra aquello. Además, el mejora amigo de Vallejo es Antenor Orrego, antes que surgiera el APRA, y que entonces es un líder anarquista que dirige La Reforma, un periódico del norte que impulsa las luchas anarquistas. Otra cosa que crispa a la oligarquía entonces -estamos en el año 20--, es que los bolcheviques aparezcan también en el Perú.
 
¿Y cómo se comporta el juez Iturri Luna Victoria? 
El juez ha de convertir este proceso en una maquinación infernal para hundir al poeta para escarmentar de esa manera a los jóvenes supuestamente anarquistas y bolcheviques que daban vueltas por Trujillo. En ese entonces en Trujillo hay una generación importantísima. Nunca en una ciudad tan pequeña se ha concentrado una generación como la de Antenor Orrego, Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, Carlos Valderrama y al final Ciro Alegría, sólo por mencionar a los que tienen repercusión internacional. Entonces, era necesario acabarlos.
 
¿Cómo estás tan seguro de todo eso?
Yo he examinado el proceso, soy abogado. El juez va a inventar toda una serie de actuaciones y va a poner a un supuesto fiscal, que no existe. El ciudadano, cuyo nombre se ha tomado, protesta y dice que no tiene nada que ver y que ni siquiera conoce Santiago de Chuco. Después inventa a un testigo y, por último, lo que sirve para hundir a Vallejo, es la supuesta confesión de Pedro Losada, un militante anarquista, que fue quien en verdad se apoderó de los fusiles de los gendarmes y mató a dos.
 
¿Cómo así lo inventa? 
Supuestamente, Losada ha declarado contra Vallejo y ha firmado una confesión. Pero cuando el abogado de Vallejo ve la confesión firmada de Losada, se descubre que Losada es analfabeto. Entonces, a fin que Losada diga su verdad, el juez pide que venga de Santiago de Chuco, pero a mitad de camino lo matan. Todo es armado diabólicamente contra Vallejo.
 
¿Quién arma toda esa conjura? 
Primero el juez Iturri, pero en el surgimiento del problema, en Santiago de Chuco, durante las fiestas patronales, hay un tal Carlos Santa María, el dueño de la bodega principal, ex subprefecto civilista sacado por los leguiístas, mayordomo de la fiesta y quien guarda todo el dinero del pueblo para celebrarla, una pequeña fortuna. Santa María se pone de acuerdo con Carlos Dubois, jefe de la Gendarmería, para que se arme una algarada, se mate a las autoridades que son sus enemigos, y también poder apoderarse del dinero de la fiesta. La algarada comienza, los gendarmes tratan de matar a las autoridades y en eso los hermanos Vallejo, con otros jóvenes del pueblo, se ponen a caminar al lado de las autoridades. En eso, la gendarmería mata a Andrés Ciudad, uno de los amigos de Vallejo y allí se desata la cosa. Iban a matarlos a todos.
 
¿Y qué es lo que cambia el curso de esto? 
Por suerte aparece Pedro Losada, un anarquista, que logra quitarle las armas a los gendarmes, matarlos y terminar la revuelta. El pueblo, enardecido, quiere matar al resto de los gendarmes, pero estos se escapan, e incendian la casa de Santa María.
 
¿Cómo resulta Vallejo comprometido en el juicio? 
El juicio se inicia por los cursos legales, encausando a Carlos Dubois, a los gendarmes y a Santa María. Vallejo se limita a firmar el parte de las autoridades y a hacer sus declaraciones ante el juez. Pero Santa María, que es un hombre de dinero, va a Trujillo y logra que la corte declare nulo todo lo actuado y envíen a un juez ad hoc, que ni siquiera era parte del Poder Judicial. Es así como llega este juez, declara nulo todo lo actuado y encausa a Vallejo y sus amigos, al alcalde y al subprefecto.
 
¿Por esto tu novela tiene el fin de dar una imagen más política de Vallejo?
Absolutamente. Es un Vallejo que no es el poeta llorón ni mucho menos. Es un poeta revolucionario. Es más, Vallejo sí participó en el incendio, tampoco lo vamos a negar. Pero qué se quería: ¡habían matado a su mejor amigo! Vallejo, durante el incendio, se sube por los techos en busca del criminal Dubois, pero no lo encuentra. Es más, Vallejo, en su camino a Santiago de Chuco, ha parado en Huamachuco, donde hay un círculo literario que le hace un homenaje. En el agradecimiento, él, que ya era el poeta de Los Heraldos Negros, les ha dicho: "Jóvenes, hay que luchar, y si es preciso, hay hasta que cometer un crimen".
 
¿Eso dice Vallejo?
Claro. Vallejo no es un blandengue.
 
¿Desde cuándo vienes investigando este tema? 
Toda la vida pues yo soy de allá. He entrevistado a la mayoría de los coetáneos de Vallejo, empezando por Antenor Orrego. En mi novela aparece el expediente judicial y cartas a su enamorada, que se llamaba María Sandoval, que nadie conoce, que mi amigo Teodoro Rivero Ayllón, compadre espiritual del poeta Francisco Sandoval, hermano de la enamorada de Vallejo, guardaba en su casa.
 
¿Qué otros secretos develas en tu libro? 
En mi novela también parece el nombre verdadero de la famosa Rita de Junco y Capulí, quien es Rita Uceda, madre de quien después sería el guerrillero Luis de la Puente Uceda. Además enfatizo que Vallejo es el maestro de primero de primaria de Ciro Alegría y de Alfredo Tello Salavarría, que va a ser el jefe civil de la Revolución de Trujillo.
 
¿Qué pena le impone el juez al poeta? 
A Vallejo se le da lo que en el Código Penal de ese tiempo se llama la liberación provisional, porque finalmente el juez no pudo encontrar méritos para juzgarlo. Luego el poeta se va a Lima un año y su amigo Orrego lo salva, porque Tulito Gálvez Orrego, sobrino de Antenor, ha recibido una herencia. Con esa herencia él puede viajar en primera a París, pero le dice a su tío para viajar juntos en tercera, canjeando su pasaje preferencial. Pero Antenor Orrego le dice no, hay que dárselo al cholo Vallejo que está en Lima, pues los limeños lo ignoran. Aparte, le señala, los Santa María se van a vengar de todas maneras. Entonces Tulito Gálvez se va con Vallejo a París y allá viven juntos. Al final Tulito viaja a España y muere combatiendo por la República.
 
Qué historia más increíble. 
Claro. Entonces, Vallejo quiere regresar al Perú, pero los Santa María siempre se lo van a impedir. Y sé que hasta ahora esa familia no lo perdona. Es más: Vallejo es el primer peruano que recibe el pedido de extradición, estando allá en París y Madrid, donde nuestras legaciones reciben exhortos para pedirle que se ponga a derecho. Si lo hace, quién sabe qué hubiese pasado. Es más, en las cortes nunca se terminó el proceso, por lo tanto, en el caso eventual que Vallejo hubiese sobrevivido a la enfermedad que lo mató, y hubiese regresado al Perú, habría terminado en la cárcel de Trujillo, de donde no se podía salir sino loco o muerto.
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