Osmar Gonzales Alvarado
Alberto Flores Galindo. Buscando una utopía Alberto Flores Galindo. Buscando una utopía

Por Osmar Gonzales Alvarado
Fuente: Memoria Nº 108, Febrero de 1998

Reflexionar sobre la identidad de nuestros pueblos*, indagar sobre su historia y conocer sus diferencias y similitudes requiere de un importante esfuerzo de acercamiento y de diálogo. Una forma -entre tantas- de aproximarnos es interesarnos por las reflexiones producidas en otras sociedades sobre problemas que de alguna manera nos son comunes. Las comunicaciones entre países tan semejantes y distintos al mismo tiempo como México y Perú pueden volverse más fluídas si existe voluntad por saber mutuamente qué está pensando "el otro". 
 
Un caso de atención lo representa la obra del historiador peruano Alberto Flores Galindo. Su obra más ambiciosa, Buscando un Inca. Identidad y utopía en los Andes, fue editada precisamente en México por Conaculta, en la Serie Claves Latinoamericanas, en 1994. Facilita esta comunicación el hecho de que parte sustantiva de su reflexión sobre la utopía tuviera como referente implícito, y por contraste, a la experiencia mexicana. Es imprescindible mencionar que Flores Galindo fue uno de los más importantes intelectuales peruanos de las últimas décadas, y referencia ya obligada en los debates intelectuales contemporáneos sobre la historia de nuestros pueblos. 
 
Flores Galindo nació en el distrito de Bellavista, puerto del Callao, en el año 1949, en el seno de una familia de clase media (su padre era abogado y su madre ama de casa). Los estudios escolares los cursó en el colegio particular religioso La Salle. Su educación correspondió con los valores de la moral cristiana, los mismos que eran compartidos en el núcleo familiar. 
 
Desde temprana edad Flores Galindo destacó por su inteligencia precoz e inquietud intelectual, las que posteriormente se reforzaron con un agudo sentido crítico. A ello sumaba un fino empleo del humor y la ironía. Fue polemista temible y desarrolló una prosa amena y elegante, que invitaba a una lectura agradable y de permanente atención. Toda su obra revela una enorme afición por la literatura, a la que se acercó por primera vez leyendo El Quijote, como lo recordó alguna vez su padre. 
 
Una de las mayores virtudes de Flores Galindo fue la de transmitir los temas más áridos con profundidad y sencillez. Por momentos uno tiene la impresión de estar frente a una narración. La belleza de la forma no estaba separada de la rigurosidad que requería su labor como científico social. Al leer sus páginas sobre lo que llamó "la mentalidad oligárquica" uno obtiene un cuadro sutil del comportamiento y estilo de vida de la élite peruana que ejerció su dominio durante los primeros treinta años del presente siglo. 
 
Como la mayoría de los miembros de su generación, Flores Galindo fue hombre de una filiación política clara, el socialismo. Siempre se declaró, como Mariátegui, un marxista "convicto y confeso". Estuvo cercano a partidos de la llamada nueva izquierda como el MIR o Vanguardia Revolucionaria, actuando como una permanente conciencia crítica de ella. 
 
Su prematura muerte -a los 41 años- no fue impedimento para que legara a la cultura peruana una vasta e importante obra, conformada por investigaciones sobre procesos históricos de largo plazo, artículos periodísticos, ensayos y compilaciones, entre otros. La muerte lo sorprendió cuando realizaba una investigación sobre José María Arguedas, el gran novelista indigenista del Perú. 
 
 
La vida universitaria
 
La vocación por la historia se le reveló tempranamente, cuando ingresó a la Universidad Católica de Lima apenas terminada su adolescencia. En ese entonces, inicios de los setenta, su espíritu no entró en conflicto con la intelectualidad conservadora de la Facultad de Historia, heredera del mayor historiador peruano de inicios de siglo, José de la Riva Agüero. 
 
Sensible a su época como pocos, Flores Galindo fue experimentando un cambio interior radical gracias a sucesos que enmarcaron a su generación y dieron nuevo molde a su espíritu: las luchas de liberación nacional, la revolución cubana, la guerra de Vietnam, el movimiento parisino, todos ellos en el plano internacional. La crisis de la oligarquía y el golpe de Velasco en octubre de 1968, en el plano de las experiencias nacionales, también fueron acontecimientos decisivos en su derrotero intelectual. 
 
Durante sus años como estudiante universitario en la Católica destacó rápidamente como un alumno brillante. A los 22 años ya había concluido su tesis sobre los trabajadores mineros de la Cerro de Pasco. Obtuvo el calificativo de sobresaliente. Después fue publicada, por la propia Universidad, en forma de libro. Luego fue becado para continuar su especialización en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. 
 
Flores Galindo se aproximó al marxismo el que empató rápidamente con su sensibilidad social, alimentada también por lectura de autores como Frantz Fannon. El marxismo para él no significó una reducción de sus análisis al economicismo. Por el contrario, sus obras son ricas en perspectivas que hace dialogar, como la etnohistoria, la antropología y el sicoanálisis. Su estadía en Francia y la nueva orientación histórica que recibe -en la que existe una estrecha relación entre historia, economía, geografía y etnología, es decir, la corriente de la historia de las mentalidades, propia de los Annales- le permitió ampliar su formación y la manera de encarar los problemas que le interesaban. 
 
Lo anterior se expresó en las diferentes temáticas que abordó en sus estudios: los movimientos obreros y cañeros, la conformación de mercados regionales, las tensiones y conflictos entre aristocracia y plebe en el siglo XVIII, la relación entre el intelectual y la sociedad, entre multitud y política, etcétera. En ello es incuestionable la influencia de sus maestros: Ruggiero Romano, Robert Paris, Pierre Vilar, J.P. Vernant, entre otros. 
 
Luego vuelve al Perú para enseñar historia en la propia Universidad Católica. Pero su espíritu inquieto y capacidad crítica fueron motivos para que sus antiguos profesores, y en ese entonces ya colegas, lo vieran con incomodidad. Por eso es que Flores Galindo se sintió más a gusto enseñando en Ciencias Sociales, especialmente en Sociología, identificada como un reducto de radicalidad juvenil. 
 
 
Las obras
 
Ya para ese entonces nuestro historiador era autor de varios trabajos importantes: Los mineros de la Cerro de Pasco (1974), Arequipa y el sur andino (1977) y sus análisis sobre la rebelión de Túpac Amaru, desarollados en Francia. Después, con Manuel Burga, escribió un libro central para entender los primeros treinta años del siglo XX en el Perú, Apogeo y crisis de la República Aristocrática (1978). Dos años después escribe el libro que fuera calificado por algunos como el mejor de la década: La agonía de Mariátegui. Posteriormente publicó Aristocracia y plebe (1984) con el que se graduó de Doctor en Historia en París. 
 
Estos trabajos no se pueden entender desgajados del momento político. La agonía de Mariátegui, por ejemplo, es el intento más inteligente por "nacionalizar a la izquierda". Es el tiempo final de la dictadura militar, del ascenso del movimiento popular, del auge de la nueva izquierda. Mariátegui fue su modelo de intelectual. Pero veía en él una fuente no sólo intelectual y política, sino sobre todo ética, de conocimiento y compromiso. 
 
Quizás la enseñanza escolar de sólidos preceptos morales influía de manera subterránea en la personalidad de Flores Galindo, direccionando su pensamiento y sus acciones. Ya había abandonado el cristianismo, pero enarbolaba una moral cívica que se nutría de su compromiso con el movimiento popular al que concebía como fuente de cambios trascendentales para el país. 
 
Cultivar el diálogo fue una de sus preocupaciones. Era un conversador infatigable y ameno. Sus clases eran cautivadoras y riquísimas de contenido. Se apoyaba siempre en sus fichas, las que pasaba con tal familiaridad que evidenciaba que eran sus armas diarias de combate intelectual. Prefería el trabajo lento y minucioso del fichaje a las computadoras. Sentía que así absorbía mejor sus lecturas. 
 
Un amigo suyo de los años escolares en La Salle y líder de la nueva izquierda peruana, Manuel Córdova, recuerda emotivamente de cuando coincidieron en París: 
 
"...era una buena persona, pero triste en el fondo...nos acercaba la soledad. Recuerdo noches en que iba Tito [así le decían sus amigos] a nuestro cuarto y hablaba y hablaba, y contaba cosas como si fueran cuentos, le encantaba hablar, conversar, imaginando cómo los indios debían haber pensado que eran los españoles".
 
El periodismo fue una de las actividades permanentes de Flores Galindo. También participó en múltiples intentos editoriales dirigiendo, fundando y animando numerosas revistas. A diferencia de muchos de sus compañeros, se reafirmaba en el marxismo, reprochándoles el haberse dejado seducir por las formas democráticas y renunciar al ideario socialista, que es el que había moldeado el espíritu radical de su generación. 
 
En razón a estas diferencias, junto a Gonzalo Portocarrero (el inseparable amigo de sus últimos años), Nelson Manrique, Gustavo Buntinx, entre otros intelectuales, funda la Casa de Estudios Socialismo, Utopía y Revolución (SUR), nombre que resume la percepción que Flores Galindo tenía sobre el cambio social. 
 
Siempre buscó relacionarse con los sectores populares. Por eso impulsó, desde SUR, la Universidad Libre, en la que podían confluir intelectuales, dirigentes populares y público en general. Complementariamente, editó la revista Márgenes (1987) en la que se abordaron problemas centrales como el de la utopía, la modernidad, la democracia, la izquierda, entre otros. 
 
 
El tema de la utopía andina
 
Pero su empresa más ambiciosa fue, sin duda, su libro Buscando un Inca. Identidad y utopía en los Andes con el cual ganó el Premio Casa de las Américas en 1986. Para Flores Galindo, la utopía andina representa el encontrar una línea de continuidad entre el pasado y el presente, un elemento fundante en la identidad nacional peruana. En su base está la valoración positiva de lo nativo, el reconocimiento de ser diferente y de la importancia de lo andino para un modelo de desarrollo en el Perú. A su entender son tres los rasgos característicos de la utopía: permite el desarrollo de identidades colectivas, da cuenta de una constante reactivación del pensamiento utópico en determinadas circunstancias y, finalmente, alude a la apropiación que los diferentes grupos sociales de la colonia y la república hacen de dicha categoría. 
 
Para Flores Galindo, los sujetos que reelaboran la utopía serán tanto los indígenas como los mestizos o los criollos, convirtiéndola, según sus palabras, en "proyectos que pretendían enfrentar la realidad, intentos de navegar contra la corriente para doblegar tanto la dependencia como la dominación". 
 
Buscando un Inca se debe entender al interior de toda la obra de Flores Galindo, cuyo propósito central fue hacer una historia en donde los principales actores sean las "clases subalternas". Es esta, la historia de los vencidos, la historia que a su juicio no ha sido escrita y que no siempre es de derrotas. 
 
El contexto en el que Flores Galindo pensó el tema de la utopía andina estaba marcado por una de las crisis globales más duras que ha vivido el Perú. Sendero Luminoso puso en evidencia la fragilidad de la imagen que se tenía del país en los años ochenta, planteando un conjunto de interrogantes sobre lo andino que se creían resueltas: la pobreza y el retraso, su exclusión de la vida política, la fragmentación espiritual de la nacionalidad. Sin dicho contexto no podríamos entender la construcción de la utopía andina. Este discurso intenta ser un proyecto alternativo en un país carente de proyectos precisamente. Es el intento por recuperar la tradición andina en el futuro proyecto de la sociedad peruana. La utopía es una noción donde lo andino se presenta como un mecanismo de continuidad histórica. 
 
La publicación de Buscando un Inca despertó una importante reacción en el Perú, y no sólo en el ambiente académico. También la opinión pública acogió este ensayo con gran interés. Agotada la primera edición, le siguió una segunda en 1987 y una tercera al año siguiente. ¿Por qué la obra de un historiador se convirtió en una de las más leidas? La misma temática y las explicaciones que ofrece sobre los problemas del Perú de los ochenta, fundamentalmente sobre la violencia política, partiendo del pasado, son centrales para explicar su acogida. 
 
Como obra con una clara intención política, inevitablemente produjo reacciones y disputas ideológicas, las que se sumaban a las específicamente intelectuales. Incluso, algunos críticos de la obra llegaron a señalar que ésta era una justificación explícita de la insurrección de Sendero Luminoso. Otros veían en la propuesta de Flores Galindo una versión contemporánea del neoindigenismo, en donde el pasado encerraría una tradición signada por la inmutabilidad.
 
Flores Galindo respondió acaloradamente a dicha crítica. Señalaba que, por el contrario, los llamados neoindigenistas eran los que con mayor frecuencia habían escrito sobre la actualidad del mundo andino; que eran los que se inquirían sobre un tema tan conflictivo como el de la violencia senderista. Acusaba que en el medio académico ese fenómeno no ha tenido un interés similar, y que sólo se ha limitado a la condena acrítica. 
 
Para Flores Galindo no se da una ruptura con el pasado andino, como otros autores sostenían basándose en las masivas migraciones del campo a la ciudad producidas desde mediados de siglo. Es más, advertía, la cultura popular no es un todo homogéneo al que se le puede atribuir un sólo contenido. La cultura presenta una mayor complejidad. 
 
Afirmaba que en la mentalidad de los hombres andinos coexisten imágenes variadas y contradictorias, en las cuales los elementos de la tradición están presentes. La esperanza en el progreso, la lucha por la escuela, y otros servicios que ofrece la modernidad, conviven con imágenes de vuelta al pasado, la recreación del mito de Inkarri, así como con otras representaciones. 
 
Los migrantes no dejan de ser andinos -afirmaba Flores Galindo- por el solo hecho de vivir en la ciudad, no rompen con su pasado. Por el contrario, aseguraba, ellos mantienen conexiones con su tierra, afiliándose a las asociaciones de su pueblo en la capital y participando periódicamente en todas las festividades que se celebran en sus lugares de origen. 
 
Para Flores Galindo, la discusión sobre la modernidad en el Perú no tenía por qué oponerse a la tradición andina. Por el contrario, el conocimiento de lo andino posibilitaría descubrir el tipo de modernidad que le corresponde al Perú. En este sentido se entiende la aproximación que él hace desde la utopía andina. 
 
En Flores Galindo, Buscando un Inca no significaba que se tenga que seguir buscándolo. Se trata, sí, de movilizar una idea como el de la utopía. Se trata de proponer una lectura del pasado en función del presente y en la cual los principales actores son los hombres andinos y los elementos que conforman su cultura. Este nuevo discurso se inscribía en un proyecto socialista, como una propuesta para el futuro desarrollo del país. El socialismo sería, pues, la nueva utopía. 
 
 
Los años finales
 
El cáncer fue minando de a pocos pero inexorablemente sus facultades intelectuales hasta que advino la muerte. Sin embargo, entre sus últimos momentos de lucidez logró escribir una carta a todos sus amigos y dirigida al público en general titulada "Reencontremos la dimensión utópica". En ella se reafirma en el socialismo y expresa un admirable optimismo. 
 
"El socialismo en el Perú -escribía en esa carta- es un difícil encuentro entre el pasado y el futuro. Este es un país antiguo. Redescubrir las tradiciones más lejanas pero para encontrarlas hay que pensar desde el futuro...Perder el temor al futuro, renovar el estilo de pensar y de actuar...El socialismo es un desafío para la creatividad". 
 
Este es su legado. Flores Galindo falleció en Lima el 26 de marzo de 1990. 
 
 
Colofón
 
Muchas cosas han pasado desde su muerte: la crisis del socialismo y la caída del muro, el avance del neoliberalismo, el fin del mundo bipolar. Flores Galindo no pudo ver, en el marco peruano, el triunfo electoral de Alberto Fujimori ni el gobierno autoritario que instauró con gran base de legitimidad ni su reelección. Tampoco fue testigo de la práctica derrota de Sendero Luminoso, ni de los cambios profundos que han experimentado las clases populares en este último lustro. El país -y el mundo- que él dejó se ha modificado drásticamente. No sabemos ni podemos adivinar qué hubiera pensado ante esos cambios, de qué manera hubiera mantenido sus convicciones. Pero, a decir verdad, no resulta muy importante. Lo verdaderamente fundamental es que, más allá del contenido polémico de sus ideas, Flores Galindo ya ocupa un lugar importante en la conciencia histórica peruana y, por qué no, latinoamericana.
 
* Fanni Muñoz y Osmar Gonzales
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